Sobre cómo producir frazadas de piso. Un gran problema para la economía castrista
Elías Amor Bravo, economista
En las sesiones de la Asamblea Nacional que se
están realizando estos días en La Habana, los diputados analizan y discuten las
cuestiones más asombrosas que se podrían esperar.
Granma se ha hecho eco de
algunas de ellas, bajo el calificativo de “preocupaciones de la población”. En
este artículo me quiero referir al análisis de la Comisión para la Atención a
los Servicios con relación “a la inestabilidad que existe en el abasto a la red
minorista de los productos de aseo y limpieza, que no suplen la demanda”.
Más de cincuenta años con las mismas escaseces.
Nada nuevo. Sin marcas competitivas en los establecimientos, sin producción orientada por las
necesidades del mercado, con empresas estatales ineficientes y desentendidas de
la óptica del servicio de calidad a los clientes, ¿a quién puede interesar en
la economía castrista que no haya desodorante, champú o frazadas de piso? Al
fin y al cabo, la llamada “revolución” está para otras cosas, sin duda más
importantes. Por ello, me parece interesante prestar atención a lo que se ha
dicho en esta Comisión.
Una buena forma de empezar es escuchar las
palabras de la ministra del ramo, Mary Blanca Ortega Barredo, quien dijo que “el
organismo despliega acciones para garantizar la presencia estable de estos
productos, el próximo año, en los establecimientos de venta”. Por increíble que
parezca, en la economía castrista, el champú o el jabón de tocador los produce un “organismo”
dependiente del estado. Es evidente que continúan en las antípodas de cualquier
escenario económico racional.
“Garantizar la presencia estable de los productos”.
Todo un compromiso difícil de cumplir. ¿Para qué se empeñan en enterrar año tras
año la escasa credibilidad que tienen ante la sociedad?. No están planteando la
construcción de carreteras, puertos o instalaciones eléctricas, operaciones que
exigen tiempo y esfuerzo inversor. No. Lo que están pidiendo en esta Comisión,
que se encarga de la producción de bienes de aseo y servicios, son cosas tan
simples como “jabones de tocador y de lavar, frazadas de piso, módulos de
cocción, ollas arroceras, multipropósito y hornillas, así como sus piezas de
repuesto”. Por cierto, la mayoría obligatoriamente importados porque en la
economía castrista, los planificadores jamás se han ocupado de estas cuestiones
banales.
Tremendo problema para el “organismo” cuya
misión, según la ministra, es “garantizar su aseguramiento”.
¿Cuándo se darán cuenta de que este no es el
camino para conseguir que la sociedad alcance cotas crecientes de bienestar y
prosperidad? En una economía en la que las frazadas de piso, el jabón de
tocador o los materiales de limpieza desaparecen de los establecimientos o
alcanzan precios imposibles, algo no funciona. Se trata de artículos básicos,
que forman parte de una cesta de bienes necesarios para hacer la vida más fácil.
Empeñados en que “organismos” de dudosa eficiencia se encarguen del “suministro”
de este tipo de productos, la opción es la misma, la que conduce al fracaso.
Más colas, más desabastecimiento, más frustración en amplios sectores de la
población. Recuerdo que, siendo niño, lo que más me gustaba era recibir
fotografías de la familia que se había exiliado a EEUU mostrándonos aspiradoras
o neveras, en las que no faltaba de nada. Ahí es donde reside el gran
fracaso de la economía castrista, en seguir empeñada en suministrar a la
población frazadas de piso por medio de sistemas cuarteleros basados en la
escasez.
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