Lo que no debe hacer el presidente Obama (I)
Elías Amor Bravo, economista
Ahora Granma, el portavoz oficial del
régimen castrista se presta a actuar como consejero político del
presidente Obama. Sorprendente. Así se desprende de un artículo en
el que Ariadna Cornelio y Gretter Alfonso, ambas funcionarias del
Minrex, sugieren cómo puede modificar sustancialmente la aplicación
del bloqueo contra Cuba.
Vaya por delante que si esto mismo lo
hubieran realizado dos altos funcionarios del gobierno de Estados
Unidos, dirigiéndose en el The NYT o Washington Post a Raúl Castro
para pedirle lo mismo, se habría organizado tremenda pelotera, y muy
probablemente, ya se habría dado el portazo a cualquier relación
entre los dos países.
Pero esas son cosas de las dictaduras
totalitarias. Y en democracia, las opiniones distintas siempre son
bien recibidas. Se escuchan y se cuestionan. Todo ello con absoluta
libertad. A ver si en La Habana toman buena nota.
Vaya por delante que el artículo me
parece, que refleja un desconocimiento de las reglas de
funcionamiento de una democracia plural, en la que existe separación
de poderes. No es cierto que el presidente Obama pueda utilizar sus
prerrogativas ejecutivas para modificar la implementación de la
política de bloqueo contra Cuba. El punto de partida simplemente no
sirve.
La razón es que la responsabilidad de
las leyes aprobadas por el Congreso de Estados Unidos para defender a
sus nacionales de las expropiaciones realizadas por el régimen
castrista a comienzos de los años 60, no se puede escamotear, como
dicen las autoras, con el “precedido desmontaje de la inmensa
mayoría de las restricciones que conforman esta política, a través
de acciones ejecutivas del Presidente”.
Basta con contemplar los supuestos que
limitan la acción presidencial para comprobar lo poco que se puede
hacer desde el poder ejecutivo.
En primer lugar, la prohibición a
subsidiarias de Estados Unidos en terceros países a comerciar bienes
con Cuba, recogida en la Ley para la Democracia Cubana de 1992 (más
conocida como Ley Torricelli). La segunda es la prohibición de
realizar transacciones con propiedades norteamericanas que fueron
nacionalizadas por el régimen castrista, incluido en la Ley
Helms-Burton. En tercer lugar, la prohibición a los ciudadanos
estadounidenses de viajar a Cuba con fines turísticos. Y en cuarto,
la obligación impuesta al régimen castrista a pagar en efectivo y
por adelantado las compras de productos agrícolas en Estados Unidos.
Las cuatro restricciones parecen
razonables. Una revisión somera de las hemerotecas permite obtener
suficientes justificaciones para mantener una actitud cauta con
relación al régimen castrista, que sigue siendo una dictadura
totalitaria que apuesta cualquier foro internacional para lanzar
ataques contra Estados Unidos y maneja todos sus recursos
propagandísticos para convertir a este país, “el imperio del
mal”, en el gigante Goliat enemigo de todos.
Estados Unidos debe actuar frente a la
dictadura comunista con la ética y dignidad de las democracias. Las
Leyes emanadas por el poder legislativo de esta nación como la
Torricelli, o la Helms-Burton responden a la voluntad popular y a
procesos parlamentarios basados en la discusión y aprobación de
normas que, en Cuba, simplemente no pueden comprender, porque llevan
más de medio siglo alejados de las leyes democráticas de la
pluralidad y respeto a las opiniones alternativas.
Mientras que el Congreso de los Estados
Unidos siga manteniendo la responsabilidad en lo relativo al
levantamiento del bloqueo contra el régimen castrisya, no parece
razonable apostar por unas pretendidas “amplias facultades del
Presidente para, a través de la emisión de licencias, permitir
transacciones referidas al bloqueo que están reguladas por el
Código Federal de Regulaciones de Estados Unidos”. La
estrategia castrista del divide y vencerás, también en las
democracias, choca contra la ética y la legitimidad de la
representación popular.
En ese sentido, lo que pudimos observar
el pasado 17 de diciembre del 2014, posee el significado que tiene.
Nada más. Que el Presidente de Estados Unidos anuncie medidas
para modificar la aplicación de determinadas regulaciones del
bloqueo ha creado no pocas expectativas, pero solo es eso, de
momento. Expectativas. El pueblo cubano sigue como siempre, tratando
de “resolver” para llegar a fin de mes con uno de los salarios
nominales más bajos del mundo. Y es cierto que el pasado 15 de enero
del 2015, los Departamentos de Tesoro y Comercio publicaron las
regulaciones administrativas para implementar las medidas anunciadas
por el Presidente, pero también hay qué plantearse en qué
medida estas medidas realmente van dirigidas a mejorar las
condiciones de vida del pueblo cubano, y no son otra cosa que un
subterfugio para intentar que lo que sale de Estados Unidos por una
vía, vuelva por la otra.
En efecto, si se eliminan algunas de
las restricciones económicas, financieras y comerciales actuales,
tiene que existir una compensación. Nada es gratis. Mucho menos en
la economía. En ese sentido, no es difícil coincidir con las
autoras del artículo en que “las modificaciones realizadas por
Obama están lejos de ser todo lo que el Presidente puede hacer”,
pero, y realmente esto es lo importante, lo cierto es que, al menos
de momento, no deben ir a más. Los avances en materia de remesas,
viajes, telecomunicaciones, etc, van a servir para generar un flujo
circular de ingresos y comercio entre Estados Unidos y Cuba de
efectos muy limitados sobre la población. Las pretendidas amplias
facultades ejecutivas del presidente para eliminar otras
restricciones vigentes tienen que esperar la decisión del Congreso.
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