¿Y qué vamos a hacer con la Zona del Mariel?

Elías Amor Bravo, economuista
 
El problema principal que tiene el régimen castrista con la Zona Especial de Desarrollo Mariel (ZEDM), es el mismo que, históricamente, ha tenido con todos los proyectos mega faraónicos que ha intentado sacar adelante, y que han resultado en un fiasco. Hay varias razones para pensar que el Mariel puede acabar igual, e incluso peor. 

A quién, si no, se le puede ocurrir a 45 kilómetros al oeste de La Habana impulsar un proyecto que no se sabe muy bien lo que quiere conseguir: “fomentar el desarrollo económico sostenible de la nación por medio de inversión extranjera, garantizar la concentración industrial, la innovación tecnológica y la protección del medio ambiente” ¿Es que nadie en aquel régimen sabe que cualquier política económica exige una identidad entre fines y objetivos? Dicho en términos fáciles de entender: que quién mucho abarca, poco aprieta.

Las Zonas especiales de desarrollo pertenecen a diseños de políticas que pudieron tener algún éxito en la década de los años 80 del pasado siglo, sobre todo en los “dragones asiáticos”, pero, ¿de verdad alguien piensa que esa estrategia es la más adecuada para una economía de naturaleza estalinista, atrasada, ineficiente y carente de recursos económicos?

La ZEDM acaba de cumplir dos años. Tiempo más que suficiente para comprobar si funciona. Los responsables se han conformado con los resultados de las pesquisas para la atracción de inversores y desarrollo de infraestructuras, básicamente marketing y alguna obra pública. Lo sorprendente es que confíen en que la “estrategia de promoción a mercados meta y la ejecución del planeamiento regional detallado” sea el indicador de cómo desarrollar el primer sector de la Zona. ¿Qué clase de planificación empresarial es esa que empieza por el tejado? Que se sepa, los estudios de oportunidad se realizan generalmente en una fase muy anterior, y nunca cuando las cosas están en marcha. No es extraño que al final todo termine saliendo mal.

Y como ejemplo de que no se sabe qué hacer con la ZEDM, están las distintas opciones que barajan actualmente, “que si conexión multimodal, que si accesos ferroviarios y por carretera, que si marítimo, a través de la terminal de contenedores, inaugurada unos meses después de la zona, incluso con los aeropuertos” ¿No sería más razonable apostar por un medio de transporte concreto y no dispersar esfuerzos que, por otra parte, tienen un coste, y elevado?

Llegados al límite, parece que las autoridades están dando las máximas facilidades a las empresas que plantean establecerse en la ZEDM, tampoco tantas (unas 11, casi todas brasileras como Odebrecht el gran constructor del proyecto) si se tiene en cuenta el esfuerzo propagandístico realizado; y sin embargo, para los cubanos nada de los regímenes y políticas particulares de la ZEDM, agilidad en los trámites o eliminación de cargas burocráticas. Para los cubanos, y en buena medida para los extranjeros, a tan solo 45 kilómetros, todo son inspecciones, controles, limitaciones y represión política. Ya se verá si esta política conduce a algún sitio.

Sorprende el enunciado de beneficios que la ZEDM ofrece a los inversores extranjeros, según las autoridades. Primero, la fuerza laboral; segundo, la privilegiada posición geográfica en el centro del mar Caribe y próxima al cruce de los ejes Norte-Sur y Este-Oeste del tráfico marítimo internacional de mercancías, tercero, el mencionado sistema de Ventanilla Única y el régimen especial tributario más atractivo que el aplicable en otras zonas del país; cuarto, el impuesto sobre las utilidades, que del 15 % para la inversión extranjera mixta y 35 % para la de capital 100 % cubano o extranjero, en la ZEDM se convierte en una exención impositiva por diez años a partir del inicio de sus operaciones, y posteriormente tributan un 12 %. Cualquier punto de la isla podría, en tales condiciones, ser una ZEDM. Muchos inversores extranjeros en Oriente, Pinar del Rio o Camaguey van a empezar a reclamar las mismas ventajas fiscales. Ya lo verán.

Además, un somero enunciado de las empresas que han apostado por la ZEDM en estos dos años, nos indica la poca relación que guardan con los objetivos del régimen de fomentar el desarrollo económico sostenible de la nación por medio de inversión extranjera, garantizar la concentración industrial, la innovación tecnológica y la protección del medioambiente. Un ejemplo son el Banco Financiero Internacional S.A. está para operar en términos financieros para los inversores de la zona, y la terminal de contenedores, de PSA International, de Singapur, más o menos lo mismo; otro tanto sucede con Richmeat de Cuba S.A. dedicada al procesamiento de productos cárnicos, o Devox Caribe S.A., que producirá pinturas, impermeabilizantes y aditivos; las belgas BDC Log S.A. de logística, y BDC Tec S.A., de electrónica; Profood Service producirá jugos; la mixta con Brasil, Brascuba Cigarrillos S.A; Unilever Suchel S.A y la constructora brasileño, Companhia de Obras e Infraestrutura S.A. (COI).

Sorprende que las autoridades quieran aprovechar la ZEDM para sustituir importaciones y generar exportaciones, con prioridad en la biotecnología y la farmacéutica. Además, otorgan prioridad a las industrias de la electrónica, y de envases y embalajes, con un alto componente de importación, la metalmecánica, logística y la prestación de servicios, empresas constructoras, entidades financieras y bancarias. Un enunciado de actividades que tienen poca relación con la mejora de las condiciones de vida de los cubanos, es decir, su alimentación vestido, calzado y disfrute de bienes y servicios en condiciones similares a otros países.

Además, no se entiende por qué el régimen no quiere, de manera expresa, inversiones en almacenes y logística, cuando esa es una actividad fundamental para la economía cubana. No deja de ser curioso que las únicas empresas de EEUU que ha mostrado interés en la ZEDM, sean principalmente distribuidores y almacenistas. A todos ellos lógicamente se les ha dicho que no. Y luego, como siempre, la culpa se traslada al embargo.

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