Cuidado con hacerse ilusiones
Elías Amor
Bravo, economista
Da la
impresión de que en los últimos días, el régimen castrista está echando toda la
leña al fuego para tratar de mostrar, en términos propagandísticos, que las
reformas de los “lineamientos” van en serio. Después de un asfixiante letargo,
en el que algunos analistas pensaron que el impulso reformista había pasado a
mejor vida, ahora, Raúl Castro vuelve a las andadas y en la clausura el jueves
pasado de la Asamblea Nacional destacó
“que las reformas económicas impulsadas recientemente para activar la
economía de la isla y dotar de mayor campo de acción a las diferentes fuerzas
productivas avanzan en la dirección correcta”.
La necesidad
de impulsar el aparato productivo y sacar a la economía de la postración
estalinista ideada por Fidel Castro hace medio siglo, ha llevado a introducir
medidas como el alquiler de locales estatales
o la ampliación del número de actividades donde se podrá ejercer el
empleo privado.
La primera, el
alquiler al estado, es evidente que no tiene solución de continuidad. ¿A quién
si no alquilar activos en una economía en la que todo, absolutamente todo, pasa
por la propiedad estatal? Más de lo mismo.
En cuanto a la
ampliación de actividades, se ha realizado de forma parcial, y utilizando una
fórmula, las cooperativas, cuyo grado de independencia del poder político está
siempre sometido a riguroso control.
La
autorización para la creación de cooperativas privadas de servicios
profesionales en tres especialidades -traducción, informática y contabilidad-
dentro de las 47 actividades en las que se podrá ejercer esa forma de gestión
no estatal, ha llamado poderosamente la atención.
El hecho de
que este tipo de servicios sean los primeros de carácter profesional que se
incluyen con carácter experimental para la creación de cooperativas no
estatales, es significativo.Cabe
preguntarse, ¿por qué estas actividades, y no otras?
De hecho, las
autoridades han informado que, superada la fase experimental, se permitirán
otras áreas como el transporte, la producción de materiales y servicios de la
construcción, servicios personales y domésticos.
La pregunta
inmediata, es ¿de qué sirven este tipo de medidas para paliar los problemas del
día a día de los cubanos?
Problema
principal. La alimentación. En ausencia de un mercado capaz de regular la
oferta y demanda, los mecanismos de planificación central encargados de fijar
los precios a los que se adquieren la mayoría de productos, siguen siendo
incapaces de satisfacer la demanda de la población, con las tradicionales
escaseces y carestías.
En contra de
los objetivos de suficiencia alimentaria, otro jarro de agua fría ha caído
sobre la Asamblea Nacional en estos días, cuando se traslado en alguna de sus
sesiones por el ministro de Agricultura, Gustavo Rodríguez, que para 2013, los
presupuestos del Estado volvían a reservar una partida de 1.600 millones de
dólares destinada a la importación de alimentos, sobre todo cereales y carne,
procedentes, como viene siendo habitual, de las granjas de Estados Unidos.
Hasta tanto en
cuanto no se garantice la autonomía alimentaria, como sucedió por ejemplo en Vietnam, la
economía castrista seguirá inmersa en una dependencia injustificada, más aún
cuando se trata de un suelo y clima excepcional para la producción de todo tipo
de alimentos.
Jugar a crear
cooperativas de informática y traducción, sin demasiadas convicciones, puede
estar muy bien, pero no resuelve el problema de qué comer y cuándo.
Las empresas estatales, sometidas a los planes
de perfeccionamiento empresarial ideados por Bruno Rodríguez, siguen siendo un
foco de ineficiencia que obliga a detraer importantes volúmenes de recursos de
los presupuestos del estado, a fin de evitar su desaparición por quiebra. Por
ello, la adopción de modernas técnicas de gestión, anunciada por Raúl Castro en
ausencia de un marco adecuado para la actividad económica se percibe más como
una amenaza a los actuales gestores, que como un incentivo real para mejorar la
actividad económica.
El ritmo de
crecimiento de las licencias de trabajo por cuenta propia tampoco han alcanzado
las previsiones del régimen. Tal solo 400,000 cubanos hasta la fecha, han
solicitado alguna de las escasas licencias que se autorizan para suministrar
servicios o crear negocios pequeños con el objetivo de mejorar su calidad de
vida. Actividades que suelen estar muy dirigidas a la demanda, con especial
atención a la circulación de las remesas que envían las familias del
exterior. Actividades sobre las que se
hace recaer una agresiva presión fiscal que impide su crecimiento y
consolidación. El hecho de que los
trabajadores por cuenta propia no crezcan a los ritmos esperados, ha llevado al
régimen castrista a paralizar los despidos que tenían previsto en las empresas
estatales y el sector presupuestado, en lo que algunos analistas consideran
otro retraso en las decisiones.
Por último,
pero no menos importante, no está en los planes castristas, como hicieron en su
día sus socios vietnamitas para superar el atraso estalinista, solicitar el
concurso de los organismos internacionales de apoyo financiero multilaterales,
como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, acciones que
permitirían suplir la escasez de recursos y garantizar el crecimiento de las
inversiones en infraestructuras, tan necesarias para estimular el
crecimiento.
No conviene hacerse ilusiones.
Todo lo que día a día se muestra es una lección de pura demagogia destinada a
ganar tiempo y a mostrar cambios que no conducen a ningún sitio. La economía,
para funcionar, necesita libertad, propiedad privada y mercado, como
instituciones básicas. Nada de eso se observa en la economía castrista, que
sigue siendo pétrea, ineficiente y gestionada con un cerco ideológico que
impide su desarrollo. Tal vez, habría que volver a empezar. Lo peor es la
herencia que están dejando para un gobierno democrático de transición, pero de
eso ya hablaremos otro día.
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