Sobre cómo puede Díaz-Canel arreglar el comercio en Cuba

Elías Amor Bravo, economista
 
El “camarada” Díaz-Canel, justo cuando faltan pocos días para el referéndum de la constitución que pretende servir de construcción del socialismo o del comunismo, o vaya usted a saber qué, realiza unas declaraciones durante la presentación del balance de trabajo en 2018 del Ministerio de Comercio Interior que llaman la atención. Este post hará referencia a las mismas.

Ampliamente recogidas en el diario oficial comunista Granma, dicen más o menos, cito textualmente, que “las buenas experiencias en el comercio, la gastronomía y los servicios —y hay muchas— deben dejar de ser la excepcionalidad para convertirse en lo común en este sector, tanto en el área estatal como en la no estatal”, en clara referencia a la primera que presenta, sin duda alguna, muchas más deficiencias que la segunda. Y los cubanos lo saben bien.

Si Díaz-Canel descubre ahora que el comercio en Cuba tiene que "mejorar sus servicios, la calidad de las instalaciones, el suministro de bienes y servicios", en definitiva, todo, y además, tiene que seguir el ejemplo de lo que el llama “no estatal”, es evidente que no ha vivido en Cuba durante los últimos 60 años, o que la ceguera ideológica lo lleva a ignorar la historia de su país. Cualquiera que sea el mal que le afecta, es bueno empezar con este tipo de reconocimientos. Pero lo más grave es que las soluciones que se avanzan tampoco son las más adecuadas, y al final, todo seguirá igual. Y los cubanos ya empiezan a estar hartos de tanto engaño.

El caso es que las autoridades han realizado un informe de la situación del comercio en Cuba que es para ponerse a temblar. La responsable del Mincin presentó ante Díaz-Canel una valoración muy crítica del sector, reconociendo que los resultados en 2018 “no estuvieron a la altura de los requerimientos del país y la demanda de la población, prevaleciendo problemas subjetivos y objetivos”. Un sector que da empleo a más de 200.000 trabajadoras y trabajadoras, en el que se observan “dificultadas en cuanto a política de cuadros, en los comercios minoristas y mayoristas, y en la protección al consumidor, entre otras áreas” según el Mincin. Además, el diagnóstico económico y financiero llevó a que el 33% de las empresas de comercio presentaron resultados negativos, con largas cadenas de impagos, atribuidas a “robos y desvíos de recursos”. Un absoluto desastre.

Frente a este escenario crítico, el régimen comunista se plantea hacer algo. Básicamente, aluden, a iniciativas como el “perfeccionamiento de la gastronomía estatal, el diseño de proyectos de desarrollo local que incluyan sistemas de pagos a rendimiento a partir de indicadores de eficiencia y normas de producción de tiempo o de servicios, que permitan elevar la productividad del trabajo, mejorar los ingresos de los trabajadores y una mayor calidad de los servicios que prestan".

¿De verdad piensan que así pueden arreglar las cosas?

Díaz-Canel y los suyos están equivocados. No es con la firma de convenios de colaboración entre diversos ministerios y organismos estatales, “para mejorar la formación, la metrología, la calidad y la inocuidad de los alimentos, entre otros ámbitos, como se pueden ampliar las relaciones mutuas y acrecentar la satisfacción del pueblo”. Incluso plantean objetivos imposibles de lograr, como lo que llaman un “comercio con ciencia, que incremente los vínculos con universidades”, o establecer relaciones y vínculos con “la inversión extranjera”, simplemente porque son imposibles. El comercio no necesita burocracia estatal para dar un mejor servicio, sino todo lo contrario.

Es hilarante pensar que van a arreglar las cosas "cambiando los medios de pesaje a lo digital, o con la implementación del sistema internacional de medidas", es decir la venta en kilogramos, y no en libras. Ya es raro que los comunistas se hayan olvidado de esta equiparación, lo que ofrece una idea del absoluto desinterés que han tenido hacia estas cuestiones. Podría ser bueno lo que plantean de dar una correcta atención a las nuevas formas de gestión, que dan trabajo a 158.000 personas, pero tampoco es suficiente con ello. Ni siquiera los objetivos que se formulan en relación con el mercado mayorista o las eventuales subidas de salarios, van a servir de algo para revitalizar el comercio, aunque reconocen que la ausencia de intermediarios privados, y el deficiente funcionamiento del monopolio estatal, condicionan el estado general del sector sobre todo, en la gastronomía.

Para colmo, en su intervención Díaz-Canel dijo cosas realmente sorprendentes para resolver el grave problema del comercio en Cuba. Tal vez estaba de broma. Por ejemplo, habló de la necesidad de “tener inquietud revolucionaria (molestarse cuando las cosas se hacen mal, cuando se entorpece); y sensibilidad con los problemas de la población”. Planteó “separar las estructuras estatales de lo administrativo, pero sin que unas y otras se desentiendan”, que “los problemas se resuelvan por todos, desde la base al ministerio. Y rendir cuentas a la población” recurriendo a la investigación y la innovación científica, incluyendo las nuevas tecnologías. También hizo referencia a unos programas de “reanimación del comercio” con ejemplo en Santiago de Cuba. 

Pero quizás lo más significativo de su intervención fue el momento en que mencionó la “exigencia de orden, armonía y limpieza en las instituciones estatales”, asumiendo así la dejadez y el abandono que ha padecido este sector propiedad del estado comunista, para añadir después, “lo estatal no puede ser lo más feo”, como si el problema fuera de belleza y arreglo. Al tiempo que se preguntó, “por qué no hacemos lo que hace el sector no estatal” al que lógicamente solo sitúa como complemento del estatal, como vender a domicilio y "otras fórmulas viejas" que se aplican en el mundo. En fin ¿qué quieren que les diga? Una sarta de despropósitos.

Díaz-Canel tiene muy fácil arreglar el problema del comercio en Cuba. Solo tiene que recurrir a la experiencia de sus mayores, sus padres o abuelos, si los tuviera. Ellos le explicarán que en Cuba, antes de 1959, el comercio era bello, atendía a todos los clientes siempre, con calidad y esmero, se podía encontrar cualquier tipo de producto o servicio, siempre a precios razonables, y en cualquier lugar del país. Era un sector ordenado, que no necesitaba consignas burocráticas para ello, ejemplar en sus procesos organizativos y de gestión, que dio lugar a modernos desarrollos en otros países como El Corte Inglés o Galerías Preciados, en España. Un sector que atraía a miles de profesionales cualificados, formados en el sistema educativo existente en el país, y a muchos extranjeros deseosos de realizar una vida próspera en Cuba. 

Ese sector comercial cubano anterior a 1959, cuando la avalancha revolucionaria lo destruyó, que era moderno, eficiente, competitivo, hermoso, sin escasez ni racionamiento, en el que los intermediarios (yo tengo el orgullo de ser heredero de uno de aquellos gigantes de empresa que surgieron de la nada) aseguraban el suministro desde los mercados mayoristas a los minoristas, se basaba en algo fundamental para el funcionamiento de una economía: la combinación de derechos de propiedad privada y mercado como instrumento de asignación de recursos. Déjense de majaderías comunistas estatales, y prueben esa receta. El alma comercial de Cuba se recuperará muy pronto. Lo sé.

Comentarios

  1. 100% de la razon lo asiste en su comentario Elias, pero Diaz Canel no le importa lo que le interesa al cubano de a pie ni a ti ni a mi. La formula de el solo tiene un comun deominador: Mantenerse en el poder, tanto el, como toda su camarilla. El resto es bla bla bla

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