¿Qué habría sido de Cuba en 2016 si no hubiera existido el régimen castrista?

Elías Amor Bravo, economista

Ya empieza a haber gente que quiere olvidar lo que fueron los 57 años de existencia de la República antes de la locura castrista de 1959. El régimen se emplea a fondo en ello. Últimamente ha empezado a usar con cierta frecuencia el término, hasta cierto punto despectivo, de "república neocolonial" para referirse a los años de 1902 a 1959, tratando de reducir a la nada los grandes logros de Cuba en esas cinco décadas, en las que pasó, efectivamente, de una colonia a una de las potencias económicas y sociales de América Latina.

Por eso, yo no me resisto a realizar un viaje en el tiempo paralelo, e imposible, que supondría que los hermanos Castro y sus secuaces, entre ellos el Che Guevara, hubieran sido detenidos en Oriente en alguno de aquellos escarceos con las tropas del ejército regular a finales de 1958. Posiblemente, dirigentes como Camilo Cienfuegos o Huber Matos habrían pasado a ocupar posiciones de liderazgo político democrático tras el final de las revueltas, pero los extremistas de aquella hornada de revolucionarios habrían tenido que exiliarse o acabarían cumpliendo las condenas que los tribunales democráticos les asignaran. Para empezar, la dinámica histórica en este universo paralelo habría sido muy diferente. Lo más seguro es que el régimen de Batista habría acabado por desaparecer, pero después de unas elecciones democráticas y plurales, supervisadas por organismos internacionales, y a resultas de ello, el aparato político, económico e institucional de la nación mantener sus estructuras a partir de 1959 y ponerse a funcionar con fuerza a partir de entonces.

Lo siento, pero la pregunta que todo cubano se hace es la misma ¿qué habría ocurrido con Cuba en 2016 si las condiciones para el desastre de 1959 no se hubieran dado? Es evidente que después de los 57 años transcurridos el mundo da muchas vueltas, y claro que las ha dado desde entonces, pero me resisto a no realizar un análisis, siquiera tentativo, de cuál podría ser el balance y situación actual de Cuba, y todos los datos me llenan de un profundo optimismo.

Para empezar, Cuba tendría más de 25 millones de habitantes, y no los 11 actuales. Posiblemente la demografía sería moderna, pero distinta. La ciudad de La Habana rondaría los 5 millones de habitantes, otras capitales de la isla habrían crecido de forma muy notable ¿En qué me baso? Los dos millones de exiliados estarían viviendo en Cuba y no en otros países, pero además, teniendo en cuenta que en 1958, último año del que se dispone de estadística, la solicitud de visados de extranjeros para vivir en la isla superaba el medio millón de almas, cualquier proyección de la población nos llevaría a cifras como las citadas.

El PIB de la isla sería muy distinto del actual, tanto en términos cuantitativos, como cualitativos. Es más difícil aventurarse en la cifra, pero si la economía cubana hubiera mantenido sus fundamentales de la década de los años 50 y teniendo en cuenta los ciclos derivados de su posicionamiento económico internacional, habría que presuponer una renta percapita superior a la media regional de América Latina, y cercana o incluso superior a la de algunos países europeos, como España. Cuba sería la Suiza del Caribe con una estructura económica moderna, altamente especializada en tecnologías e innovación, capaz de atraer de forma sostenida capitales y proyectos empresariales de todo el mundo. No sería extraño, en tales condiciones, que el PIB de Cuba pudiera ser del orden de 7 u 8 veces superior al actual, con un sistema tributario moderno, instituciones de protección social avanzadas y con una elevada participación privada y pública en la prestación de servicios.

La población habría alcanzado un nivel de desarrollo formativo muy elevado, porque los cubanos habrían mantenido las pautas de inversión en capital humano de décadas anteriores, sin necesidad del despilfarro de campañas de alfabetización. Los cubanos pertenecientes al campo de la arquitectura, urbanismo, ingeniería, medicina y la tecnología estarían a la vanguardia internacional. Los expertos en la gestión de las finanzas, los seguros, las inversiones, la logística comercial, dominarían las transacciones económicas en América Latina, con una elevada especialización regional gracias a que no se habría producido el sometimiento a las subvenciones soviéticas.

En contra de lo que muchos pensaron, el turismo sería una actividad secundaria en la generación de renta y riqueza en la nación, y el azúcar, después de haberse reconvertido en varias ocasiones, seguiría siendo un sector con liderazgo en la economía nacional como el tabaco o las producciones agropecuarias. Cuba tendría el autoabastecimiento de alimentos asegurado, y posiblemente sería una potencia mundial en energías no renovables ya que habría abandonado desde muchas décadas antes la búsqueda de petróleo o gas en su territorio. El potencial de la economía cubana estaría en su capital humano, su especialización empresarial y su capacidad para generar proyectos de empresa e inversiones. Cuba sería un país seguro para las inversiones extranjeras, con una prima de riesgo muy baja y una deuda altamente cualificada.

Las relaciones económicas, políticas e institucionales con EEUU habrían atravesado distintas fases, qué duda cabe, pero finalmente la convivencia de buenos vecinos estaría asegurada. Miami no existiría probablemente, tal y como lo conocemos, porque el capital cubano se dispersaría por todo Estados Unidos, sobre todo en los puertos, pero entre los dos países existirían numerosos proyectos de colaboración. El capital cubano tomaría igualmente posiciones en la Unión Europea donde la presencia diplomática cubana sería muy destacada, con la colaboración de España.

Con una economía y sociedad de estas características, los cubanos habrían elegido a sus presidentes en convocatorias periódicas y plurales. Las cámaras legislativas funcionarían a la perfección, con representantes políticos ejemplares y de comportamiento cívico que tratarían de dejar atrás los momentos turbulentos de la historia y existirían organizaciones empresariales fuertes y sindicatos dialogantes, fruto del desarrollo de la Constitución de 1940 que se habría ido modernizando en distintas reformas emprendidas en 1960, 1976 y 1992. Los cubanos viviríamos en paz, dentro de las fronteras de nuestra Patria, y solo viajaríamos al exterior por turismo (una de las naciones más viajeras del mundo para romper la insularidad) o para hacer negocios.

Lo mejor de este viaje paralelo en el tiempo es que de los hermanos Castro nadie se acordaría en 2016. Algunos historiadores les atribuyeron algún protagonismo en las revueltas callejeras de finales de los años 50, pero aquellos tiempos quedaron atrás y la sociedad simplemente, con el paso del tiempo, los olvidó. En Santa Clara no existiría ningún mausoleo dedicado a un guerrillero asesinado, cuya imagen de Korda no existiría, ni tampoco se podrían ver por la isla los carteles de la publicidad gubernamental.


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