Sobre Randy Alonso y los “interesados presagios”: ¿Por qué la situación de hoy no es la de los 90?

Elías Amor Bravo, economista

No hay nada peor que negar la realidad y esconder la cabeza bajo el suelo cuando se advierte algún peligro. Al avestruz le puede funcionar en la sabana africana, pero en el mundo real es imposible actuar así. Tampoco es correcto comparar dos escenarios diferentes si  entrar de lleno en los hechos. En economía, es conveniente debatir sobre hechos, datos y realidades objetivas, sin manejos propagandísticos. De ese modo, la lectura del artículo de Randy Alonso sobre los “interesados presagios” publicado en Cubadebate, me interesó ofrecer una perspectiva alternativa.

Por ello, no puedo coincidir con su diagnóstico cuando señala “como reconocía el General del Ejército Raúl Castro en la reciente sesión de la Asamblea Nacional, el país está enfrentando dificultades temporales derivadas de restricciones financieras externas, por una baja en los ingresos provenientes de las exportaciones y limitaciones que enfrentan varios de los principales socios comerciales de Cuba por la caída de los precios del petróleo”. Para proseguir afirmando que “a ello se añade una contracción en los suministros de combustibles acordados con Venezuela”. Este diagnóstico inicial parte de la creencia que las “dificultades temporales” tienen su origen en el exterior de la economía castrista, y eso no es del todo cierto. Hay mucho más.

Y si el diagnóstico no puede ser compartido, tampoco existe acuerdo sobre los efectos. Randy Alonso dijo, y cito textualmente sus palabras, “señaló el Presidente cubano,… comienzan a aparecer especulaciones y augurios de un inminente colapso de nuestra economía con el retorno a la fase aguda del período especial que nos enfrentamos a inicios de la década del 90 del pasado siglo y que supimos superar gracias a la capacidad de resistencia del pueblo cubano y su confianza ilimitada en Fidel y el Partido”.

La realidad es que lo que califica, utilizando términos de Raúl Castro, como “especulaciones y augurios”, llevan apareciendo mucho tiempo antes de que se detectaran los signos negativos de la coyuntura actual. De hecho, durante un lustro hemos justificado que las reformas de los llamados “Lineamientos” son un parche para ganar tiempo, que no resulta posible atender a las urgencias de cambio estructural que reclama una economía como la castrista con actuaciones puntuales, y que se necesita una acción coherente y racional para enderezar su rumbo. En realidad, el escenario lúgubre antes descrito tiene mucho más que ver con el fracaso en la aplicación de los “lineamientos y la llamada actualización económica” que con el escenario internacional. Y ellos lo saben.

Ciertamente, la economía castrista en 2016 no está en las mismas condiciones que en 1990, pero concluir a partir de ahí que se presentan en la actualidad “circunstancias más ventajosas para enfrentar las dificultades”, es cuando menos, arriesgado. Vamos con los detalles sobre las diferencias 1990 y 2016 siguiendo el guión de Randy Alonso.

Primero, el comercio exterior es distinto.

Falso. La diversificación comercial no garantiza mejores resultados del comercio. Para que este sea ventajoso para la economía nacional tiene que generar superávit (más exportaciones que importaciones), es decir, trasvasar recursos del exterior al interior, con una tasa de cobertura positiva y una relación real de intercambio igualmente favorable. Para ello, la economía tiene que ser competitiva y eficiente, además de estar especializada en bienes y servicios que tengan demanda en los mercados internacionales. Cuando eso no ocurre, el déficit exterior genera tensiones y falta de liquidez que es lo que realmente acusa la economía castrista en el momento actual. Desde esta perspectiva, el comercio con el bloque soviético era mucho más favorable, a pesar de su mayor concentración geográfica que el actual.

Segundo, la ruptura de las fuentes de crédito.

