Ante el comienzo del XI Congreso de la ANAP
Elías Amor Bravo, economista
Un artículo en Granma anuncia que hoy
comienza el XI Congreso de la Asociación Nacional de Agricultores
Pequeños (ANAP) de Cuba. Como ya he señalado en otros trabajos, la
importancia de ANAP en la economía castrista es muy destacada, si se
atiende a sus cifras: alrededor de 380.000 productores pertenecientes
a 3.343 organizaciones. Tal y como se señala en la nota de Granma,
los asuntos que se van a tratar en las sesiones que se extenderán
hasta el día 17, no son de poca importancia. De un lado, el
incremento de los volúmenes productivos y su impacto en los precios
de los alimentos y en la economía del país, de otro, el ámbito
jurídico con especial atención a las relaciones contractuales que
se establecen entre las bases productivas y el Estado, así como el
uso eficiente de los suelos y el funcionamiento de la organización
de cara a su objeto social en las comunidades.
Nadie puede negar que se trate de
cuestiones de menor relevancia. En un momento como el actual, en que
se abren grandes expectativas de cambio y transformación en el
régimen castrista, no prestar atención a este tipo de cuestiones
sería una grave irresponsabilidad.
El problema es que las dos se
encuentran estrechamente relacionadas con las instituciones que rigen
el sistema político e ideológico implantado por los hermanos Castro
desde 1959, y como se tendrá ocasión de exponer en este trabajo, si
esas bases jurídicas y legales no se apartan de forma drástica,
difícilmente se podrá encontrar solución.
Lo saben bien los agricultores cubanos
integrados en la ANAP. Han observado que los incrementos de los
volúmenes de producción tienen un impacto en los precios de los
alimentos que no se corresponde con las previsiones. Si el aumento de
la oferta agrícola va asociado a precios más elevados en los
mercados de consumo, es porque el mecanismo oferta y demanda que
regula de forma automática las decisiones de los compradores, se
encuentra trastocado e impide su funcionamiento más eficiente. Los
productores cubanos se ven obligados a vender al Acopio estatal una
parte de su producción que, rara vez, llega a los mercados, porque
la distribución logística es ineficiente, al estar controlada por
el estado. Esa ausencia de mayores niveles de producción en los
mercados, que termina por deteriorarse en los campos de cultivo, es
lo que incide en el desfavorable comportamiento de los precios en los
mercados de consumo, y lo que obliga al estado a canalizar
subvenciones a la producción, haciéndola cada vez más ineficiente.
Mientras que las decisiones de producir, de vender, de distribuir, de
hacer crecer la dimensión de las parcelas, de obtener libremente
todo tipo de insumos,dependan de la intervención
del estado, nada se podrá hacer para mejorar la eficiencia de la
producción y ese objetivo de los “lineamientos” que insiste en
la sustitución de importaciones.
Los granjeros de Estados Unidos, que
también se benefician de importantes subvenciones de sus gobiernos
estatales y federal, están muy interesados en vender sus excedentes
en Cuba. No es extraño. Un mercado con grandes necesidades y una
economía improductiva definen un marco excelente para irrumpir en
Cuba gracias a los acuerdos que se puedan firmar entre los dos
gobiernos. Pero eso no beneficia a los productores de la ANAP, que
deben estar prevenidos de la competencia que van a sufrir procedente
del Norte, con precios más competitivos y mucho más eficiente. O se
preparan para afrontar esa mayor competencia, o serán barridos, y
nadie, ni Raúl Castro, ni el régimen castrista, ni la ANAP podrá
hacer nada para evitarlo. De eso deben hablar. Y empezar a pensar en
cómo hacer frente a esos retos. Soluciones existen. Lo que se tiene que hacer es aplicarlas.
Y qué decir de las normas jurídicas y
contractuales que regulan las relaciones entre los agricultores
cubanos y el estado castrista. ¿Papel mojado? ¿Alguien sabe cuando
se ha hecho cumplir uno de estos contratos? ¿Quién es el
responsable en caso de incumplimiento? ¿Existe algún tribunal capaz
de actuar contra los intereses del estado incumplidor, que en la
mayoría de los casos, suele ser el responsable del infortunio de
esas relaciones asimétricas y desiguales?
No cabe duda que este es otro aspecto
fundamental que debe preocupar en ANAP. Su solución pasa igualmente
por un giro de 180º en el sistema jurídico e institucional en favor
de la protección de la propiedad privada, su extensión a todos los
ámbitos y la creación de un marco de derechos de propiedad que
otorgue garantías a los legítimos dueños para ejercer cualquier
acción en los tribunales, en defensa de sus intereses. Mientras que
este modelo de funcionamiento no exista en la economía cubana, los
problemas seguirán existiendo, y lo que es peor, se irán agravando
con el paso del tiempo.
En momentos en los que se aventuran
cambios, hay que aprovechar el viento cuando sopla a favor. Desplegar
las velas de la libertad económica, de los derechos de propiedad y
del mercado como instrumento de asignación de recursos frente a un
estado intervencionista que pretende el control absoluto del sistema,
puede ser una buena actuación para la ANAP. Hacerlo más tarde,
puede ser peor. Sin duda, mucho peor.
Comentarios
Publicar un comentario