Beneficios e inversión en el sector arrocero: clave del crecimiento


Elías Amor Bravo, economista

"Invertir para crecer". Este es el título de un artículo publicado en Granma que me ha llamado la atención.

Básicamente, porque en la economía castrista las inversiones pasan prácticamente desapercibidas. Si se analiza la distribución histórica del PIB entre las distintas variables que lo sustentan, consumo, inversión, gasto del gobierno, se observa que en Cuba el porcentaje de las inversiones en el PIB apenas alcanza un 10% de promedio en el período 1980 a 2011, según datos de CEPAL. Un porcentaje que es prácticamente la mitad del que se registra en el conjunto de las economías de América Latina, donde se suele destinar a las inversiones más del 20%.

Ese bajo nivel inversor registrado en la economía castrista tiene su explicación en que el esfuerzo económico y productivo de los cubanos se destina por los dirigentes de la economía de planificación central a otras cosas. Digamos, a otros destinos más improductivos e ineficientes, como por ejemplo, el mantenimiento de los llamados “logros de la revolución”, o la millonada de pesos que cada año, en forma de subvenciones, se destina al conglomerado de empresas estatales, ineficientes e improductivas, organizaciones y asociaciones de masas y del sector presupuestado, para sostener de forma artificial su actividad.

Insisto. Cada gobierno puede decidir cómo se reparte el pastel de la producción de una economía, pero la forma que tiene el régimen castrista de hacerlo, supone un pesado lastre para la economía.
Este es uno de los retos que tiene por delante el proceso de “actualización del socialismo”. El régimen lo ha afrontado por la vía de la reducción del aparato del sector presupuestado. Una vía complicada. Tuvo que detener el proceso de liberación de empleados estatales ante las protestas surgidas en determinados segmentos del movimiento sindical. Desde entonces, poco más se ha dicho de este proceso que parece enterrado sine die. Además, al parecer desde la dirigencia política del régimen no se tiene plena convicción que la receta sea la más adecuada.

Enfriado el proceso de reducción del peso del estado en la economía por la vía del empleo, ahora el régimen quiere que sean las empresas las que hagan crecer la inversión. En este artículo de Granma se cita el caso de la empresa “Emilio Córdova” dedicada a la producción arrocera en Villa Clara, que ha incrementado sus “entregas” un 50% en los últimos tres años gracias a un “amplio proceso inversionista” (construcción de nuevo molino arrocero de patente vietnamita y un secadero del grano, y compra de maquinaria industrial de origen alemán, caramba con el bloqueo).

Gracias a estas inversiones, los directivos confían en “secar y moler diariamente otras 55 toneladas del cereal, con lo cual la capacidad de procesamiento del territorio, incluyendo el molino del Purio, llegará a poco más de 90 toneladas en cada jornada”. Hasta ahora, esta empresa veía limitada su capacidad productiva al verse obligada a realizar un traslado diario del arroz a otras plantas próximas, lo que encarecía el producto, sobre todo en materia de combustible y transporte.

Además, los directivos de esta empresa quieren aumentar los rendimientos con la creación de una “unidad empresarial de base de semillas”, para obtener simientes de alto potencial productivo y buen comportamiento frente al ataque de las plagas, y acometer la construcción de una nueva planta procesadora de arroz en lo que otrora fuera la Empresa Azucarera "Batalla de Santa Clara", anunció el funcionario.

Este auge productivo arrocero en Granma ha atraído, según dice el artículo, a muchos campesinos a incorporarse al proceso. Normal, el trabajo cuando actúa con libertad, se orienta por la perspectiva de mejores rentas. Y se señala textualmente, “si al inicio era solo un puñado de labriegos dedicados al fomento del cereal, hoy suman 43 las formas productivas vinculadas a esta tarea y más de 300 los productores, lo cual asegura un crecimiento estable de la producción”.

El caso que nos ocupa es sencillo. Allí donde la inversión productiva se abre camino, la economía no tarda en crecer y expandirse. Pero este caso nos oculta, o tal vez por expresarlo mejor, no nos informa sobre la procedencia de los recursos que se destinan a la inversión. No es una cuestión baladí. Los economistas saben que para invertir es necesario contar con recursos financieros, o bien propios, o bien ajenos. Nada cae del cielo gratis. Los esfuerzos inversores de estas empresas deben tener su origen, dado el estrecho margen del sistema financiero castrista, en la generación de beneficio, ahorro y la reinversión de las ganancias obtenidas para crecer. ¿Tal vez una menor contribución estatal? No cabe otra interpretación.

La obtención de beneficios es condición sine qua non para el despegue de una economía. No es posible crecer si no se reconoce que una de las funciones principales de las empresas, como estructuras de organización social, es la obtención y acumulación de rentas para crecer. Estos emprendedores cubanos del arroz allá en Villa Clara están dando una lección ejemplar, y desplegando una actuación impecable que, ojalá yo les deseo desde aquí el mayor éxito, no sea interrumpida por el régimen. Tan sencillo como hacer las cosas bien, ganar dinero, obtener beneficios, ahorrar y reinvertir parte de los recursos en mejoras productivas. Ese es mi lenguaje, el que entendemos en todo el mundo. Si ese ciclo se mantiene, estamos en el camino correcto. Ojalá todo funcionara así.



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