La crisis del COVID19 y los cambios que vendrán
Elías Amor Bravo, economista
Escribir sobre coronavirus en este
momento (8 de abril) es constatar varias cuestiones fundamentales.
Primero, que estamos ante el
acontecimiento más importante del siglo XXI que, probablemente marcará la evolución
posterior de las naciones apuntando a un nuevo escenario internacional que en
este momento es difícil de anticipar.
Segundo, que estamos ante una
crisis sanitaria sin precedentes que, originada en China, se ha propagado
rápidamente por todo el mundo, como consecuencia de la movilidad asociada a la globalización
económica. Y después de la crisis sanitaria, se esperan consecuencias sociales,
económicas y políticas difíciles de evaluar en este momento.
Tercero, que siendo difícil
anticipar ese escenario futuro, desde luego, va a cambiar nuestra forma de vida
tal y como la conocemos, se cerrarán fábricas y empresas, los aviones dejarán
de volar y los desplazamientos se limitarán como nunca antes con especial
incidencia en el turismo mundial. Todo lo que produzca acumulación de personas
no será autorizado, y por ello cambiarán los hábitos de compra, la vida social
y familiar. Recuperarse de este escenario será muy difícil, de ahí que habrá
que empezar a pensar en cómo será el nuevo, con toda la incertidumbre que ello
supone.
Cuarto, se pondrá en cuestión los
avances de la globalización, que muchos, de forma errónea culparán de la
crisis. Ese retorno al proteccionismo y al cierre de fronteras, puede acabar
lastrando más aun la situación de crisis de la economía mundial.
Quinto, emerge un nuevo orden
mundial. No es cierto que Europa salga perjudicada de la crisis. Si lo sabe
hacer bien, el modelo europeo que combina los principios liberales democráticos
con el estado de bienestar tiene mucho que aportar al mundo, al menos como
receta. Europa puede y debe reivindicarse ante el resto del mundo, que padecerá
con mucha más intensidad los efectos de la crisis. La cuestión es si existe liderazgo
para ello en este momento y si la Unión Europea puede avanzar o acabar
destrozándose en pedazos, por la acción compulsiva de los viejos Estados-nación.
En ese orden mundial China y Estados Unidos tienen mucho que decir, cada una
por su parte, y ahí reside el problema, en su incapacidad para llegar a
acuerdos y cooperar, al tiempo que se superan la pesada ideología comunista y
los aislacionismos.
Sexto, las políticas fiscales
expansivas acabarán provocando aumentos del gasto público, de efecto
wagneriano, con un incremento del peso de los estados en la actividad
económica, lo que augura menor crecimiento y estancamiento a largo plazo, así
como elevados niveles de endeudamiento trasladados a las generaciones futuras.
Los estímulos fiscales tienen su momento y oportunidad. Pensar que se puede
salir de la crisis solo con el apoyo del estado, es perjudicial para la sociedad
civil, la economía de empresa y las relaciones humanas.
Séptimo, en todo caso, aceptando
estados con mayor participación en las economías, es preciso mejorar la
gobernanza, a lo que pueden ayudar, y mucho, las tecnologías disruptivas de la
cuarta revolución industrial que, en muchos casos, van a acelerar su implantación.
Los gobiernos tienen una oportunidad histórica para mejorar su eficiencia y
eficacia, introduciendo modelos abiertos en estrecha relación con los
ciudadanos, y poniendo fin a las posiciones tradicionales jerárquicas.
En este momento, es difícil anticipar
qué va a ocurrir con el mundo tras la crisis del coronavirus, e incluso
saber si en algún momento aparecerá la vacuna milagrosa que acabe por poner fin
a una guerra sin cuartel. De lo que no cabe duda es que los humanos estamos
ante una oportunidad histórica para avanzar, en vez de retroceder décadas, y
para ello, las armas de las que estamos dotados, son la globalización multilateral,
que si se concreta en la responsabilidad social empresarial mucho mejor. Debemos
ser capaces de movilizar nuevos mecanismos de control y compensación a los
gobiernos para que cuando ocurra otra crisis como la actual, que ocurrirá, estén
en condiciones de ofrecer respuestas coordinadas y eficientes.
Los estados fallidos también tienen
una oportunidad con la crisis del COVID19. Una oportunidad para reconocer
errores, asumir fracasos y emprender los cambios necesarios para recuperar la
senda del crecimiento, bienestar y prosperidad. En la medida que sean capaces
de dar respuesta a sus ciudadanos, y atender las necesidades que el devenir de
la pandemia, puedan provocar. Sobre todo, aquellos regímenes que se resisten a
incorporar las reglas democráticas de la pluralidad política y el respeto a los
derechos humanos.
Es un momento muy importante para
dejar atrás el autoritarismo, y abrazar las libertades. Aquellos gobiernos que
reaccionen y pongan rumbo hacia este nuevo paradigma de democracia y libertades
públicas tendrán el reconocimiento de la comunidad internacional, sabrán poner
fin a contenciosos demagógicos y propagandísticos que ya no tendrán el valor de
siempre y, en definitiva, serán capaces de dibujar un nuevo escenario de futuro.
Todos tendremos que ser consecuentes con ello. Si se produce este movimiento, o
cualquier otro en la dirección señalada, hay que abrir los corazones y sentarse
a hablar del futuro. Lo procesos de cambio duraderos arrancan de este
entendimiento. Ojalá que aquellos a los que se dirige este post lo lean y lo
entiendan. La generosidad humana se crece en situaciones como la actual.
Como siempre, muy buen artículo. Estamos de acuerdo con usted.
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