El precio del agua como instrumento recaudatorio del régimen castrista
Elías
Amor Bravo, economista
La
reunión del Consejo de Ministros realizada el pasado viernes y presidida por el
General de Ejército Raúl Castro Ruz fue dedicada al análisis de políticas,
acciones de control y procedimientos para respaldar la actualización del modelo
económico cubano. Sin duda, ha dado mucho de sí.
No
deja de ser asombroso que un país que carece de recursos para dar de comer a
toda su población, y que presenta graves desequilibrios económicos internos y
externos, dedique una reunión de este tipo a analizar cuestiones que, al menos
en principio, deberían estar resueltas en una economía que se precie de tal. El
agua. Ni más ni menos.
Siguiendo
la información publicada en Granma estas cuestiones han sido ¿Cómo realizar un
uso más racional y productivo del agua disponible en Cuba? ¿Cómo aprovechar con
eficiencia las infraestructuras construidas? ¿Cómo lograr que su distribución y
consumo, además de cada vez con mayor calidad, esté acorde también con la
actualización de nuestro modelo económico?
El
tema no es baladí. La gestión del agua es un servicio público que en las
economías de mercado mixtas se encarga por los poderes públicos a empresas
privadas que prestan los servicios de forma mucho más eficiente. Detrás del
agua, su ciclo integral, existen notables economías de escala que hacen esta
actividad especialmente interesante para las empresas privadas orientadas por
la óptica del beneficio. En las economías estalinistas, donde se supone que el estado provee todo tipo de bienes y servicios, la gestión del agua está dentro de sus competencias. Pero es evidente que en Cuba, también existe insatisfacción por lo que ha sido la historia del último medio siglo. Y van.
Lo
que sorprende, en el caso que nos ocupa, no es que en Cuba las autoridades estén
planteando desarrollar una política nacional del agua. Si hasta la fecha, no la han realizado, sus razones deben tener. Lo que me interesa de esta cuestión, y aquí me detengo para
citar textualmente, la referencia, “ una política nacional del agua con un enfoque económico”.
La pregunta es inmediata, ¿es
que la gestión del agua no se ha estado realizando con enfoque económico? Y si
la respuesta es no, lo que se supone por adelantado, ¿cuál ha sido el enfoque
utilizado? Insisto, con todo el poder económico en sus manos, ¿cómo es que no se ha realizado hasta ahora una política nacional
del agua?
La
gravedad de este asunto no deja lugar a suposiciones. Las afirmaciones de las
autoridades son rotundas, “estudios realizados sobre la situación actual
del aprovechamiento del agua, demuestran que un elevado por ciento que se
bombea cada año se pierde sin posibilidad de recuperarla”.
Atrás
ha quedado medio siglo de falta de inversiones en infraestructuras hidráulicas.
No en vano, la economía castrista presenta uno de los indicadores de formación
bruta de capital fijo, inversiones, sobre el PIB más bajos de América Latina,
en el entorno del 8%, y posiblemente del mundo. Los alcantarillados, las vías
de conducción de aguas para consumo permanecen inalterados desde los años 50
del siglo pasado cuando se acometieron los grandes proyectos de infraestructura
que no han sido atendidos por el régimen por la aplicación de un “enfoque no
económico”. El pase del tiempo, el desgaste, la obsolescencia, la pésima gestión atacan sin
piedad.
La
cuestión es que para mal o para bien, en la Isla viven cinco millones de
cubanos más. La economía posiblemente tenga una base similar, pero las necesidades
de la población se han incrementado, sin que los servicios de infraestructura básica como el agua, hayan seguido una evolución similar. Los apagones, a los que se acostumbraron
los cubanos durante décadas, fueron un buen ejemplo de esa falta de atención a
las infraestructuras. Ahora le toca al agua, en un país con un régimen
pluviométrico altamente favorable.
La
política diseñada por las autoridades se somete a lo establecido, cómo no, en
los “lineamientos” y se anuncian prioridades en el empleo del agua para consumo
humano y a la ganadería; la agricultura y la producción de alimentos; las
industrias; acuicultura; recreativos y ambientales.
Es
decir, las prioridades son todas. Nada queda al margen de este diseño genérico.
Y ahora viene tal vez lo más relevante. Porque la
cuestión planteada en el consejo de ministros, sin duda candente, es que de
estar subsidiado el suministro de agua, el régimen anuncia la fijación de
precios y tarifas para cada tipo de consumo. Las autoridades lo justifican como
un medio de ahorro. No hace falta saber mucho de Economía para darse cuenta de
que este es otro impuesto indirecto más que, como la electricidad, va a recaer sobre las
nuevas actividades económicas para detraer sus ganancias.
Al
referirse a estos asuntos, Raúl Castro “llamó la atención sobre el grave
problema que significa la carencia del agua, situación proclive a empeorar con
el paso de los años y en la medida en que se acentúe el cambio climático”. Me da la sensación de que las decisiones se
tenían que haber adoptado hace bastantes años, y que ahora, como viene
sucediendo en tantos otros ámbitos de la realidad, se llega tarde.
Tan
solo una frase de Castro me ha recordado que, aunque no lo pretenda, se parece
mucho a su hermano. Este se dedicó en sus últimas reflexiones a recuperar los
valores de la moringa como gran alimento para un pueblo acostumbrado a la
escasez y la carestía. Raúl Castro terminó su exposición en el consejo de ministros recordando la
importancia que tienen los “aljibes”. Sin duda, un medio muy relevante en la España de los árabes allá por el siglo VIII, o durante
la época de la colonia, pero totalmente en desuso en nuestros tiempos. Y cito
textualmente sus palabras, porque no tienen desperdicio, "existen métodos de
almacenamiento tradicionales, como los aljibes, que debemos promover para
aprovechar más y mejor el agua de lluvia", Ahí queda eso, la política nacional del agua con enfoque económico consiste en más impuestos sobre el agua y aljibes.
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