En torno a las proyecciones de CEPAL de la economía castrista
Elías Amor Bravo, economista
No es posible creer, y mucho menos
aceptar como válida, la estimación que CEPAL realiza de la economía cubana en su reciente informe, publicado el pasado 21 de abril, titulado “Dimensionar los efectos
del COVID19 para pensar en la reactivación”. El organismo especializado realiza
unas previsiones del crecimiento económico en los países de América Latina y
Caribe, y otorga a Cuba en 2020, año en que se dejarán sentir con especial
intensidad los efectos de la pandemia del coronavirus, un descenso del PIB de tan solo
-3,7%, inferior al que se va a producir en el conjunto de países de la región,
estimado en un -5,3%. El resultado de Cuba, siendo negativo, es “mejor” que el
que se va a producir en otros países como Nicaragua, o México, Brasil, Argentina,
Ecuador, entre otros.
Este resultado no es admisible, si
se tiene en cuenta el estado actual y, sobre todo, el devenir que puede
experimentar la economía cubana. Por el contrario, es posible
suponer que la estimación del descenso del PIB de Cuba puede estar bastante por
debajo de la realizada por CEPAL. Hay razones suficientes para pensar que ocurra así, pese
a que los datos de coyuntura en Cuba son los más lentos del mundo y tardaremos tiempo en tener la información oficial.
En tal caso, nuestra previsión para el descenso
del PIB en este año 2020 ronda un -6%, similar e incluso algo superior a la
media de la región. Los argumentos, fáciles de constatar.
El turismo se paralizará y le
costará despegar. Conviene tener en cuenta que ya había empezado a mostrar síntomas de debilidad antes del inicio
de la pandemia, en plena "temporada alta".
Las remesas del exterior dejarán
de llegar, porque la crisis aprieta en todas partes, y ello empobrecerá más aún
el poder adquisitivo de los hogares y su posibilidad de contar con recursos
suficientes para satisfacer las necesidades básicas.
Los escasos proyectos de inversión extranjera y las exiguas exportaciones de mercancías se verán paralizadas por la ruptura de las cadenas
de valor y la reducción de intercambios comerciales. Las importaciones se verán igualmente reducidas al mínimo.
El alto nivel de endeudamiento de
la economía, y los recientes impagos del servicio de la deuda, harán muy
difícil, casi imposible, el acceso a los mercados financieros.
Menos petróleo de Venezuela a
corto plazo, paralizará la industria y los transportes, afectando a los apagones
domésticos.
Los trabajadores por cuenta propia
han desaparecido, como consecuencia del confinamiento. Lo único que queda al régimen para sobrevivir es el
ingreso por servicios médicos, pero el cobro de los mismos ya se verá.
Con estos indicadores, la economía
cubana entra en un túnel oscuro, que arrastrará el PIB a la baja mucho más que
ese -3,7% que le otorga CEPAL y que se situará más cerca de nuestra estimación
de un -6%.
A tenor de lo expuesto, Cuba verá
descender su PIB con más intensidad que la media, y no solo experimentará un
duro golpe directo de la crisis, sino que la recuperación de la nueva
normalidad, se retrasará más que el resto de países.
Ello supondrá un alargamiento de la
actual etapa de recesión hacia otra de débil crecimiento para los próximos
años, si los motores de cola no se recuperan de forma adecuada. Esto significa
que, en 2021, y posiblemente en 2022 la economía cubana continúe con bajos
crecimientos, que supondrán un deterioro mayor de los indicadores.
CEPAL observa en su informe que antes del
comienzo de la pandemia, con la excepción de Venezuela, o Argentina, más
reciente, Cuba había sido uno de los países con menor crecimiento económico
acumulado en casi siete años, en el conjunto de América Latina y Caribe, con
una media cercana al 0%. El estancamiento económico y el deterioro de las
actividades que padece la Isla, como consecuencia de su modelo económico social comunista, aparecen como el terreno abonado para los
efectos de la crisis de la pandemia.
Como señala CEPAL, la crisis
provocará en el mediano plazo la necesidad de realizar cambios estructurales en
la organización productiva, el comercio internacional y el actual modelo de
globalización de los países. Todos estos factores tienen una incidencia
especial en la economía cubana, pero a diferencia de otros países, en Cuba no
existen instrumentos efectivos de política económica para afrontarlos, de modo
que, con el recurso a un presupuesto estatal agotado, no será posible actuar. Por ejemplo, no hay forma de plantear “ampliación del espacio fiscal”
cuando el presupuesto del Estado se sitúa por encima del 70% del PIB, y el
nivel de la deuda, ni se conoce.
La crisis será intensa y duradera si no cambian muchas cosas en la economía.
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