Falso. La condonación de deudas conseguida en los últimos meses con numerosos países puede suponer a corto plazo una entrada de oxígeno, pero no resuelve el problema si no se capitaliza adecuadamente esa mejor posición deudora en forma de proyectos de inversión en infraestructuras a medio y largo plazo que generen empleos y riqueza. ¿Dónde están esos proyectos? Nada se sabe de los mismos. Además, el acceso a las fuentes de crédito internacional por parte de una economía, es decir a los mercados de capitales, exige la adopción de una serie de medidas concretas de ajuste y normalización que el régimen rechaza y niega. Hay que situarse en el carril del Fondo Monetario Internacional o del Banco Mundial cuanto antes para conseguir la financiación que la economía castrista necesita, pero eso no se consigue con posiciones numantinas, sino negociando. Y ahí queda mucho camino por recorrer.

Tercero, la inversión extranjera llega.

Falso. La política de captación de inversiones extranjeras, dirigista e intervencionista, excluyente para los cubanos de a pie, ajena a los principios básicos que regulan esta actividad en el mundo globalizado en el que nos encontramos (imponiendo por ejemplo una “cartera de proyectos” que los inversores extranjeros desdeñan por su escaso interés y rentabilidad) no está dando los beneficios esperados, y lo que es peor, no los dará. La inversión extranjera que llegó a Cuba en el período especial, formada por numerosas pequeñas y medianas empresas que terminaron cerrando sus proyectos por la falta de apoyos a comienzos de siglo XXI con la recentralización económica, pudo haber sido, y de hecho lo fue, un poderoso instrumento para la modernización de la economía, pero llegó el petróleo de Venezuela y el comandante mandó a parar.

Cuarto, el turismo en aumento.

Falso. Por lo mismo de antes. Puede haber un aumento del turismo y las llegadas de viajeros, pero si el margen está fuera de control y es limitado, si la venta del producto turístico se realiza por operadores extranjeros en los países de origen y se cercena la actividad económica nacional orientada al turismo en un reducido número de licencias y negocios autorizados, o se frena el aumento de la escala de los establecimientos existentes por la vía de inversiones, no hay nada que hacer con el turismo y nunca se llegarán a alcanzar las cifras de países de la zona como República Dominicana o Jamaica.

Quinto, la exportación de servicios proporciona ingresos.

Falso. El cambio de la situación económica en Venezuela y otros países del ALBA está provocando un cierre de contratos con los profesionales de servicios que el régimen “comercializa” en estos países, de modo que las cifras de ingresos empezarán a bajar y pronto, con lo que ello supone de menor poder adquisitivo interno para muchas familias que viven de esos ingresos, en los que el estado interviene detrayendo una parte importante. A Fidel Castro habría que decirle que para que un país pueda vivir de su “inteligencia cultivada” tienen que existir mecanismos e instituciones jurídicas que permitan la apropiación de ese talento y su capitalización en forma de proyectos emprendedores de alto valor añadido. Lo otro es perder el tiempo.

Sexto, la biotecnología y la industria farmacéutica, el Grupo BioCubaFarma como apuestas..

Falso. Cierto es que BioCubaFarma es una iniciativa interesante, pero su rentabilidad a nivel internacional no está asegurada con la vía en solitario que el régimen quiere que desarrolle. En un mundo global como el que vivimos, las corporaciones que atesoran inteligencia y capital humano tienen que desplegar lazos y redes de colaboración con otras similares o con fondos de inversión que permitan aumentar sus dimensiones y alcanzar niveles de rentabilidad superiores. El enfoque para estas iniciativas debe cambiar y cuanto antes.

Séptimo, el petróleo que se produce.

Falso. La realidad es que las multinacionales españolas del petróleo abandonaron sus planes al comprobar que las aguas del Golfo de México no esconden las reservas añoradas por los Castro. Cuba sigue teniendo una economía altamente dependiente del petróleo porque las inversiones en infraestructura energética alternativa no se han realizado, ni están en los planes de nadie, ya que pensar que los internacionales pueden encargarse de ese negocio con empresas al 50% es una vez más, adoptar un planteamiento poco realista.

Octavo, la generación eléctrica mejora en eficiencia.

