En defensa de los emprendedores cubanos
Elías Amor Bravo, economista
Cualquiera que sea la perspectiva que se quiera
adoptar ante este tema, lo cierto es que Cuba es un país de
naturaleza emprendedora. Bastó al régimen aflojar una de las
múltiples restricciones que impedían el ejercicio de actividades
por cuenta propia, y la cifra alcanzó medio millón de cubanos en
tiempo récord. Y si este número no ha aumentado en los últimos
años, no es por falta de motivaciones en la población, sino por la
propia estrategia del régimen para mantener bajo control un sector
de actividad que abre espacios a la libertad de elección, la
prosperidad y la creación de empleo y riqueza. Lo mismo que han
hecho los cubanos que se han tenido que establecer en otros países.
El ejemplo de Miami no es único. Los cubanos tienen una clara
vocación emprendedora que el régimen comunista en 58 años no ha
podido destruir. Al menos, no toda.
En los cubanos que se convierten en trabajadores
por cuenta propia para el desempeño de algunos de los oficios
autorizados, se observa una admirable mentalidad y forma de vida que no teme el
riesgo y la pérdida de la seguridad de la zona de confort, para intentar mejorar sus
condiciones de vida y alcanzar un mayor reconocimiento profesional y
realización personal.
¿Es algo positivo? Por supuesto que sí. Otros
países carecen de esa vocación emprendedora y tienen dificultades
para promover iniciativas en este ámbito. El caso de Irlanda es interesante al respecto. En
los últimos años las autoridades han hecho notables esfuerzos para
promover la naturaleza emprendedora en la población, y en la
actualidad ha conseguido situarse como el cuarto país más
emprendedor de la Unión Europea y el duodécimo del mundo. Todo un
éxito.
Lo más interesante de este auge del trabajador
cubano por cuenta propia, del empresario cubano, es que se ha producido en un país en el
que, durante 58 años, no se ha fomentado esta vocación, ni en las
aulas, ni en la formación política de los valores y cualidades.
Más bien todo lo contrario. El régimen comunista arrasó el
capital empresarial de la nación, estigmatizó a los emprendedores
convirtiéndolos en parias contrarios al sistema, los condenó a prisión, y confiscó de manera sistemática
cualquier vestigio de renta y riqueza. Sin embargo, siempre existió
una práctica emprendedora en la sombra, en la economía negra, que
operaba "por la izquierda", para tratar de superar las trabas
impuestas por la absurda ideología castrista y dar servicio a las
necesidades de la población. Los emprendedores cubanos siempre han
estado ahí.
El régimen castrista nunca va a reconocer a los
trabajadores por cuenta propia como empresarios. La misma
utilización del término “cuentapropista” confirma esa visión
alejada de la realidad que tienen los jerarcas y burócratas comunistas cubanos hacia el
único sector de la economía capaz de crear renta u riqueza. El
castrismo, en fase terminal, nunca querrá reconocer que el
emprendimiento estimula la creación de empleo, impulsa la
competencia y la cooperación, facilita la evolución, la innovación
y la transformación digital, necesaria y acuciante a día de hoy.
Lo único que pretende es establecer impuestos de todo tipo sobre
estos pequeños emprendedores, limitar su crecimiento, impedir que
acumulen riqueza y que prosperen. No van a reconocer que el
nacimiento y desarrollo de los empresarios cubanos va a beneficiar,
por encima de todo, al conjunto de los ciudadanos.
Mientras que el
régimen castrista ha sido un fracaso en alimentar y atender las
necesidades de la población durante casi 60 años, los
nuevos empresarios cubanos van a permitir a la población acceder a
una nueva y mayor oferta de productos y servicios, introducirán
mejoras tecnológicas en sus pequeños negocios para mejorar su competencia y fortalecerlos. En definitiva, un nuevo escenario se abre en la economía
cubana con mejoras para todos, excepto para un régimen que no sabe
ni tiene capacidad para negociar y atender las exigencias
procedentes de este sector de empresarios que quieren ser libres.
Y la gran pregunta: ¿Qué debe hacer el régimen
castrista en favor de los empresarios cubanos?
Lo primero es abrir espacios para la libertad. Dejar que funcionen con toda la libertad posible según las reglas de la economía de mercado en la que los precios trasmiten señales que ajustan el comportamiento de la oferta y demanda. No
hacer recaer todo el peso de la fiscalidad en los pequeños negocios
que se abren camino. Establecer un marco estable de regulación de
las actividades que permita a los emprendedores saber a qué
atenerse con tiempo, y tener la tranquilidad de que un inspector o
un policía no se van a apropiar de sus ganancias y la mercancía
obtenida con el sudor de la frente. Facilitar el acceso a la
financiación y al crédito, establecer mejoras en la contratación
y los costes de la seguridad social. Formar a los trabajadores y
emprendedores. Son sin duda, muchas cosas que se pueden hacer.
Pero si hay una actividad absolutamente necesaria
para que los empresarios cubanos consoliden sus posiciones y puedan
crecer, aportando más creatividad, iniciativa, asunción de
riesgos, búsqueda de oportunidades, responsabilidad, y otros
valores que apoyan el dinamismo empresarial, lo más importante es
reestablecer un marco estable de respeto a los derechos de
propiedad. En definitiva, asegurar la propiedad privada como
elemento fundamental del sistema económico. Asegurar que la
reinversión de los beneficios es posible, en cualquier activo
mueble o inmueble, que permita al empresario aumentar la escala de
la prestación de sus servicios o la producción de sus bienes. Solo
con un sistema jurídico que respete la propiedad privada, los
empresarios cubanos podrán asociarse libremente, crear sociedades
anónimas, buscar financiación, asociarse con extranjeros,… en
definitiva, transformar la economía cubana y devolverla a un modelo
compatible con la sociedad occidental.
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