Cuota azucarera por inversiones: el error económico de Castro
Elías Amor Bravo, economista
Menos mal que todo se sabe. Un artículo
publicado en Granma, hoy, titulado “Sin cuota, pero sin amo” nos
lleva a los comienzos de 1960 cuando Fidel Castro, en el apogeo de la
locura revolucionaria comunista, dijo y cito textualmente, “nos
quitarán las cuotas, ¡pero no nos podrán arrebatar la república
ni nunca podrán ponernos de rodillas!”.
Es una frase muy importante, que resume
no sólo una clara estrategia premeditada para romper relaciones con
el vecino del norte, lo que estaba claro desde el principio en los
postulados del movimiento 26 de julio, sino que, además, y esto es
lo que más nos puede interesar, desde la perspectiva del análisis
económico, muestra un claro desconocimiento de cómo funciona una
economía racional y confirma, una vez más, las profundas raíces
ideológicas del desastre en que se ha convertido la economía
castrista.
Vayamos por partes.
Primero, porque existen algunas
cuestiones en el artículo que, no siendo ciertas, pueden confundir
al lector. El artículo sitúa en el presidente Eisenhower el inicio
de los movimientos contra la llamada “revolución” manejando el
instrumento de la cuota azucarera. No es cierto, los estadounidenses
reaccionaron desde 1959 cuando comenzó la nacionalización masiva de
sus propiedades, empresas y negocios, e incluso, desde la secretaría
de Estado hubo un requerimiento formal al régimen castrista para el
pago de las expropiaciones, reconociendo al nuevo gobierno su
competencia en la materia. Pero ante la falta de respuesta de Castro,
EEUU tuvo que defenderse.
Y para ello recurrió a la cuota
azucarera. Los que conocen bien la historia económica de Cuba, saben
que este acuerdo fijó las condiciones para el desarrollo y
prosperidad de la Isla desde la década de los años 40, tras las
tribulaciones de los años 20 y 30, derivadas de la primera posguerra
mundial y de la gran depresión. La cuota azucarera permitía a Cuba
determinar con precisión sus objetivos de producción para el vecino
del norte, a unos precios muy rentables y en unas condiciones de pago
que contribuían a estrechar y reforzar unas relaciones que
permitieron a Cuba despegar en sus principales indicadores. Era el
sueño de Arango y Parreño desde los tiempos coloniales, hecho
realidad. Los datos están ahí, y no hace falta escarbar mucho para
encontrarlos.
Las presuntas represalias contra la
economía castrista, acordadas por EEUU, actuando discrecionalmente
sobre el monto de la cuota cubana, era un poderoso argumento para
negociar. En Cuba, sin embargo, se quiso interpretar como una
maniobra de desestabilización de la revolución con el ánimo de
hacerla fracasar.
Fidel Castro lo tuvo muy claro. El 24
de junio, en una comparecencia televisiva y radial por el llamado,
Frente Independiente de Emisoras Libres amenazó al Gobierno de EEUU
que Cuba respondería a cada agresión, elevando el tono del discurso
y preparando las condiciones para una confrontación que, de
antemano, sabía que podía ganar. Como los papeles quedan para la
historia, en aquel discurso Castro detalló cuál sería la respuesta
cubana a lo que él calificaba como “agresión económica
norteamericana” a partir de las inversiones que los norteamericanos
poseían en Cuba.
Esto, que yo califico como el “error
económico Castro” viene a mostrar el deficiente conocimiento de la
realidad del funcionamiento de una economía que tenía el caudillo,
y cómo, cuando la ideología política pasa a ocupar un papel
central en las decisiones económicas, nada puede salir bien. El
error básicamente consistió en comparar el valor de la inversión
de EEUU en Cuba con el importe de la cuota azucarera.
Y lo explicó con rotunda claridad
“¿nosotros podemos perder parte de nuestra cuota azucarera? Ellos
pueden perder parte de sus inversiones. ¿Podemos perder toda la
cuota azucarera? Ellos pueden perder toda su inversión en Cuba.
Cambiaremos cuota por inversión”.
Parece mentira que alguien que aspira a
dirigir los destinos de una nación pueda cometer un error de estas
dimensiones, ni siquiera los alumnos de 1 curso. Me explico.
El stock de la propiedad existente en
una economía es el resultado de la construcción de las
infraestructuras privadas y públicas, durante décadas, gracias a
esfuerzos de ahorro e inversión, trabajo productivo y éxito en la
gestión de los negocios. De algún modo, se puede interpretar como
la columna vertebral de una economía, y el origen de todos sus
procesos de generación de renta, empleo y beneficios. Si el stock de
propiedad de una economía se destruye, como ha demostrado la
experiencia en Cuba, la economía se derrumba y nunca más vuelve a
recuperar su funcionamiento inicial.
