Hay que devolver la empresa privada al núcleo de la economía cubana
Elías Amor Bravo, economista
Una nota en Granma “Producir mucho
más”, informa de la reunión de Machado Ventura con el sector
agropecuario de Artemisa, con “la intención de darle seguimiento
al proceso de siembra, contratación, acopio y comercialización de
las producciones agropecuarias en la provincia” . Alguno me dirá
que a estas alturas poco hay que enseñar a los valientes guajiros
cubanos sobre qué hacer y cómo hacerlo en la tierra para producir
no más, sino como dice Machado Ventura, sino “mucho más”.
Abundando en esta cuestión, el
vicepresidente del régimen se pierde en los análisis económicos.
No es su fuerte. O los asesores no prepararon bien que tenía que
decir, o mucho me temo que el desconocimiento de las reglas básicas
de funcionamiento de una economía, es muy notable. ¿En qué me baso
para realizar esta afirmación? Pues ni más ni menos que en lo dicho
por Machado Ventura, y cito textualmente, “en la medida que haya
una rebaja en los precios va a haber una mayor demanda, por lo que se
le debe dar respuesta a estos cambios, desde el surco”.
El ajuste de la demanda y la oferta es
muy fácil cuando los mercados funcionan libremente y los precios
trasmiten señales de forma adecuada a consumidores y productores. En
Cuba, donde rige un sistema económico totalitario de planificación
central, sin derechos de propiedad y en el que el mercado se
encuentra estigmatizado por el régimen, el problema de las
autoridades es “cómo hacer sostenible la presencia de productos en
la red minorista que abastece a la población y elevar la capacidad
de compra del peso cubano”. Tremendo problema.
Se acumulan los deberes al
mal estudiante. Un débil poder de compra del peso cubano, que parece
estar en el origen de todo el problema, determina las decisiones de los consumidores. La reacción a las rebajas de precios es
inmediata. La consecuencia es que cuando los precios de venta de los productos bajan
en exceso, los mercados se vacían y el problema se traslada a la esfera de la producción y de
la distribución donde los costes no compensan el esfuerzo y la
dedicación a tareas mal retribuidas por los precios percibidos, con lo que “dar
respuesta desde el surco”, se hace más difícil por no decir
imposible.
La producción decrece, y al
no poder atender a una demanda en aumento, irrumpe la escasez, el
racionamiento y la penuria, viejos compañeros de los cubanos, ya que el recurso a las importaciones de
alimentos está limitado por la disponibilidad de financiación. En
este laberinto está encerrado Machado Ventura, y su estructura
estalinista de planificación y dirección centralizada de la
economía no sabe encontrar la salida. Al contrario, se pasan el
tiempo buscando “pistas falsas” que llevan a escenarios incluso
peores de los esperados.
En numerosas ocasiones, he expuesto que
el problema de elección de los consumidores cubanos se arregla con
decisiones de sentido contrario a las que se están adoptando en
Cuba. Al margen de que la tierra productiva se tiene que poner en
cultivo y obtener los máximos rendimientos, una tarea que se nos
antoja difícil porque la productividad de la agricultura castrista
es un 80% inferior a la media de la economía, como consecuencia de
la notable concentración de empleo del sector, cerca de un millón
de cubanos están ocupados en la agricultura, las decisiones que se
tienen que adoptar pasan, principalmente, por un cambio en el sistema
jurídico de derechos de propiedad y la devolución a la empresa privada de su papel central en la economía. La tierra debe volver a manos de
los productores, los emprendedores y las organizaciones capaces de
invertir, generar recursos y producir.
Una demanda agrícola fuerte,
procedente de este sector empresarial agrario, puede estimular el
nacimiento y desarrollo de empresas especializadas en dar servicios
al agro, fertilizantes, maquinaria, productos químicos, que mejoren
la producción, y que generen empleo con salarios más elevados. Al
tiempo, los que quedan en la agricultura aumentan su productividad y
pueden por ello, percibir mejores salarios. En su día, esta
organización emprendedora privada incluso puede llegar a atraer
inversión extranjera, y con ello diversificar la producción,
mejorar su calidad y apostar por el I+D, e incluso la exportación de
los excedentes. Nadie tiene la menor duda que el campo cubano puede
producir suficiente para alimentar a todos los cubanos, a precios
competitivos y con calidad. Ya lo hizo en los primeros 59 años de
existencia de la República, y lo puede volver a hacer. El laberinto
de Machado Ventura y sus planificadores estalinistas tiene salida. No
lo duden.
Y después, hay que apostar por la
comercialización, desarrollando cadenas de valor en las que
emprendedores privados en asociación con productores agropecuarios,
sustituyan las prácticas ineficientes del acopio estatal. En lugar
de perseguir o culpar a los “intermediarios” de los aumentos de
precios en los mercados, es necesario recuperar esta figura en el
tejido productivo cubano, facilitando el desarrollo incipiente de la
logística en la agricultura para permitir que las cosechas lleguen
lo más rápido y en las mejores condiciones de calidad y precios, a
los mercados de consumo. La solución no está en que el estado
compre a los agricultores las producciones a unos precios muy bajos,
sino permitir que un mayor número de emprendedores privados
pueda negociar precios competitivos con los productores, que al
final, son los primeros interesados en que los cubanos puedan llenar
sus cestas de la compra a diario.
Sobran los eternos “compromisos del
comité central del partido” con el pueblo, los controles e
intervenciones, las prácticas intervencionistas del acopio estatal,
los estudios y los experimentos, y sobre todo, hay que llamar a las
cosas por su nombre y dejarse de llamar “formas productivas” a la
empresa privada y cosas así. La empresa privada, orientada por la
lógica de los beneficios y las señales del mercado, es la solución
para que los cubanos puedan elegir con libertad, a diario, los
productos que desean consumir a precios razonables. Es lo que ya
existe en otros países del mundo sin estructuras económicas
totalitarias como la castrista, y es lo que la República logró en
sus primeros años de existencia. Una economía próspera, sin
escasez y libre, de fuerte especialización agrícola. Esa es la
economía cubana que hay que conseguir. Por el bien de todos los
cubanos.
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