Sobre el viaje del presidente Obama al régimen castrista

Elías Amor Bravo, economista

Como analista de la economía cubana, no me sorprende, en absoluto, el teatro que Obama inició en diciembre de 2015 con el dictador Raúl Castro, por mucho que algunos medios se empeñen en llamarlo “presidente”. Lamentablemente, la historia de los últimos 57 años dice que son muchos los países del mundo que han estado cerca de los Castro, que han simpatizado con su llamada “revolución”, e incluso, a pesar de que nadie otorga utilidad alguna a ese régimen en la actualidad, no cabe duda que si el castrismo ha resistido es porque ha tenido apoyo, cubierto o encubierto. Y eso, considerando la falta de libertades de la Isla y el clima de represión existente, es moralmente reprobable. Lo más llamativo, según algunos, será la visita de Obama a Cuba los días 21 y 22 de marzo, un presidente que enfoca sus últimos meses de mandato y que se pretende apuntar un éxito, como el segundo en recorrer la Isla en los últimos 83 años.

Es un viaje más. Otros presidentes de distintos países han viajado a la Isla, sin ningún resultado en términos de libertad, democracia y pluralismo. Sería una nómina muy extensa, y no vale la pena incidir en ella. En los últimos meses, empresarios, profesionales y gestores también se han prodigado en viajes a la Isla, y han vuelto con la misma sensación de incertidumbre, y sin conocer la solución de los muchos y complejos problemas internos de Cuba, que no son pocos.

No cabe duda que la visita de un presidente de EEUU tiene cierta importancia. Basta escarbar un poco en las hemerotecas para comprobar que los Castro siempre han ofrecido al pueblo de los EEUU, a sus presidentes, a sus instituciones, todo tipo de insultos e improperios, para justificar una posición internacional que, ciertamente, ha funcionado. Si Cuba y EEUU no se han relacionado, la responsabilidad ha sido de La Habana, que desde 1959 inició un proceso de ruptura de relaciones diplomáticas y de aprovechamiento de la llamada “guerra fría” para poner distancia con el vecino del norte. Por el contrario, los cubanos que huían de la dictadura, cada vez más feroz con sus métodos represivos, tenían muy claro que el horizonte del futuro y prosperidad estaba en EEUU y en concreto en Miami y la Florida, que se han visto muy beneficiados de esa llegada masiva de más de 2 millones de cubanos y descendientes.

La beligerancia castrista con EEUU ha abierto un escenario de conflicto permanente, que lejos de ser resuelto, llegó a agravarse notablemente con el asesinato por la aviación militar de los Castro de ciudadanos de EEUU de origen cubano que desde las avionetas pacíficas de Hermanos al Rescate ayudaban a los cubanos a sortear el estrecho de la Florida en sus precarias balsas. Un crimen que el derecho internacional sigue sin resolver.

La tensión de la “guerra fría” permitió a los Castro conservar el poder y convertir a la isla en un baluarte defensivo de sus intereses, aceptando el precio de una ruptura de relaciones con EEUU, en una pretendida y falsa “defensa de la independencia” que suena a chiste viejo. Tan viejo, como lo fue la abolición de la Enmienda Platt en los años 30 del siglo pasado.

Y ahora, en la fase terminal de un régimen que intenta, y lo va a conseguir, evolucionar hacia un sistema político que reivindicará la obra de los Castro, lo que no entra en diseño democrático y plural alguno compatible con la sociedad occidental, Obama viaja a Cuba y se reúne con Raúl Castro, el hermano al que se atribuye la responsabilidad de algunas reformas para que los cubanos puedan respirar, mientras se mantiene la represión, la agresión a los derechos humanos y la falta de libertades públicas como principios constitutivos del régimen.

Sin duda, un giro importante de la política de EEUU, condicionado a que Cuba adopte medidas para favorecer las libertades y el pluralismo, a que un régimen que en 57 años no ha movido ficha, lo haga ahora, en su último tramo vital. De algún modo, Obama está regalando a los Castro un seguro de vida gratis para que sus últimos años no tengan que ver como Cuba se moderniza y se convierte en una nación democrática y plural. ¿Es ésto necesario? ¿Es ésto lo justo?

Observando los movimientos dados por los dos países desde diciembre de 2015, no es difícil concluir que, mientras EEUU ha hecho la mayor parte de sus deberes, el régimen de los Castro continúa sin asumir que la soberanía nacional, al igual que la de cualquier país, se basa en el respeto a sus ciudadanos, a los que ha tratado como súbditos, sin derechos, durante décadas.

Lejos de aceptar este principio, el régimen lanza nuevas campañas en defensa de la devolución de Guantánamo o unas pretendidas compensaciones por el “embargo” que, ni de lejos, se aproximan al perjuicio económico sufrido por los ciudadanos de EEUU en Cuba con las confiscaciones sin pago decretadas a partir de 1959.

Los cubanos asisten a este proceso sin poder abrir la boca, ya que no tienen libertad para hacerlo. Es verdad que con gran esperanza, pero también con muchas dudas sobre la viabilidad de los procesos que están abiertos. Y no deja de ser significativo que todos coinciden en que el origen del problema se encuentra en el bloqueo interno del régimen en contra el pueblo, de modo que las reformas de los llamados “Lineamientos” se han quedado a medio camino, sin facilitar la mejora de las condiciones de vida de la población. Las cifras de la emigración reciente lo confirman.

Al final, la visita de Obama al régimen castrista va a servir para lo mismo que la de otros dirigentes internacionales. Para nada. Ni siquiera para legitimar un régimen no democrático, porque los Castro ya se están encargado de ello. Los mensajes, los discursos y los comunicados que salgan de este viaje quedarán para la posteridad, y de hecho los medios se harán eco de los mismos, pero no surtirán efecto alguno en la calidad de vida de los cubanos, ni los van a ayudar a ser un pueblo libre. De la misma forma que en el pasado los viajes de presidentes de Italia, Francia, España, o diplomáticos de Alemania, Canadá, Holanda, y un largo etcétera de países han servido para que los cubanos puedan respirar aires de libertad.

Tampoco los cubanos van a reaccionar. No pueden. La amenaza de la represión es cada vez mayor, e incluso, la seguridad del estado y la policía secreta se emplea a fondo todos los domingos contra unas mujeres indefensas que no hacen otra cosa que ejercer sus derechos. En cualquier país del mundo, esta acción sería calificada como una atrocidad, un ejemplo de violencia no justificada, pero al régimen castrista, al parecer, se le perdona golpear y maltratar a mujeres indefensas, sin que nadie levante su voz. Me temo que los cubanos, que son conscientes de la miseria y pobreza material en la que viven, del aislamiento y el bloqueo interno provocado por el régimen dictatoria, no van a salir a protestar a las calles, ni van a provocar una salida violenta de los dirigentes, lo que por otra parte, no está en la mente de nadie, a estas alturas del castrismo. Obama irá a Cuba, volverá a EEUU, y todo seguirá igual.


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