La cuota azucarera era un instrumento
de mercado sobre uno de los resultados principales de una economía
que facilitaba las relaciones comerciales y financieras. Cada año,
el importe de esa cuota variaba, no sólo en función de la
producción sino de los cambios en los precios de los mercados
mundiales, la aparición de nuevas tecnologías o la entrada de
productores competitivos, entre otros. La cuota podía existir o no.
La cuestión era su sustitución por operaciones de mercado con otros
países que tuvieran la misma capacidad de demanda que los Estados
Unidos. Por desgracia en 1959 no existían esos mercados, y mucho
menos, detrás del bloque soviético.
EEUU no tuvo problema para sustituir la
oferta de azúcar cubano. Los productores de esta mercancía en otros
países pudieron afrontar la demanda, e incluso sus nacionales,
ciertamente menos competitivos que los expertos industriales cubanos
de los años 50.
Pero los Castro, al destruir el
patrimonio de la Isla, nunca pudieron volver a crear las condiciones
para la prosperidad. Simplemente, destrozaron la columna vertebral
del sistema para generar un sistema de planificación central,
impuesto por la fuerza, obsoleto, ineficiente y dominado por
criterios ideológicos.
Los propios EEUU tuvieron sus dudas
sobre qué influencia podrían tener sobre la revolución con una
legislación azucarera. Así queda recogido en el artículo de
Granma. Es más, el Secretario del Tesoro, Robert B. Anderson dijo
con no poca ingenuidad: “Castro pensaría que a una o dos medidas
severas sin dudas le seguirían otras, y suponiendo que Castro sea un
hombre inteligente, cosa que debemos suponer, encontrará formas para
solucionar el problema ocasionado por nuestras acciones”.
Es evidente que no quería resolver
problema alguno. Sino, todo lo contrario. En 1960 la ayuda soviética
ya estaba comprometida. La manipulación de la opinión pública
cubana y la propaganda castrista se emplearon bien a fondo en esta
cuestión que ha devenido, con el paso del tiempo, en el estridente
debate del embargo. Miles de horas de discursos interminables
hablando de cosas sin sentido, como que EEUU pretendía arrasar la
economía cubana, rendir al pueblo por hambre y doblegar.
Los hechos posteriores son bien
conocidos. Por un lado, la Ley de Nacionalización de julio de 1960
autorizaba al Presidente de la República y al Primer Ministro para
“disponer la nacionalización, por vía de expropiación forzosa,
de los bienes o empresas propiedad de personas naturales o jurídicas
nacionales de los Estados Unidos de Norteamérica o de las empresas
en que tengan interés o participación dichas personas, aunque las
mismas estén constituidas con arreglo a las leyes cubanas.”
De forma simultánea, el presidente de
Estados Unidos firmaba la rebaja de la cuota azucarera cubana en
700.000 toneladas cortas, para ese mismo año. En Granma señalan
textualmente que “Eisenhower al anunciar la rebaja dijo que
sentía “sincero pesar” y que su gobierno había realizado
esfuerzos por “mantener la amistad tradicional en Cuba”.
Después vino el resto de
confiscaciones con las leyes 890 y 891. Esta vez a los cubanos, que
emprendieron la triste marcha del exilio, al no encontrar
posibilidades de futuro en su patria y sentarse las bases de un
modelo soviético y estalinista, que destruyó para siempre, los
vínculos económicos, financieros y comerciales de Cuba, construidos
durante los primeros 55 años de su vida como República.
Aquello fue el comienzo de la guerra
fría en América Latina y el Caribe. Una guerra que aún no ha
acabado, por desgracia.
La producción de azucar en Cuba se realiza en unos cincuenta ingenios azucareros, bajo estricta centralización estatal.
ResponderEliminarLa familia Fanjul, después que sus ingenios fueron confiscados en Cuba en 19690, desarrollaron tres ingenios azucareros en la Florida y La Romana en República Dominicana. La producción anual de estos ingenios es de alrededor de 1 millón de toneladas.
Puede decirse algo más en la comparación de la centralización estatal en Cuba y la inicitiva privada en la administración de negocios?
Muchas gracias Gonzalo por la información que aportas. Es evidente que la gestión privada es altamente productiva porque el móvil nada tiene que ver con la ideología y burocracia que ha sufrido Cuba en 56 años.
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