Sobre los "records" turísticos cubanos
por Elías Amor
Desde
hace mucho tiempo venimos señalando que, por mucho que las autoridades se
empeñen en afirmar lo contrario, el sector turístico cubano no lleva la
evolución que sería deseable.
Un ejemplo
viene a cuento con la información que se publica en Granma hoy 13 de diciembre,
en la que a bombo y platillo se habla de que ha llegado a Cuba el visitante
2.531.745, lo que supone superar las cifras del año anterior.
Que la
cifra sea más elevada está bien, lo que tampoco supone éxito alguno es que el
dato se alcance prácticamente cuando quedan dos semanas para concluir el actual
ejercicio. Quiere ello decir, que durante 11 meses, la actividad turística en
la Isla ha permanecido prácticamente estancada, y que lejos de registrarse un
año especialmente relevante como ha sucedido en otros destinos turísticos más
consolidados del Mediterráneo e incluso del Caribe, el balance final que pueden
aportar las autoridades turísticas del régimen castrista, deja mucho que
desear.
Este
resultado de 2011 coincide con una cierta recuperación del turismo procedente
de Canadá, como principal emisor, y del Reino Unido en Europa, mercados que
tradicionalmente no han sido especialmente relevantes para el turismo cubano, que
tiene su origen en España, Italia o Francia. En la nota informativa del
gobierno se destaca que “la mayoría de los restantes mercados europeos también
creció, destacándose Rusia, así como otros países de América Latina, entre
ellos el significativo crecimiento que está teniendo Argentina”.
Y aquí
viene nuestra modesta aportación. Los expertos en estrategia turística
sostienen que el crecimiento continuo de las cifras de visitantes, como sitúa
el régimen los éxitos de su política, el ogro de “records anuales”, no es tan relevante
para determinados productos turísticos como la apuesta firme por un segmento de
calidad y de alto poder adquisitivo, que en menor número, mantenga en el tiempo
una fidelidad constante y una preferencia por los atractivos de ese producto
que se le ofrece en un determinado país.
El sector
turístico cubano, inserto en el área del Caribe donde cada vez se concentra un
mayor volumen de actividad a nivel internacional, se encuentra huérfano de este
tipo de diseño estratégico que suele ser competencia de las empresas privadas
que mejor que nadie conocen el sector y la actividad. El excesivo protagonismo
de un gobierno que es dueño de las instalaciones hoteleras y cede la gestión a
empresas internacionales, está vaciando de contenido la apuesta de la industria turística cubana, en su
primera fase de desarrollo, limitando sus posibilidades reales de crecimiento
sostenible.
Si a ello
se añade el riesgo inherente a la “revolución petrolera” que el régimen quiere
impulsar en las aguas transparentes y cristalinas de los mares que rodean la
Isla, riesgo más que real de cualquier derrame por inesperado que pueda ser,
las amenazas que gravitan sobre el modelo inexistente de turismo, son
ciertamente muy graves.
Pienso
que Cuba, una vez que se recuperen sus libertades políticas y económicas, tiene
un gran futuro como potencia turística de acogida. Simplemente con que se
active el regreso pacífico de los dos millones y medio de exiliados que viven
en el exterior, ya se superarían las cifras “record” de las que se vanaglorian
las autoridades.
Pero
existe campo para el desarrollo de esta actividad en tanto en cuanto el estado
castrista deje de ocupar el papel de “hotelero” mayor del país, y ceda espacio
a la iniciativa privada real. Imagino Cuba formada por pequeños hoteles urbanos
y rurales, localizados en las villas históricas y en las antiguas haciendas que
aún se conserven, y en los recintos de esas bellas ciudades del interior, para
un viajero de alto poder adquisitivo y que busca experiencias que le
reconforten. La participación privada en ese modelo es absolutamente
fundamental.
No
coincido con las autoridades en que la cifra de dos millones de turistas al año
garantice un adecuado posicionamiento en el escenario turístico mundial.
Mientras que en una agencia de viajes española se comercialicen paquetes a Cuba
de una semana en el rango de los 800 a los 1.200 euros, el posicionamiento
sigue sin estar bien definido, y se encuentra sometido a los vaivenes de un
mercado y una demanda que es cada vez más elástica.
Los
responsables del turismo en el régimen deberían saber que en un sector como el
turístico, el crecimiento de la competitividad no depende solo de la calidad y
diversidad del producto ofrecido, o de la estabilidad y seguridad a los
clientes y del trato amable. Que todo eso ya se da por descontado cuando un
viajero decide pasar sus vacaciones en las playas cubanas, única oferta
disponible en los mercados mundiales.
La
competitividad depende, de forma muy notable, de la existencia de una oferta
complementaria de calidad integrada por actividades gastronómicas, culturales,
musicales, de ocio y tiempo libre, de automóviles de alquiler, de gasolineras,
de servicios de atención, de tiendas donde comprar recuerdos libremente, de
establecimientos financieros en los que realizar operaciones de todo tipo, de
negocios de alquiler de barcos de pesca, de alquiler de caballos, de equipos de
buceo, de tablas de windsurf, o cualquier otro entretenimiento, de, etc, etc,
un sinfín de elementos y de activos que hacen placentera y agradable la
estancia, pero que en Cuba ante la ausencia de la propiedad privada y la libre
empresa se echan a faltar. No es posible que el estado, por muy eficiente que
quiera ser, se dedique a este tipo de actividades.
Simplemente es absurdo
pensar en ello.
Es en
este ámbito del turismo donde la libre empresa y la economía de mercado piden a
gritos un cambio real en la política de las autoridades. Cambio que, una vez
más, se niega al pueblo cubano.
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