¿La condonación de la deuda mejora de la vida de los cubanos?
Elías Amor Bravo, economista
La respuesta es un rotundo no. Nos movemos en el ámbito de las decisiones macro que, en una economía de planificación central, controlada por el estado y en la que no existen derechos de propiedad, no tiene incidencia alguna en la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos. Incluso puede ocurrir todo lo contrario.
Apenas un día después
que el Informe de Moody´s calificase de “positiva” la tendencia
de las inversiones en la economía castrista, señalando no obstante,
que el bono continuaba con la calificación de “basura”, los
medios se hacen eco de otras noticias no menos importantes.
Resulta que los
acreedores integrados en el Club de París, han decidido
condonar al régimen castrista una deuda de 7.731,3 millones de euros,
básicamente en concepto de intereses generados por el retraso en el
pago de la deuda, dentro de un acuerdo más amplio que prevé canjear
una parte de los intereses en proyectos de desarrollo.
La operación es
simple. El régimen castrista tenía una deuda consolidada con el
Club de París, que tras una serie de reducciones, principalmente la
de Rusia, quedó fijada en 10.081,6 millones de euros. De ese total,
7.731,3 millones de euros eran el resultado acumulado de los
intereses no satisfechos, que forman la parte que se acuerda
condonar. A cambio Cuba se ha comprometido a abonar los 2.350,3
millones de euros restantes en un periodo de 18 años.
Lo primero que se tiene
que advertir de este proceso es que la deuda no queda eliminada. Tan
solo reducida o, empleando el término financiero, reestructurada.
Esta es una operación habitual del Club de París, que suele
aplicar a los deudores que se consideran casos perdidos, unos planes
especiales de ajuste que vienen informados de acuerdo con distintos
enunciados de la organización. Es el caso de las políticas aplicadas a los HIPC que responde a las siglas de países pobres altamente endeudados, que se vienen aplicando principalmente a los de África. No parece existir inconveniente alguno a que el Club decida aplicar al régimen castrista estas políticas que, por otra parte, suelen ir acompañadas de unos planes de supervisión y control por parte de los organismos financieros internacionales que La Habana rechaza de forma sistemática, como el FMI.
En segundo lugar, hay
que señalar que el acuerdo es muy favorable para el régimen. Se
desconocen las contrapartidas, que seguro existirán, pero difuminar
de un plumazo una cantidad de tal magnitud, que posiblemente sería
incobrable, es un ejemplo de una supuesta garantía de confianza que el Club
otorga a los dirigentes del régimen. Tan solo ha trascendido que los
países acreedores recibirán una parte de los intereses, mientras que la otra se convertirá en proyectos de desarrollo. En ese sentido, el acuerdo ha sidocalificado de "histórico", por cuanto pretende resolver de
manera definitiva la cuestión de la deuda de medio y largo plazo del
castrismo que se venía arrastrando desde finales de la década de
1980, y con la valoración optimista del ministro francés, "se
abre el camino para una nueva era en las relaciones entre Cuba y la
comunidad financiera internacional".
Tan solo un día
después, se anunció que España condonaba a Cuba 1.710 millones de
euros en intereses, uniéndose así a la iniciativa del Club de
París. La partida pertenece fundamentalmente a intereses generados
por el retraso en el pago de la deuda desde mediados de los años 80.
Esta cantidad forma parte de los 7.731,3 millones de euros que el
Club de Paris decidió condonar tan solo unos días antes. No debe interpretarse, por tanto, como una cantidad adicional. La cuestión es que España es uno de los principales acreedores del régimen, que se suma así a la línea ya iniciada por otros, como Francia, Italia o Japón.
El régimen castrista
llevaba sin reembolsar la deuda de medio y largo plazo que mantenía
con el Club de París desde finales de la década de 1980, más de 35 años de comportamiento irresponsable en el cumplimiento de los compromisos financieros. Esos impagos vinieron motivados por la extinción del bloque soviético y la pérdida de las gratuidades procedentes de aquel país. La mayoría de los
acreedores decidieron mantener sus reclamaciones año tras año, en los
Informes del Club. Sin embargo, ahora parecen dispuestos a mostrar
una flexibilidad, en parte como consecuencia del interés en hacer negocios con
Cuba, tras el acercamiento de las autoridades comunistas de La Habana
a Washington y, al parecer, porque han tenido en cuenta las reformas
que se están produciendo en la economía castrista.
No obstante, la
realidad cierta es que el régimen no consigue salir de su parálisis,
un año después del deshielo con el presidente Obama. En unos días se anunciará la cifra del crecimiento del PIB ante la Asamblea nacional. Detrás del dato, los informes procedentes de la Isla insisten en que ni se ha
producido mayor calidad de vida y libertades para los cubanos, sino
todo lo contrario. Un brote masivo de emigración espontánea (se calcula que más de 4.000 cubanos) ha creado un
problema social en varios países de América central, al tiempo que las autoridades han vuelto a
reforzar los mecanismos de represión y de control de los derechos
humanos en la Isla. Para muchos analistas y observadores, se tiene la
sensación que el régimen no ha estado a la altura de los pasos
dados por el presidente de EE.UU. desde el 17 de diciembre de 2014.
La imagen de Obama, en tales condiciones, se ha visto comprometida.
La Administración
Obama ha realizado importantes concesiones unilaterales e
incondicionales, mientras que el régimen se enroca y mantiene su
campaña anti embargo, al tiempo que aprovecha cualquier oportunidad
para frenar los primeros proyectos inversores en la Isla al amparo de
la nueva legislación, como el caso de la naviera Baleária.
Más turistas no han
significado una mejora significativa de la actividad económica
interna, por el alto grado de control monopólico del sector y la
ausencia de vínculos formales con el resto de las actividades
internas. El régimen necesita con urgencia inversiones por valor de
unos 2.500 millones de dólares anuales garanticen el aparato
ineficiente del estado totalitario, y ante la eventual pérdida de
fondos del petróleo venezolano o la pérdida de fuelle de Brasil en el Mariel, se prepara para hacer negocios con
las remesas de los cubanos residentes en el exterior, básicamente los que residen en Estados Unidos. La conclusión
es que el día a día de los cubanos es cada vez más difícil, con la
permanente amenaza de la escasez de productos básicos, los aumentos
inesperados de precios y el escaso poder adquisitivo de los salarios,
solo compensado con las remesas del exterior.
En tales condiciones,
los analistas interpretan los últimos resultados en materia de
condonación de deudas como uno de los pocos beneficios derivados del
nuevo proceso abierto hace un año, lo que en definitiva, para muchos
supone una vuelta a la dependencia estructural de la economía hacia
los Estados Unidos.
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