El turismo de salud en el régimen castrista: mucho hay que hacer
Elías Amor Bravo, economista
Se equivoca el diario estadounidense
The New York Times cuando afirma en un reportaje que el turismo de
salud de EEUU a Cuba tiene grandes perspectivas de desarrollo conforme se vayan
desarrollando las relaciones entre los dos países. El error es creer
que la sanidad castrista puede dar respuesta organizada y de calidad
a un turismo exigente, como es el de salud. Mucho tienen que cambiar
las cosas. En esta entrada vamos a sugerir algunos de esos cambios.
Para empezar, no se debe buscar el
problema de la economía castrista en las leyes del bloqueo como hace el diario. Eso es
no querer reconocer la realidad de una economía de base estalinista,
controlada al 100% por un estado totalitario, que aspira a seguir
controlando la vida económica y social de los cubanos por siempre
jamás. Mientras esos postulados no se abandonen, poco, muy poco se
puede hacer no sólo en turismo de salud sino en cualquier otro
sector de la economía.
El turismo de salud es uno de los
segmentos más importantes del mercado turístico mundial. Algunas
estimaciones de la OIT apuntan a que será uno de los que experimente
un crecimiento más intenso, movido por dos fuerzas de tendencia que
son imparables: de un lado el proceso de envejecimiento de la
población en las naciones más avanzadas que poseen un mayor poder
adquisitivo y otorgan más relevancia al cuidado de la salud. De otro
lado, no menos importante, la aparición de grandes corporaciones a
nivel internacional que combinan la oferta turística de ocio y
tiempo libre con la experiencia sanitaria de alto nivel y la
concentración de la oferta en este tipo de servicios. Los analistas
prevén que las grandes potencias turísticas, España, Francia,
Estados Unidos, cuentan con ventajas a la hora de posicionarse con
éxito en esta nueva oferta, pero no cabe duda que la segmentación
internacional abre grandes oportunidades para países que quieran
especializarse.
La sanidad de la economía castrista no está
preparada para asumir estos retos, por mucho que se empeñe el The
New York Times. Atrasada tecnológicamente, carente de recursos, postrada, con cada vez menos profesionales por su orientación a la venta de servicios médicos, definen un sector que ha provocado quejas de numerosos ciudadanos por la pérdida de calidad. Ni las autoridades saben qué hacer ni tampoco ha
conseguido apostar por un modelo adecuado para el desarrollo del
sector. Este año, después de un lustro intentando, han conseguido
superar, por muy poco, el objetivo planificado de 3 millones de
turistas. Una cifra que se antoja insuficiente si se compara con
otros países del Caribe.
El turismo de salud en Cuba podría
tener un gran futuro, con otro modelo económico y social. Cierto que
la llamada "revolución" otorgó prioridad al desarrollo de los
servicios médicos a partir de 1959 y que los profesionales de la
isla han gozado de prestigio a nivel internacional. También es
verdad que, dentro de los convenios comerciales que realiza el
régimen castrista con otros países, cada año miles de personas
viajan a la Isla a recibir tratamientos en Cuba, pero ello tiene muy
poco que ver con el turismo de salud. Casos aislados como los que se
mencionan en el reportaje del diario, como el empresario canadiense
David McBain, son excepciones que no pueden servir para afirmar que
el futuro del turismo de salud es espectacular.
Contando con unos profesionales
cualificados, en Cuba hay mucho que hacer antes de que los ciudadanos
de Estados Unidos decidan acudir a la Isla a recuperarse de sus
dolencias mientras practican el turismo. Lo más probable es que
sigan viajando a Canadá, el Reino Unido, Israel, Singapur y Costa
Rica, que han alcanzado un reconocimiento y tienen una clara ventaja
con respecto a la Isla.
Lo primero que se tiene que hacer en
Cuba es liberalizar el mercado sanitario, de modo que la empresa
privada competitiva se convierta en el eje principal de las
actividades a desarrollar en el sector. No se trata, como en la
hostelería, que el régimen alquile a las multinacionales
establecimientos para que los gestionen. La atención médica
requiere inversiones cuantiosas en equipamientos y tecnología que
las precarias arcas del régimen castrista no pueden asumir. Retirar
la abrumadora presencia del Estado del sector es una tarea
primordial.¿Lo harán las autoridades?
Ello debe ir acompañado de una libre
autorización para el ejercicio de la profesión médica para
los cubanos. No deben tener limitación alguna a establecerse por
cuenta propia o para, si lo desean, ofrecer sus servicios al público en general, o
aceptar contratos libres y no intervenidos por el estado, con las
empresas privadas que aspiren a instalarse en la isla.
Estos dos pasos no los menciona el
diario The New York Times, pero es evidente que si no se liberalizan
las fuerzas productivas del sector, difícilmente puede llegar a
ningún sitio. No es una cuestión de licencias, permisos o
autorizaciones para viajar. Es un cambio estructural en la
organización de la economía que, en las condiciones actuales, no
podrá suministrar esos servicios de salud a unos niveles de calidad
similares a los exigidos por la demanda internacional.
En tercer lugar, el precio. El turismo
de salud no es una cuestión de competencia vía precios, sino de una
clara apuesta por la calidad. No creo que el sector privado
empresarial tenga especial interés por apostar por un turismo de
salud estilo maquila de bajo coste en Cuba, donde las operaciones de cataratas o de
cirugía estética o los tratamientos de fisio, alcancen unos precios
muy bajos con respecto a los de otros países. Esa política es
negativa para los profesionales, las empresas y a la larga termina
siendo contraproducente. Cuando se trata de la salud y la vida humana,
escatimar con costes y precios, no suele ser buena estrategia.
Por último, el régimen no es capaz en
sus condiciones actuales, de permitir la instalación en el país de
los grandes consorcios empresariales que están detrás del turismo
de salud, y que combinan empresas especializadas en hotelería, con
la integración vertical de grandes corporaciones médicas, tecnológicas, compañías de seguros
y fondos de pensiones. No conviene olvidar que este sector mueve
niveles de facturación realmente elevados que además irán en
crecimiento. En sus condiciones actuales, el sistema bancario
castrista, por ejemplo, es incapaz de dar cobertura a las necesidades
de este formidable sector.
La normalización de las relaciones
entre Estados Unidos y el régimen castrista es un túnel oscuro, al
menos de momento, en el que no se ve luz alguna al final. No es falta
de optimismo, es simplemente constatar la complejidad de un proceso
en el que una de las partes ha dado realmente muestras de buena
voluntad, pero la otra, al menos hasta el momento, no ha movido
ficha. Y parece que así va a seguir.
muy buen post, muy didactico y explicativo
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