Falso. Pensar que la dependencia energética es un freno a la capacidad de desarrollo de un país es apostar por un modelo autárquico de mediados del siglo XX que parece estar instalado en la oficialidad castrista. La experiencia de los “dragones asiáticos” en los años 80 de ese siglo nos mostró que los países pueden pasar al desarrollo, y hacerlo además de forma acelerada, sin petróleo. La clave está en producir bienes y servicios que permitan cubrir el coste de la factura petrolera. Es el caso de China, por ejemplo. Los responsables de la economía castrista, obsesionados con la falta de petróleo en Cuba, son incapaces de asumir que la responsabilidad de los límites de la energía se encuentra en sus decisiones erróneas. Los apagones ya están ahí.

Noveno, el empleo se mantiene.

Falso. Recuerdo que los planes para la salida de trabajadores del estado a las actividades privadas quedaron paralizados hace tiempo por las protestas sociales, y que el sector del empleo privado sigue siendo insuficiente frente a los 5,5 millones que trabajan para el estado. Los cambios en la composición del empleo han sido mínimos, y gracias al trabajo por cuenta propia, que está sometido a una presión fiscal asfixiante, es por lo que muchas familias pueden sobrevivir.

Y décimo, si se me permite añadir algo nuevo y yendo un poco más allá, me extraña que en su enunciado de diferencias con respecto a los años 90, ciertamente extenso, el señor Alonso no haya mencionado, siquiera de paso, la importancia de las remesas de los cubanos que viven en el exterior a sus familias en la isla. Aquí si se observan diferencias y significativas, como algunos estudios recientes han venido a confirmar, llegando las remesas a suponer un volumen de recursos superior a la facturación del turismo.

Coincido con el señor Alonso que “no hay dudas de que tenemos y tendremos dificultades en los próximos meses” al reconocer que los problemas vendrán del exterior, lo que supone dejar el famoso argumento del bloqueo en suspenso al señalar, y cito textualmente, “una economía abierta como la cubana, con importante dependencia de sus intercambios extrafrontera, está expuesta a los avatares poco halagüeños de la economía y el comercio internacionales y a las dificultades de sus principales socios”. A eso le suman el bloqueo, pero reconocer la apertura de la economía castrista al exterior es un buen punto de partida.

Finalmente, un ruego. No vea como “fuentes interesadas cuentan nuestros días” a aquellos que estamos convencidos que el momento es complicado. Interés, ninguno. Además, en los análisis realizados no existe el menor interés de mostrar pánico ni enterrar a nadie, ni tampoco sembrar el desaliento. Tampoco hay oportunismo, ni aprovechamiento, ni tampoco especulación o manipulación de oficio, utilizando la terminología que emplea Randy Alonso.

Tan solo insistir en que no es cierto que “el país tiene hoy elementos ventajosos respecto a los 90 para enfrentar las dificultades”. Ni la actualización del modelo, ni las decisiones parciales que se han ido adoptando, ni los tiras y aflojas, son buenos remedios para la gestión de una economía que necesita un giro de 180º en sus estructuras para poder funcionar. Los cubanos lo saben y por ello, reaccionarán en forma de protestas sociales a los nuevos signos de estos tiempos que vuelven a mostrar el fracaso económico del régimen.

La consecuencia es clara. El mercado, como instrumento de asignación de recursos, y el respeto a un marco jurídico estable de derechos de propiedad, deben abrir el camino de las reformas que permitan dejar atrás un modelo económico obsoleto e ideologizado de mediados del siglo pasado. Un arcaísmo que trata de sobrevivir en la sociedad del conocimiento y la globalización, que no garantizan su continuidad.

Y si, hay algo en lo que coincido con Randy Alonso. Es la idea que “trabajo, esfuerzo, ahorro, inteligencia” son valores fundamentales para salir adelante, pero nunca gratis ni de manera colectiva, sino con recompensas concretas, beneficios y capacidades reconocidas para desarrollar proyectos individuales y también colectivos que mejoren el bienestar del país, su nivel de empleo, renta y riqueza. 

Ese modelo tiene en la empresa privada cubana su referencia fundamental frente a un estado que se cae a pedazos. La República lo hizo realidad en sus primeros 50 años de existencia, y volverá. Cuando todo esto que ya acaba desaparezca para siempre.



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