Planificar menos, dar más espacio al mercado libre
Elías Amor Bravo, economista
Como viene siendo habitual en estas fechas, el pasado
viernes durante la última reunión del consejo de ministros se analizó la
ejecución de la economía cubana durante el 2012.
La conclusión es que la economía castrista no funciona
bien. Esta es una cuestión valorada de forma objetiva por economistas y
analistas, y que en el consejo de ministros también se tuvo en cuenta. Una
economía que se sostiene por un modelo distinto al que impera en el resto de
países del mundo, y que carece, por tanto, de cualquier referencia
internacional de contraste. Ni siquiera Corea del Norte sirve para realizar un
análisis comparativo del estado de postración de la economía castrista.
Y lo más grave es que, desde hace años, las
autoridades se empeñan en utilizar la economía, su medición y evaluación, como
un discurso más de la propaganda oficial, evitando un análisis objetivo y
profesional de los distintos indicadores disponibles, ciertamente escasos si se
atiende a la base de datos que contiene la Oficina Nacional de Estadística.
Prácticamente, no se dispone de indicadores para el análisis de la coyuntura
económica a medio plazo, y la mayoría de informaciones utilizan metodologías de
medición que han recibido durante algún tiempo, duras críticas de los
organismos internacionales.
No es extraño, en tales condiciones, que el
vicepresidente del Consejo de Ministros Adel Yzquierdo Rodríguez, considere que
la economía castrista “ha mantenido un comportamiento favorable durante el
presente año”, y lo atribuye “a la continuidad del esfuerzo que realiza el país
para atenuar las dificultades derivadas de la crisis económica mundial, del
bloqueo impuesto por el gobierno de los Estados Unidos, el incremento del
precio de los alimentos en el mercado internacional, así como de las propias
insuficiencias del modelo económico cubano”.
De todo ello, no podemos menos que estar de acuerdo
con el último punto, que hace referencia a las “insuficiencias del modelo económico
cubano”.
La crisis económica mundial ha pasado de largo, al
menos en sus efectos negativos, sobre América Latina, región en la que la
economía castrista debería estar más integrada, en lugar de abordar complejas
operaciones de integración, como el ALBA, cuyos resultados han sido
cuestionados. Durante 2012, América Latina ha sido, con diferencia, una de las
zonas del mundo con mayores niveles de crecimiento económico. Cuba, en cambio,
ha vuelto al quedar al margen de ese proceso.
El argumento del “bloqueo” ya no se sostiene, sobre
todo cuando se analiza la notable variedad y diversidad de bienes que se
comercializan en las tiendas en divisas de toda la Isla, así como la inyección
masiva de dólares en forma de remesas, las transacciones entre familias, los
viajes de turistas cubano estadounidenses, etc. El bloqueo interno sí que es
grave, y hay que atender rápidamente a su superación.
Los aumentos de precios de alimentos a nivel
internacional han afectado solo a aquellos países que necesitan importar lo que
son incapaces de producir por su ineficiencia o improductividad agrícola y
alimentaria, como es el caso de la economía castrista. Una economía que en los
años 50 prácticamente generaba todo tipo de bienes y productos agrícolas, ahora
debe importar cereales y carne para afrontar hambrunas cíclicas de la
población. La entrega de tierras no ha servido para estimular la producción
agraria, y la superación del modelo intervencionista estatal en la agricultura,
no parece estar en la agenda de los llamados “Lineamientos”. Nada cabe esperar
de estas reformas, salvo que la economía castrista deberá seguir importando
alimentos y pagando precios elevados, lo que podría superar con una adecuada
política agrícola, como hizo Vietnam hace veinte años.
Por lo tanto, que la economía castrista se haya
quedado en un 3,1% de crecimiento del PIB en vez del 3,4% planificado, es
irrelevante, porque las autoridades no se plantean las decisiones adecuadas para
evitar ese nuevo fracaso.
La razón no es otra que la excesiva confianza en el “Plan
de la Economía para el próximo año”, Medio siglo de planificación económica e
ideológica, no es la mejor receta para afrontar los retos de los años
venideros. Un plan que siempre se basa en lo mismo, “la integralidad del
equilibrio monetario y financiero”, lo que no se comprende muy bien qué
significa ni para qué se puede utilizar, o “la concentración de las compras
externas”, cuando lo que se está atacando es precisamente el “bloqueo”.
Cuestiones sobre las que no me quiero pronunciar.
Sin embargo, existe un tercer aspecto en el Plan que,
de llevarse a término, sí que puede cambiar el actual statu quo de ineficiencia
castrista. Me refiero a la “extensión del mercado mayorista”.
No se ha esbozado en profundidad lo que se pretende
con “la reestructuración inicial del mercado mayorista”, pero algunas novedades
son destacadas.
La nota de Granma informa que “entre otras cuestiones
se prevé que la comercialización mayorista pueda realizarse por personas
jurídicas y naturales”. ¿Aparece el intermediario en la economía castrista? ¿El
gran enemigo de aquellos revolucionarios que condenaron a la destrucción y al
ostracismo a empresarios que se dedicaban de forma honrada a esta actividad,
fundamental para una economía? ¿Qué clase de burla es ésta? ¿Se encuentra tan
desesperada la economía castrista que renuncia a uno de los postulados
ideológicos que trasladaron como estandartes del nuevo orden social, hace más
de 50 años?
Leyendo el anuncio de Murillo, no puedo menos que
recordar a muchos de aquellos ciudadanos que fueron confiscados en sus
propiedades y negocios, apartados para siempre de lo que había sido su vida en
Cuba por la ideología estalinista. Personas que, de forma honrada y con gran
esfuerzo vital, consiguieron una mejora de sus haciendas y patrimonios, con los
que esperaban, en muchos casos, tener una vejez tranquila después de años de
trabajo y ahorro. Sinceramente, no puedo menos que mostrar sorpresa por el giro
que anuncia Murillo en el Plan hacia la autorización del mercado mayorista en
Cuba por primera vez en más de medio siglo.
Hora es que se percaten de que el Estado jamás podrá
superar a las personas naturales y jurídicas en la actividad de intermediación
mayorista, sobre todo de productos agrícolas. La liberalización anunciada
siendo positiva, aún deja espacios de oscuridad y manipulación, ya que aun
cuando “los productores podrán vender a precios de oferta y demanda las
producciones y servicios excedentes” primero tendrán que “cumplir los
compromisos previstos dentro del Plan”. Y ahí es donde la arbitrariedad
comunista, fijando precios mínimos o retrasando pagos, actúa como un factor de
desequilibrio entre el juego libre y transparente de oferta y demanda, que
tanto necesita la economía castrista para regresar a la normalidad.
De momento es un primer paso. No es la solución
definitiva, pero de la misma forma que siempre que se cometen errores hay que
denunciarlos, esta medida, de ejecutarse correctamente puede suponer el
nacimiento de un mercado agrícola con intermediarios que obtengan beneficios de
una actividad legítima, hasta ahora relegada al estado, y proscrita para los
privados. Es un buen comienzo. Ojalá que se convierta en mejoras para todos los
cubanos.
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