En torno a la verdadera batalla de Díaz Canel contra la economía
Elías Amor Bravo, economista
Díaz-Canel ya no se corta ni un milímetro. Tampoco lo hace el diario
oficial del régimen, que debidamente autorizado, trae hoy una información en la
que “tras la reunión del máximo órgano de gobierno se concluyó que la tarea
principal de la revolución continúa siendo hoy la batalla económica”. Menos mal
que se despiertan poco a poco a una realidad angustiosa que venimos denunciando
desde hace tiempo en este blog. Pero, como se tendrá ocasión de exponer el
enquistamiento obsesivo en la ideología trasnochada, una vez más, les hará
perder esa “batalla” que en el caso cubano pasa por la mayor libertad
económica. No hay alternativa.
Vayamos por partes. Dice Díaz-Canel que “tenemos que ser más exigentes en
la planificación”. No. Eso es un error. La planificación comunista de la
economía lleva funcionando más de medio siglo sin ayudas a que las estructuras productivas
funcionen en beneficio de la prosperidad de los cubanos. Mi consejo. Cerrar el
sistema de planificación y enviar a todos los burócratas a casa, sin solución
de continuidad. Si se ponen a la tarea absurda de permitir “que propongan
soluciones y estudien alternativas”, las cosas no irán mejor. En algo coincido,
en Cuba hay talento más que suficiente, entre los académicos e investigadores
en materia económica, para dar un giro a las cosas y empezar a funcionar como
sistema económico. Con el sistema actual, está claro que no se va a ningún
sitio.
Díaz-Canel se equivoca al situar a “la empresa estatal y su relación armoniosa
con el sector no estatal” como el eje de la economía. Lo que el llama sector no
estatal, que para mi es la empresa privada libre de mercado, no es complemento
de nada, sino que debe ser el eje de funcionamiento de la economía cubana. Lo
estatal, si acaso, puede actuar de forma subsidiaria, como complemento. Eso es
lo que funciona en otros países, y la normalidad exige que sea así igualmente
en Cuba. Los experimentos castristas ya pasaron de moda y han mostrado su
absoluta ineficacia.
Por eso, considero que el año 2018 ha sido un nuevo ejercicio perdido para
el régimen, si quiere realmente estimular la economía. Las estimaciones de
crecimiento se van diluyendo conforme se cierra el ejercicio, y cabe pensar que
la recesión se está adueñando de un escenario económico y social demasiado
acostumbrado a la pobreza y a los “periodos especiales” impuestos
obligatoriamente por las autoridades. La economía cubana no crecerá en 2018 y
si no cambian las cosas, mucho me temo que, con los motores apagados, 2019 va a
ser todavía peor. Díaz-Canel no podrá, al igual que los hermanos Castro,
enfrentarse a un estallido social en Cuba. Eso es una novedad, y no debemos
desestimar que algo así pueda ocurrir, porque la situación económica ya no
admite paños calientes. Una economía no puede depender de la venta de
celulares, de las comunicaciones, el comercio que no cumple la planificación, o
una industria manufacturera que se encuentra completamente aislada del contexto
internacional. Ni tampoco de la salud pública y otros servicios sociales, que
en vez de estimular el crecimiento, lo cercenan. Si la industria azucarera, la
agricultura, la construcción y las minas y canteras quedan por debajo de lo
planificado, como reconoce Díaz-Canel en la nota de Granma, la economía cubana
entra en recesión y se desploma.
Siempre es fácil culpar a las tensiones financieras o el bloqueo de los
problemas de la economía. Pero ese argumentario tiene fecha de caducidad, y ya
hay mucha gente en Cuba que empieza a estar harta de la misma letanía durante
50 años. La realidad es que el sector externo de la economía cubana no genera
divisas suficientes para honrar las deudas, se piden aplazamientos y
condonaciones, y los mercados internacionales de capitales no prestan a Cuba ni
a sus proyectos inversores, contados con los dedos de la mano. Es el círculo
vicioso de la economía, al que vengo refiriéndome en este blog desde sus
inicios. Una situación insostenible que irá a peor en 2019 conforme disminuya
los ingresos por turismo, o los ingresos por la venta de los servicios médicos.
Sin alternativa para vender en el exterior, no hay divisas, y por tanto, los
pagos se cortarán en seco.
En medio de esta “batalla” contra la economía, el año 2019 va a ser de alto
riesgo para Díaz-Canel y los suyos. Sin estrategia, ni táctica para afrontar
los retos económicos y confiando todo a lo que llaman «un Plan realista y
cumplible, que garantice el desarrollo y crecimiento, potenciando la utilización
de las reservas internas», la economía volverá a caer, y serán dos años
seguidos, dependiendo del gasto público corriente, de un déficit estatal desbocado
y de unas políticas asistenciales de menor calidad. Los cubanos tienen una
capacidad de aguante, y es posible que estemos ante la última gota que rebose
el vaso.
Por ello, si realmente se pretende incrementar los ingresos por
exportaciones y potenciar la industria nacional, con el objetivo de sustituir
importaciones de bienes finales y fomentar la importación de bienes
intermedios, insumos o materias primas para aprovechar mejor las capacidades
productivas del país, la única solución es abrir la economía a la libre
empresa, permitir a todos los cubanos crear proyectos empresariales en
cualquier sector o actividad y establecer acuerdos de cooperación con inversores
extranjeros. Si la iniciativa estatal ha fracasado para cumplir los objetivos
de la Ley 118, el régimen tiene que atribuir a los agentes privados, a las
personas físicas, el papel de rectores y gestores de la economía nacional.
Establecer un marco para el respeto a los derechos de propiedad de todos los
cubanos, poner fin a esta entelequia que quieren imponer en la nueva
constitución de la propiedad social de los medios de producción, y normalizar
la economía cubana con el resto del mundo.
No hay alternativa. Es la única forma de aumentar las inversiones, mejorar
la gestión de los recursos existentes y permitir a los cubanos acceder en
libertad a sus sueños, sin necesidad de tener que huir a otros países para
hacerlos realidad. Esa es la batalla que se tiene que ganar. La batalla contra
la intolerancia ideológica comunista que ha impedido a los cubanos alcanzar
niveles de prosperidad y desarrollo comparables a otros países. La apuesta
castrista es cosa del pasado. El futuro es de la libertad, los derechos de
propiedad, el empleo, los beneficios, la renta y la riqueza. No hay alternativa.
Cuanto más tiempo pierdan hablando sin hacer nada, peor será.
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