La gestión medioambiental en la economía castrista: un nuevo fracaso anunciado
Elías
Amor Bravo, economista
En
la reunión del consejo de ministros presidida por Raúl Castro y celebrada el
viernes 21 de este mes se abordaron una serie de cuestiones relacionadas con la
marcha de la economía nacional.
Uno
de los temas de mayor interés fue planteado por Salvador Pardo Cruz, titular de
Industrias, que expuso un diagnóstico sobre la situación del reciclaje de
materias primas en el país, “y la política que comenzará a aplicarse en este
sector con el fin de modificar el enfoque de su dirección, basada
fundamentalmente en la aplicación de incentivos e instrumentos económicos y en
la introducción de nuevos modelos de gestión”, de acuerdo con los
“Lineamientos”.
El
reciclaje de materias primas es una actividad que, en la mayor parte de las
economías del mundo que no se encuentran sometidas a trabas y ataduras como la
castrista, ha alumbrado un nuevo sector productivo que, contribuyendo a la
protección del medio ambiente, obtiene beneficios de su adecuada gestión.
Reciclaje,
reutilización y reducción son los principios de la política medioambiental que
están en la base del nacimiento de un sector económico moderno, altamente
productivo, con notable capacidad de generación de empleo y con importantes
niveles de inversión en I+D y tecnología. Un sector en el que las empresas privadas
obtienen beneficios gestionando una de las grandes demandas sociales que es
precisamente la protección y el cuidado del medio ambiente.
Ahora
bien, tratar de identificar en la empobrecida e ineficiente economía cubana las
bases de este sector puede parecer una broma de mal gusto. El ministro señaló
“entre las principales dificultades que obstaculizan la actividad, la
inexistencia de una política de reciclaje, los lentos procesos de aprobación de
bajas técnicas a los equipos en desuso, la exigua logística para enfrentar la
dispersión de las fuentes generadoras, la aplicación de precios no estimulantes
a algunos productos reciclables y el insuficiente número de casas de compra a
la población”.
Un
diagnóstico que pone de manifiesto las graves carencias que presenta la
economía castrista, su absoluta desestructuración y la ausencia de unas bases
mínimas para su sostenibilidad a medio plazo. Además, este diagnóstico, como
casi todo lo que se viene haciendo en la economía castrista, pretende situarse
por encima de la verdadera realidad del problema que es la ausencia de
actividades emprendedoras que puedan actuar con libertad en la promoción de
esta actividad.
Y
aunque las autoridades estén por “priorizar los procesos inversionistas”
asociados al reciclaje, surgen varias cuestiones que es preciso atender. En
primer lugar, quién va a invertir. Segundo, en qué se va a invertir realmente
cuando la sociedad cubana aprovecha prácticamente todo lo que tiene a su
alcance. Y tercero, existen dudas sobre la sostenibilidad de estas actividades
en la economía castrista, en sus condiciones actuales de falta de libertad
económica y ausencia de derechos de propiedad.
De
nada sirve la actualización de una Ley de Reciclaje, ciertamente antigua ya que
fue adoptada en 1975 hace casi 40 años, para conducirla hacia temas de
responsabilidad social a aplicar en el sector productivo y en la población. Más
aun cuando la base para la responsabilidad social es inexistente en la economía
castrista. Sin empresas privadas que orienten parte de sus beneficios hacia la
sociedad a la que prestan servicios, es difícil que la RSE pueda abrirse camino
en el régimen castrista. Eso sí, la actualización de la norma no pierde la
costumbre de confiscar, decomisar cualquier activo que sea apetecible, y de ahí
que se incluya “la facultad estatal de decomisar los medios abandonados y la
chatarra no declarada”.
Lamento
disentir del ministro por su entusiasmo por la autorización a las llamadas
formas no estatales de gestión a la actividad de recuperación de materias
primas en las pequeñas y medianas fuentes generadoras. Esta no es la solución,
ya que vuelve a ser un parche limitado, como la entrega de tierras a los
arrendatarios o los cuenta propistas en un número reducido de actividades.
La
experiencia confirma que la gestión medioambiental no se puede parcializar, y
exige modelos globales que integren al conjunto de actividades económicas y
tecnologías existentes. Exige, sobre todo, recursos financieros que en la
economía castrista son limitados. Tengo la impresión de que con la política de
reciclaje de materias primas, las autoridades buscan cubrir un expediente de
los llamados “lineamientos” que transformar la realidad.
Los resultados se
verán pronto. También serán un fracaso.
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