Otro negocio de ricos para ricos en la Cuba comunista de Díaz Canel

Elías Amor Bravo economista

¿Es posible revitalizar el comercio interior con la inversión extranjera? Depende.

En los últimos días, el régimen castrista ha lanzado esta iniciativa, un “negocio de ricos para ricos”, con la que creen que se puede propiciar por medio del capital extranjero y las ofertas e insumos necesarios, la recuperación de uno de los sectores más devastados de la economía cubana: el comercio interior. Para lograr este objetivo, se ha modificado la política en el sector comercio.

No conviene olvidar que el comercio cubano es un sector devastado por el modelo comunista, en el que dentro de la circulación mercantil, según el ministro Gil en la Asamblea nacional, un 67% se produce en pesos cubanos, en tanto que el 33% se realiza en moneda libremente convertible. La distribución podría ser más desequilibrada aún si se tuvieran en cuenta las transacciones en el mercado informal, donde los cubanos encuentran aquello que no existe en los comercios estatales. Un sector que perdió su pujanza tras las expropiaciones del comienzo del proceso revolucionario y que nunca volvió a recuperar su anterior dinamismo.

Pero que nadie espere que las modificaciones a las que alude el régimen y los proyectos anunciados sirven para revitalizar el sector, y lo que se califica como “transformaciones que ya empiezan a dar resultados con la concreción de algunos de los proyectos líderes” no son otra cosa que un negocio de ricos para ricos en la Cuba comunista de Díaz Canel.

El primero de estos proyectos es el Gran Ferretero S.A., primera empresa mixta aprobada por el Ministerio del Comercio Interior, que deberá comenzar sus operaciones en el primer trimestre de 2023, en concreto, “promover una gran ferretería para la venta de artículos de la más amplia nomenclatura, tanto doméstica como industrial y, además, materiales de construcción”. 

La operación se ha diseñado como asociación económica internacional a partir del trabajo conjunto entre la sociedad mercantil 100% cubana, Albus S.A., y un grupo ferretero de España, (del que no se ha facilitado más información) y permitirá, según dice la prensa estatal, comercializar los artículos, de forma mayorista y minorista, a los diferentes actores de la economía.

Y aquí viene la cuestión, ya que las autoridades pretenden con esta operación, promover la integración de la producción nacional, en este caso, perfilería de aluminio, producción de cables y herrajes hidrosanitarios, teniendo en cuenta otras ofertas que puedan proveer los diferentes actores económicos, incluyendo los no estatales. No obstante al menos de momento, la mayor parte de productos vendrá del exterior. La parte extranjera no parece muy convencida con promover la distribución de productos nacionales, ya que en muchos casos, no se garantizan los niveles mínimos de servicio.

El segundo proyecto que verá la luz a inicios de 2023 es una nueva plataforma para la venta electrónica, gestionada por la empresa Faibus, una reciente asociación entre la compañía italiana Farmaventa y Albus S.A., que estará destinada a la comercialización online de alimentos, artículos de aseo y otra gama de productos.

Se insiste que los dos proyectos van a funcionar en moneda libremente convertible, es decir, el peso cubano no servirá para comprar los productos señalados, hasta que, como reconocen los dirigentes, “se logre un equilibrio en el mercado interno de divisas en Cuba”, el mismo argumento ofrecido por Gil para las tiendas en MLC que lejos de ser una solución temporal, se han arraigado en el mercado nacional.

Para la puesta en marcha de estos dos proyectos, el Ministerio del Comercio Interior ha tenido que dejar atrás uno de los principales “mantras” comunistas con relación a la inversión extranjera, según el cual, no se aceptaba en las empresas mixtas con capital 100% extranjero la dedicación al comercio minorista, siendo los proyectos en este sector, en general, una excepcionalidad. La prueba de que nada es eterno, es que la situación ha cambiado tras la flexibilización de las normas, aunque nadie debe lanzar campanas al vuelo. La restricción se mantiene. Se autorizan proyectos, siempre que suministren al mercado cubano bienes de consumo intermedio, así como insumos y materias primas que permitan la reactivación de la industria nacional.

Al parecer, varias entidades extranjeras han acudido al reclamo, entre ellos, Emiratos Árabes Unidos, Vietnam, Rusia, India, Italia, Uruguay, Argentina, Chile y México y como parte de la cartera de oportunidades, se presentaron, además, otras ofertas de negocios en las modalidades de comercialización mayorista, minorista y mixta.

Entre esos proyectos está la instalación y puesta en marcha de un centro de comercialización mayorista con una red de tiendas minoristas para el suministro estable de tejidos, mercería, accesorios, para la satisfacción de las demandas de la población y de los clientes mayoristas que los utilizan para el desarrollo de sus producciones. La producción textil y de confección nacional estará ausente de esta distribución.

Y otro proyecto consiste en el fomento de un centro de almacenamiento y distribución de productos alimenticios que requieran conservación o congelación, con una logística adecuada a las características de cada uno de ellos, sin interrupción de la cadena de frío. Y otra vez la industria alimentaria cubana no podrá entrar en los canales de distribución.

Las autoridades consideran que estos proyectos dotarían al comercio mayorista y minorista mayores posibilidades para enfrentar los déficits que sufre hoy la balanza oferta-demanda, sobre todo, en el complejo escenario económico que vive el país actualmente. Falso. Para que exista comercio, es necesario que hayan demandas y poder económico, es decir, mercado, y en Cuba es inexistente y además, proscrito. 

El uso de MLC en estos comercios nuevos plantea no pocos problemas. Los cubanos que operan en MLC no pasan del 37% citado por el ministro Gil en la Asamblea nacional y ese es un porcentaje escaso. No es de esperar que los cubanos que solo perciben pesos cambien en los mercados informales para acceder a estos establecimientos, cuyas ventas pueden acabar siendo tan escasas que terminen cerrando por falta de operaciones y escasa rentabilidad. Los inversores potenciales deberían realizar los pertinentes estudios de mercado.

Y aquí es donde se encuentra el dilema de las autoridades porque si bien es cierto que la inversión extranjera podría acabar potenciando el comercio interior, aunque esta opción rara vez tiene lugar, no lo es menos que también puede acabar destruyendo lo poco que queda de la industria manufacturera cubana, de modo que la oferta nacional sea reemplazada por la procedente del exterior. Este suceso es más probable en la medida que se autoricen las ventas en estos comercios en moneda libremente convertible. Negocio de ricos, para ricos. 

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