Lo que cabe esperar de las relaciones Cuba y EEUU
Elías Amor Bravo, economista
Cuando faltan unas pocas horas para el anuncio por el presidente de EEUU de las nuevas medidas para encuadrar las relaciones con la última dictadura de la guerra fría, vale la pena fijar algunas ideas que han surgido, sin duda erróneas, en los últimos días, sobre esta cuestión.
Primer error, pensar que el presidente de EEUU, Donald Trump, enfría el "proceso de apertura" de Cuba. La mentira reside en que no existe tal apertura, sino cambios cosméticos, aceptados por la oligarquía comunista como un mal menor, frente a la presión del conglomerado empresarial vinculado al ejército y la seguridad del estado, que es el otro gran poder en Cuba. Precisamente, si las medidas de Trump van en la dirección correcta, ese grupo empresarial, llamado Gaviota, se puede convertir en el principal afectado, a pesar de su poder monopólico sobre el conjunto de la economía.Vamos a ver cuál podrá ser su reacción.
Segundo error, creer que las medidas van a afectar negativamente a toda Cuba. No es cierto. El giro que va a a anunciar el presidente Trump afecta solo al marco de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Como viene sucediendo desde 1959, el resto de países del mundo seguirán manteniendo relaciones económicas y comerciales con el régimen, y los proyectos de inversión continuarán en la medida que se ofrezcan garantías y apoyo político e institucional. La búsqueda de un eventual financiador externo que sustituya a Venezuela seguirá siendo un punto principal en la agenda castrista.
Tercer error, creer que el presidente Trump va a modificar todas las medidas propuestas por Obama. No lo creo. Existe margen suficiente para evitar dar apoyo al régimen y su conglomerado empresarial, y al mismo tiempo, concentrar con inteligencia las ayudas en los grupos opositores que luchan por abrir espacios a la democracia, la libertad y los derechos humanos en la Isla, dejando a un lado a la oficialidad comunista. A estos grupos son a los que el presidente Trump debe otorgar todo tipo de ayudas y afrontar la reacción desmedida que cabe esperar del régimen, cuyo objetivo es evitar a toda costa el pluralismo democrático en Cuba. Un gran error de Obama fue pensar en la bondad de Raúl Castro. Eso ya es historia. En el último año, la represión ha aumentado en Cuba de forma muy notable. Es hora de presionar para poner fin a prácticas que, por desgracia, solo persisten en la última dictadura de la guerra fría.
Cuarto error, pensar como algunos, que EEUU puede obtener grandes ventajas de los negocios con el régimen castrista. Algunos informes han venido a cuantificar las eventuales “pérdidas” de dar marcha atrás a las medidas de Obama. No es bueno dejarse llevar por datos e informaciones que no se pueden contrastar porque el régimen destaca por la escasa transparencia de sus cifras macroeconómicas. Sabemos que, a pesar del presunto apoyo financiero al régimen de Castro, por las medidas de Obama, la economía castrista lleva en recesión desde mediados del pasado año, y no parece que las cifras de turismo o las remesas contribuyan a mejorar la situación. Los problemas de la economía son estructurales y de fondo. No se resuelven con la libre exportación de granos y carne de ave que pretenden algunos lobbys de Estados Unidos. Trump, como buen empresario, sabe que la economía cubana necesita mucho más que todo eso para salir adelante.
En el momento en que se redactan estas líneas no sabemos aún cuáles van a ser las medidas propuestas por el Presidente Trump. Cualquiera que sean, es evidente que se trata de un enfoque alternativo al planteado por Obama en su último tramo en la presidencia. No es Cuba un aliado de Estados Unidos con un régimen como el de los Castro, que ha hecho del ataque y la ofensa al llamado “imperialismo” la baza fundamental de su propaganda desde 1959. No es el momento de dar apoyo a quién no lo merece. La dictadura debe mostrar intención de dar cabida a todos y una convocatoria de elecciones para 2018 podría ser un buen ejemplo de ello. No está en el ánimo del régimen perder el poder. Cualquiera de los documentos presentados en la Asamblea nacional para debatir el futuro de Cuba sigue mostrando el peor rostro comunista poco favorable a la apertura y el diálogo con los diferentes.
Además, una lección al resto del mundo sobre las dificultades con Cuba es bienvenida en este momento. La Unión Europea podría tomar buena nota. Tan solo obtener información precisa de sus embajadores en la isla del día a día de la represión para comprobar que la confianza otorgada a Raúl Castro es cuestionable. Cuba, los cubanos, no se merecen lo que tiene.
Esperaremos a ver qué plantea el presidente Trump.
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