A vueltas con la deuda castrista
Elías Amor Bravo, economista
Acabo de leer una noticia que me ha
llamado la atención. Al parecer, desde que se anunció el
restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y
el régimen castrista, con la posterior desaparición de sanciones, ha ha producido un incremento del interés por los bonos
de la deuda castrista precisamente la que no se ha pagado ni un
céntimo desde los años 80, y que se encuentra,
principalmente,gestionada por fondos especializados en lo que se
denomina “bonos basura”, calificados en estos términos por las
agencias que se dedican a valorar la deuda de los países.
Lo realmente sorprendente es lo que ha
declarado a Reuters Nicholas Berry, presidente del directorio de la
firma británica Stancroft Trust, que empezó a acumular su tenencia
de deuda de Cuba impaga hace 16 años. Al parecer, según
declaraciones de este broker a Marti Noticias, "toda clase de
gente quiere comprar deuda cubana está tocando a nuestra puerta",
Peligroso. El régimen castrista tuvo
cerrado el acceso a los mercados internacionales de capitales durante
largas décadas. En parte, porque la graciosa subvención soviética
hacía innecesario el recurso a la financiación internacional, por
cuanto se cubrían las necesidades básicas de la economía
castrista, intervencionista y controlada por el estado. Al
derrumbarse el muro de Berlín, y caer el régimen soviético a
comienzos de los años 90, el castrismo se encontró de frente a una
dura realidad.
El modelo económico, improductivo, era incapaz de
generar recursos con las ventas al exterior. La economía se
encontraba en bancarrota y, en tales condiciones, nadie quería
prestar. Gestiones de alto nivel permitían el acceso a fondos
especializados como el Club de París a cuenta de la prefinanciación
de la cosecha azucarea, pero cuando Fidel Castro, en un alarde
genialidad decidió acabar con el principal sector de la economía a
comienzos de siglo XXI, el Club de París cerró sus puertas. El
mendigo se encontró a solas rodeado de tiburones, y como casi
siempre, hicieron lo peor: no pagar las deudas. Más tarde llegó el
petróleo de Venezuela que contribuyó a paliar la escasez del
llamado “período especial” y así hasta el momento presente.
El régimen castrista no ha tenido
experiencia en la gestión de la deuda. Su actuación ha sido, cuanto
menos, bastante impresentable. De un lado se ha jugado a la moratoria de las obligaciones, y por otro, se han modificado préstamos no
reestructurados, que posteriormente se han negociado con pequeños
y selectos grupo de tomadores de riesgos que ahora ha visto la luz al
final del túnel, con la esperanza de una solución a los impagos.
Es el caso de Berry, pero también el
de otros más que no quieren aparecer, tal vez para no preocupar a
los deudores que realmente pagan y cumplen sus compromisos. La
participación de Berry en deuda nominal castrista es limitada. Según
Martí Noticias, tiene unos 190 millones de dólares, sin contar el
interés diferido, y en su momento, quizás en el punto más bajo de
la evolución de los valores, cuando ya estaban en los niveles de
“bono basura” pagó entre 1,5 y 9 centavos por cada dólar del
activo. Claro, quién compra a esos precios, lo lógico es que espere
a ver si suben más. Está Berry en su perfecto y legítimo derecho a
esperar a que suban. Lo que ocurre es que ese optimismo no se sabe
muy bien de dónde procede.
Si bien es difícil establecer el
"valor recuperable" de los bonos en cesación de pago,
Berry cree que 25 a 35 centavos por cada dólar representa "un
buen equilibrio entre el potencial de la situación, que es muy alto,
y la realidad, que no lo es tanto". Bueno, hay gente que se
conforma con mucho menos.
Otro tanto se podría afirmar de
Stancroft Trust, que junto a dos inversores más, creó el pasado mes
de abril un comité del Club de Londres para negociar la deuda en
manos del sector privado. Los tres fondos, según diversas
estimaciones, tienen en su poder casi la mitad de las obligaciones
del país caribeño con acreedores comerciales, que asciende a unos
1.120 millones de dólares en valor nominal capital, y otros 5.600
millones en intereses que no han dejado de aumentar desde entonces.
Una pesada digestión que va a exigir medidas mucho más relevantes
de asistencia financiera internacional, por las que el régimen
castrista no parece querer entrar.
Porque es verdad que la mejoría de las
relaciones entre el régimen castrista y Estados Unidos puede llevar
a una cierta percepción de cambio. Pero suponer que bonos que
carecen de valor y respaldo, empiecen a subir, es otra cosa bien
distinta.
Los bonos castristas no pueden subir a
corto plazo porque no se pagan. El régimen los ha olvidado, y por
tanto, nadie puede confiar en títulos que carecen de respaldo. Ni
siquiera los especuladores especialistas que se mueven en el muy
corto plazo hacen este tipo de apuestas. Por otra parte, bonos que en
16 años no han hecho más que bajar y bajar, también seguirán
mostrando ese perfil en los próximos 16 o 20, porque los
fundamentales que los avalan simplemente no han cambiado.Además, otro gran problema es la credibilidad y confianza. La realidad es que nadie sabe con certeza cuál es el monto de la deuda existente, y eso, ejerce una influencia mucho más negativa aún. Pero vayamos a los fundamentales.
¿Qué son esos fundamentales? La
economía castrista, improductiva y poco eficiente, dominada por el
estado y sin derechos de propiedad, permanece como un fenómeno aislado a nivel internacional. Un experimento que no acaba de funcionar porque sus principios simplemente atentan contra la razón humana.
La escasa convicción de los flujos de capitales internacionales en
el régimen es otra. Nadie quiere tener como socio a un estado de
inspiración totalitaria y socialista con la acción de oro en cualquier proyecto
de inversión, y mucho menos que le digan en qué debe invertir y a
qué trabajadores tiene que contratar. El capital internacional se
mueve por otros factores. Hora es que se dejen de tanto marketing y hagan realmente lo que tienen que hacer.
Y una última recomendación: a toda esa gente que está llamando a la puerta para comprar bonos castristas, un consejo: prudencia, mucha prudencia. Los castillos de fuegos articiales y la fanfarria gustan a todo el mundo, pero cuando acaba la fiesta, hay que recoger los restos de suciedad. Hay que ser muy precavidos, sobre todo otorgando dinero a quién no cree en él. Que se lo pregunten a todos los que han sido expropiados o confiscados de su riqueza, sin compensación alguna, a lo largo de la historia por el régimen castrista.
Y una última recomendación: a toda esa gente que está llamando a la puerta para comprar bonos castristas, un consejo: prudencia, mucha prudencia. Los castillos de fuegos articiales y la fanfarria gustan a todo el mundo, pero cuando acaba la fiesta, hay que recoger los restos de suciedad. Hay que ser muy precavidos, sobre todo otorgando dinero a quién no cree en él. Que se lo pregunten a todos los que han sido expropiados o confiscados de su riqueza, sin compensación alguna, a lo largo de la historia por el régimen castrista.
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