Cuba 2022: entre la caída del muro de Berlín y la revolución bolchevique

Elías Amor Bravo economista

Hoy 9 de noviembre se cumplen 33 años de la caída del muro de Berlín. Para los cubanos, tres décadas perdidas que pudieron significar, como ocurrió con los países del este de Europa, el final de una doctrina política y un modelo económico, el comunista mono partido. Que nadie espere en la prensa oficial del régimen una sola referencia a este suceso histórico. Por el contrario, los comunistas cubanos se han recreado conmemorando, nada más y nada menos que el 105º aniversario de la revolución comunista soviética de octubre, con el título “La Gran Revolución del socialismo posible”.

Para los más jóvenes, que no vivieron con la misma intensidad que nosotros la caída del muro de Berlín, conviene explicar por qué y cómo ocurrió un acontecimiento tan relevante. Tras la segunda guerra mundial, la URSS comunista extendió su dominio militar y económico, como si se tratase de un botín de guerra, sobre los países del Este de Europa formando una barrera infranqueable frente al sistema democrático occidental. El denominado Telón de acero, durante la guerra fría, fue la demostración más evidente de la doctrina comunista del odio al enemigo tras la guerra. Europa fue dividida en dos grandes bloques.

Y ¿Quién experimentó con mayor dureza las ambiciones soviéticas? Sin duda alguna fue Alemania, que a su vez fue dividida en dos países, uno la auténtica Alemania, en el oeste, y el otro, un invento comunista en el este, que separó familias, amigos, conocidos, empresas, industrias, etc., creando dos mundos opuestos en lo que antes había sido uno solo. No contentos con esa división artificial, en la que había sido capital y gran metrópoli europea, Berlín, los comunistas construyeron en los años 60 un muro para separar la zona oeste, donde imperaban las libertades, democracia y economía de mercado, de la zona este, pobre, atrasada, sin libertades y comunista.

El muro se mantuvo durante tres décadas como el culto soviético a la guerra fría y lo peor de todo es que fueron miles los ciudadanos del este que, al intentar cruzar el muro para escapar del comunismo, eran abatidos a disparos mortales por los guardias de frontera sin miramientos. Curiosamente, nadie del oeste huía al este para disfrutar de las "ventajas del paraíso comunista de los trabajadores". El mundo entero se conmovía por la dureza de esta represión.

De modo que aquel 9 de noviembre de 1989, cuando un periodista preguntó a un funcionario de exteriores de la antigua Alemania del este, la comunista, que cuando pensaban abrir las fronteras, y aquel burócrata mediocre no supo qué contestar y mirando sus papeles con nerviosismo dijo que, “de forma inmediata” miles de berlineses del este se lanzaron a cruzar el muro ante lo que los guardias de frontera no supieron qué hacer, no habían recibido orden alguna, y la marea acabo derrumbando el muro para cruzar al oeste. Y así se puso fin a aquella pesadilla comunista. La historia que vino después es bien conocida.

Todos los países del este de Europa se han convertido en modernas democracias y gozan de economías prósperas que funcionan de manera competitiva. La URSS desapareció para siempre. Alemania se unificó, no sin grandes costes económicos y sociales, gracias a la visión y la obra de un gran estadista llamado Helmut Kohl, y Berlín sin el muro se ha convertido en una de las principales metrópolis europeas en la que solo quedan, como recuerdo, aquellos mini apartamentos grises y de mal gusto construidos durante la etapa comunista, por cierto, que cuando son rehabilitados y unidos, se venden a precios bien elevados.

Tras la caída del muro el mundo cambio. Y de la dialéctica izquierda derecha, generada por los comunistas tras la segunda guerra mundial, se pasó a otro enfrentamiento norte sur, que continúa abierto. Y el régimen comunista cubano en todo este proceso se ha encontrado solo, en una profunda crisis que Fidel Castro calificó de “período especial” al perder de sopetón el subsidio soviético, para después encontrar un socio financiero con el apoyo de Venezuela y más reciente, inmerso en una nueva crisis de modelo de la que no saben salir. 

