Los bancos suizos, Netflix y los agricultores de EEUU: tres patas de una misma mesa
Elías Amor Bravo, economista
Tres noticias aparentemente poco
conectadas entre sí han venido a atraer la atención de los medios
de comunicación sobre ese clima de creciente relación entre la
presidencia de Estados Unidos y el régimen totalitario de los
Castro. Me refiero, y por este orden, a la filtración de datos sobre
cuentas bancarias de HSBC en Suiza y los 29 clientes de Cuba, sin
especificar si es su país de residencia, el lanzamiento de Netflix,
la empresa estadounidense de películas y series a través de
internet en Cuba y por último, la presión organizada de agricultores en
Washington para levantar el embargo a Cuba y aumentar sus ventas de
alimentos a la Isla. La celeridad de los acontecimientos hace pensar
en un efecto “bola de nieve” cayendo a toda velocidad por una empinada cuesta, sin saber muy bien si acabará estrellándose contra la
pétrea roca del régimen de los Castro.
El escándalo de las 70 cuentas
bancarias abiertas entre 1986 y 2006 en el HSBC por titulares que no se
conocen, pero que en todo caso procedían de Cuba, no ha sido portada
de Gramma, ni tampoco de la “mesa redonda” de la televisión
castrista, lo que supone que sea una noticia prácticamente
desconocida por la población cubana. Pero se trata de algo tan grave
en extremo para la imagen internacional de un régimen que pregona
la igualdad social, que no existe la menor duda que terminará
suponiendo un coste político. La magnitud de las operaciones y del
dinero en cuentas suizas, 83,8 millones de dólares, y el hecho de
que un solo cliente de Cuba tenga una cifra de 48,5 millones de
dólares, ha llevado a todo tipo de especulaciones.
Con independencia de que Cuba ocupe el
puesto 110 en el ránking de países por volumen de fondos afectados
por la filtración según la información facilitada por SwissLeaks,
lo más sorprendente es que alguien en la Isla, con una economía
postrada, ineficiente y empobrecida, pueda llegar a acumular tales
cantidades y además, mantenerlas en secreto en un banco suizo durante casí 20 años.
No es fácil asimilar la idea de millonarios en el régimen
castrista, después de tanta demagogia y propaganda contra cualquier
proceso legítimo de enriquecimiento. Pero ahí están los datos, y
seguro que habrá repercusiones. Millones de dólares conseguidos por
alguien en el paraíso de los desposeidos del mundo, es algo que se
tiene que revisar.
El desembarco de la compañía de
películas y series de televisión por internet, Netflix en Cuba es
otra noticia que se ha encaramado a los primeros puestos de la
información. Conviene recordar que se trata de un
estreno, fruto del acuerdo alcanzado entre La Habana y Washington
para restablecer las relaciones diplomáticas entre los dos países.
De lo que no cabe duda es que, al menos de momento, serán muy pocos
los cubanos con capacidad para acceder a los servicios de Neflix,
aunque ya hay quienes piensan que este es un indicio de que las cosas
van por un camino bien seguro.
Los servicios de Netflix, que aún no
se encuentran disponibles en varios países de Europa, entre ellos
España, costarán 8 dólares, una cifra que supone prácticamente la
mitad del sueldo medio en Cuba. Este no es problema. No parece
razonable que los cubanos que tienen dificultades para llegar a fin
de mes vayan a comprar el servicio. De hecho, éste solo se podrá
adquirir por los cubanos que dispongan de tarjetas de pago
internacional. Es decir, muy pocos, y un segmento de población que
podrá beneficiarse de uno de los acuerdos más controvertidos
anunciados por el presidente Obama. Ya American Express y Mastercard
anunciaron planes para establecerse en la Isla, pero una vez más
aparecen los problemas, ya que el número de terminales que aceptan
estas tarjetas sigue siendo muy reducido, prácticamente marginal.
A lo anterior, que es un límite
económico evidente, se tiene que añadir el limitado acceso a
internet de la población, ya que solo el 5% de los 11 millones de
habitantes de la isla pueden conectarse desde sus viviendas a,la red,
según Freedom House. ¿Donde van a ver la programación de Netflix? Este es un privilegio de la jerarquía del
régimen, como los altos cargos gubernamentales y los extranjeros que
viven en el entorno de las divisas y los hoteles.
