2023 año retador, ¿y qué pasa con 2022?

Elías Amor Bravo economista 

Ya no solo lo decimos los analistas y observadores del exilio. Hasta la prensa oficial lo reconoce. Este año 2022 pasará a la historia como uno de los peores en gestión de la economía, dominado por unos dirigentes que apuestan por el inmovilismo, la ideología y la incapacidad para tomar decisiones en beneficio del pueblo cubano. Un año perdido. Por eso, la prensa estatal se descuelga con un titular que no podría ser otro “El 2023 será retador, pero también será un año mejor”. Un reconocimiento de que 2022 será otro año para olvidar, que se produjo además, en una reunión del consejo de ministros de noviembre, celebrada ayer, en la que se habló de estas cuestiones.

Mientras la economía cubana se desangra por el descontrol de los precios, los apagones, la falta de abastecimiento de productos agropecuarios, la escasez de divisas, el aumento del gasto público sin referente de productividad, Díaz Canel dijo, ante Marrero y los ministros reunidos, que lo importante es que “la innovación esté presente en todo lo que se haga en 2023, con énfasis en la producción de alimentos y en la estabilización del Sistema Eléctrico Nacional”. 

¿Importante? Es su tesis doctoral. Una insistencia que ya cansa. Innovar está bien, pero ¿Cómo innovar si no se sabe cómo hacerlo, para qué y con qué objetivos? Al final acaba siendo una actividad burocrática más, con respaldo presupuestario cada vez más agotado, y lo que se espera de ese modelo no es más que lo mismo: estancamiento e improductividad.

La prensa estatal dice que en la reunión del consejo de ministros se habló del análisis de la situación actual de la economía nacional, de la ejecución del presupuesto del estado para el año en curso, así como las proyecciones de este para 2023. Pero luego, como suele ocurrir en estos casos, poco trascendió a la opinión pública de los contenidos, dejando caer ese manto de oscuridad que caracteriza la actividad política del régimen comunista. La economía cubana no va bien y la revisión del crecimiento del 4% al 2% se habrá quedado grande, y ya hay quienes creen que la cifra final puede ser menor, con efectos demoledores sobre la gestión del presupuesto del estado.

Por eso, estaría bien saber qué opina el consejo de ministros de estas cuestiones, más aún en un momento crucial en que se acumulan anomalías que tienen su origen en el pésimo diseño del modelo económico que mantiene el país desde 1959. Un modelo obsoleto, inexistente a nivel mundial e incompatible con la racionalidad y la prosperidad de la nación. Bastante ha durado, pero ya toca a su fin. Desprenderse de lo que no sirve o no funciona, es una tarea primordial.

Pero en vez de asumir los retos de transformación sistémica con valentía, mientras Díaz Canel perdía el tiempo hablando de innovación de su tesis doctoral, el ministro de economía formulaba un diagnóstico en que insistía "en la necesidad de trabajar con prioridad, como frentes claves, en la recuperación de la industria del turismo, en la reanimación de actividades productivas y de servicios, en la ejecución del proceso inversionista que tiene lugar en el país, así como avanzar en la transformación integral de la empresa estatal socialista”. 

Todo muy urgente y prioritario, sobre todo los motores internos de la economía, que son los grandes olvidados de la política económica. El problema es que nadie sabe cómo se pueden implementar y lograr los anteriores objetivos, manteniendo unas estructuras que traban los procesos de adopción de decisiones e impiden lograr los ansiados “encadenamientos” entre los distintos sectores y actividades.

Díaz Canel se apuntó el tanto, para su revolución, de haber logrado “en los últimos tres años, hacer una verdadera hazaña para vencer, a la vez, la pandemia y las presiones del recrudecido bloqueo económico, comercial y financiero del Gobierno de Estados Unidos a Cuba”. Decir que se ha vencido la pandemia es, como siempre, ver las cosas desde una perspectiva interesada y triunfalista que no se corresponde con la realidad. Todos los países de América Latina han ido recuperándose mejor que Cuba, que sigue por detrás de la media en los últimos puestos (Informe CEPAL).

De hecho, en algunos ámbitos no se ha vencido la pandemia, como por ejemplo en el turismo, donde las entradas siguen estando un 60% por debajo de las alcanzadas en 2019 antes de la pandemia. Por el contrario, la República Dominicana ya está un 10% por encima y sigue subiendo. Del embargo, qué podemos decir. Aburre. Cuba recibe de Estados Unidos, 8.000 millones de dólares en remesas, compra mercancías por 250 millones de dólares y recibe alrededor de medio millón de turistas. Y seguro que hay muchas más cosas. El embargo es inexistente. Tan solo es una justificación de la incompetencia.

Y después de tanta cháchara inconsistente, llegó la frase que nos ocupa en esta entrada del blog, cuando Díaz Canel dijo en televisión que está convencido de que 2023 "será retador, pero también será un año mejor". Recuerda, y mucho, a aquel Fidel Castro que anunciaba en los años 60 que los cubanos beberían más leche y podrían comer más carne que los estadounidenses, y así llevamos 63 años esperando. Retador seguro que puede ser, pero ¿mejor?

A diferencia de Castro, que no decía cómo se podía conseguir aquel logro, Díaz Canel identifica la receta en dos recomendaciones. 

La primera que “las labores de dirección sumen de manera creciente al pueblo, a fin de lograr que el trabajo conjunto se caracterice porque no haya traba que no pueda superarse”. Mal asunto señalar al “trabajo conjunto” como la solución, porque ese no es el camino. 

Precisamente los cubanos saben lo poco que pueden esperar de ese trabajo colectivo con raíces identitarias marxistas y leninistas, que solo ha servido para hundir la economía nacional. Hay una alternativa que espanta a Díaz Canel y a los comunistas: el trabajo individual, el de los actores privados, dirigidos por el móvil del beneficio y la rentabilidad. Por ahí es donde deben ir los cambios. Los pequeños yacimientos de actividad privada muestran que lo privado es mucho más productivo y eficiente que lo estatal. No tiene sentido mantenerse aferrado a lo que no funciona.

Luego la segunda recomendación de Díaz Canel es “el trabajo intenso” que según él debe servir para “aplastar la burocracia, el inmovilismo, la espera”. Trabajo intenso que no sería necesario si las reformas estructurales eliminasen esa burocracia e inmovilismo de un plumazo. Él sabe qué es lo que se tiene que hacer y cómo: reducir el aparato del estado intervencionista es condición necesaria, aunque no suficiente para que la economía cubana respire.

Y la tercera recomendación es que “se dé continuidad a la lucha contra la corrupción y las ilegalidades, a partir de las medidas recientemente aprobadas”. De nuevo se insiste que esa corrupción e ilegalidades que ve Díaz Canel se producen solo en la economía cubana y tienen mucho que ver con las normas inservibles que existen en el país, implantadas por la hegemonía comunista. Ni en Haití se observan esas ilegalidades, que podrían desaparecer si las leyes y normas también lo hicieran adaptándose a lo que hay en otros países.

Díaz Canel insistió en que hay mucho que trabajar. Por supuesto que sí, el primero él, y habló de las potencialidades que existen en la nación, por cierto, desaprovechadas por el modelo económico comunista que sostiene al régimen. No está claro que 2023 sea mejor que el año actual. Los dos pueden acabar mucho peor si no se toman las decisiones que ya no tiene sentido retrasar más. Cuba y los cubanos no pueden seguir así por más tiempo.


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