Mientras que los países del este de Europa recuperaron el tiempo perdido desde su sometimiento a la URSS, Cuba ha logrado sobrevivir al temporal, manteniéndose a nivel mundial como el último reducto de la guerra fría, un modelo comunista de mono partido, en el que no existe la democracia plural ni tampoco la separación de poderes del estado de derecho, y que por ende niega a sus ciudadanos la propiedad privada de los medios de producción, el mercado como instrumento de asignación de recursos y la libre elección como principio rector de las decisiones económicas. Cuba quiere seguir siendo lo que el mundo entero ha reconocido que es un fracaso. Ni China, ni Vietnam, han seguido el modelo y han abierto espacios para el desarrollo de la iniciativa privada, la riqueza y la prosperidad. Cuba sigue siendo el país más comunista del mundo, a pesar de que han pasado 33 años desde la caída del muro de Berlín.

¿A qué obedece esta obstinación ideológica que tiene mucho que ver con el embargo/bloqueo interno que practica el régimen a los cubanos?

No es difícil responder a esta pregunta si se lee el artículo de Granma en que se conmemora el aniversario 105 de la revolución bolchevique. Aquí se dice una serie de mentiras que los cubanos han tenido que escuchar hasta la saciedad, desde edades tempranas en la escuela, y que contribuye a esa confusión que busca el régimen para sacar partido de sus posiciones de poder.

Por ejemplo, se afirma que la revolución bolchevique inspiró a millones de trabajadores, empoderándolos, y esto es falso, cuando se constata que el verdadero poder del obrero alemán del este ocurrió cuando cruzó el muro y descubrió la diferente vida que sus connacionales del oeste habían llevado desde que la URSS obligó por la fuerza a crear el telón de acero. No hay paraíso alguno de los trabajadores en el comunismo, sino pesadilla por la escasez, miseria y falta de libertades.

Se afirma que el comunismo derrotó al fascismo y que gracias a ello el mundo puso fin a la segunda guerra mundial. Otra falsedad. De hecho, se sabe bien que la guerra acabó mucho después en Asia que, en Europa, y que fue Estados Unidos el que marcó ese final. La mezcla de comunismo, guerra, fascismo y soldado desconocido es una triquiñuela en estos aniversarios que no esconde, por ejemplo, la rapiña soviética en Alemania, incluso contra mujeres.

Cierto que los comunistas cubanos tienen mucho que agradecer a los soviéticos por la ayuda recibida, a la que llaman “solidaridad”, pero no cabe duda de que los comunistas de la URSS sacaron su tajada de la Isla, apropiándose de las cosechas azucareras cubanas a precios competitivos y colocaron en la economía cubana numerosos artículos “pajarera” que no encontraban mercado en los países del telón de acero y que aún están causando problemas (verbigracia, las centrales eléctricas, que provocan apagones). En realidad, Cuba funcionó como un banco de experimentos soviético y una amenaza real a la seguridad nacional de Estados Unidos en plena guerra fría. La URSS no pagó todo lo que debía por esos servicios.

No es extraño que en la Rusia moderna o en los países del este de Europa nadie, absolutamente nadie, se acuerde de la revolución bolchevique, e incluso que ese proceso haya sido enterrado en un oscuro cajón de la memoria, solo reivindicado por grupúsculos comunistas marginales, alejados de la realidad. El mundo de 2022 tiene poco que ver con la aportación de la revolución bolchevique. Nada. En realidad la caída del muro de Berlín hace 33 años contribuyó a ello. 

Se dice que, una vez conseguida la democracia en Alemania tras la unificación, los archivos de la Stassi la temida seguridad del estado de Alemania del este, la misma que funciona en Cuba (puesto que los modelos han sido copiados) fueron abiertos al público para que la gente pueda conocer los expedientes que habían sido elaborados de ellos en época de Alemania comunista. En realidad, poca gente ha acudido a conocer esos documentos. Nadie quiere encontrar que amigos, familiares, conocidos o compañeros de trabajo actuaban como espías, chivatos delatores, para obtener algún privilegio del régimen comunista. Los cubanos, por desgracia, están en esta fase aún. En la que cualquiera puede ser un chivato. Y encima, conmemorando el 105 aniversario de la revolución bolchevique. Así les va.

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