A mí me parece ciertamente una buena
idea que Netflix quiera añadir a sus 57 millones de clientes en algo
más de medio centenar de países, a los cubanos que residen en la
Isla. Por lo menos, podrán ver películas y series de mucha más
calidad que la aburrida programación de la televisión del régimen
y del partido único. Pero no me cabe la menor duda que este tipo de
servicios van a permitir que se visualicen de forma muy evidente las
graves desigualdades que existen en la Isla, y que el régimen con su
propaganda, ha querido combatir. Y eso, no es bueno. Ya lo verán.
Por último, en estos días de cierta
euforia, se ha conocido que grupos de agricultores de Estados Unidos
han presionado al gobierno en Washington para levantar el embargo a
Cuba. No es una novedad y además es normal. Tienen delante un mercado de grandes proporciones, que
conocen bien, y para el que tienen preparados sus productos
subvencionados. Cuba importa cerca del 80% de sus alimentos. Por
ello, las compañías agrícolas de Estados Unidos, como Cargill,
CoBank y la Federación de Productores de Arroz, quieren sacar
provecho del aumento esperado de las ventas de alimentos y se
preparan para una operación de cabildeo con poderosos instrumentos,
la Coalición Agrícola Estadounidense para Cuba (USACC, en inglés).
Sin embargo, lo tienen difícil. Pasar de los 152
millones de dólares actuales, a la estimación de 1.000 millones que
hacen los optimistas, va a requerir años. No es una cuestión de
embargo, como ellos piensan, sino de limitaciones físicas del
mercado interno cubano y de capacidad adquisitiva de la población.
Estos empresarios de EEUU que están esperanzados con el desarrollo
de la alimentación en la Isla deberían saber que Raúl Castro
tampoco está de brazos cruzados, y ha emprendido, con los
Lineamientos, políticas dirigidas a reducir la dependencia externa
reconocida por el propio régimen, de alimentos.
El problema no se resuelve con más
crédito a la Isla, para que puedan comprar más. Simplemente porque
los consumidores finales no pueden hacer más esfuerzos con los sueldos que
cobran. Se requiere empezar por una mejora continuada de las
condiciones internas de mercado en la Isla, lo que pasa por la ruptura del
modelo de planificación central y ausencia de derechos de propiedad,
que detrae recursos de la economía en una proporción nunca vista en
otros países. Más del 65% del PIB cubano cae bajo control de la
actividad estatal improductiva e ineficiente. Mientras esos recursos
no se concentren en manos privadas de trabajadores y empresarios, en Cuba no habrá mercado alguno
para desarrollar.
Además, incluso aceptando que los
cubanos experimentaran de forma inmediata una mejora de sus niveles
salariales y poder de compra, está la cuestión de mercado, es
decir, ¿cómo vender los alimentos a los cubanos? ¿En los mercados
agropecuarios? ¿En las desabastecidas tiendas estatales? ¿Con
carretilleros? Estas empresas de EEUU deben saber que en Cuba no
existe sector comercial, ni cadenas de distribución logística, sino
una entidad estatal llamada ACOPIO que hace de las suyas, con quién
le da la gana, porque es un monopolio del estado, que carece de estímulos para ofrecer un servicio
de calidad.
Por lo tanto, antes de ponerse a llevar
cereales, carne y otros alimentos al puerto de La Habana, que piensen
que allí se pueden quedar los géneros, sin que nadie los transporte a los
clientes finales. Y eso, obviamente, no depende de los legisladores
de Estados Unidos, sino del régimen y su política económica.
Me sorprende que uno de los hijos de
Fidel Castro celebre la llegada a Cuba de Starbucks o McDonald's a La
Habana. De antemano, creo que este alegato es un despropósito, una broma
castrista más cuando millones de cubanos tienen dificultades reales para llegar a fin de mes. El diálogo puede estar bien, pero los intereses
económicos no juegan a favor mientras el sistema permanezca
inalterado. Así de fácil.
Comentarios
Publicar un comentario