Sobre como eliminar "los atavismos" en las operaciones de capital foráneo
Elías Amor Bravo, economista
Los
comunistas castristas dicen
que quieren “despojar
de atavismos las operaciones con capital foráneo”. Pues que lo
hagan. A ver si son capaces. Porque si bien es cierto que el problema
de las inversiones extranjeras en Cuba tiene mucho que ver con la
burocracia, la ideología, y si se me permite, esos “atavismos”,
hará falta mucho más para poder mejorar la evolución de la
confianza de los inversores extranjeros en la economía castrista.
El
autor de la frase es Malmierca. Granma
hace referencia a una
reunión de balance del trabajo del 2018 del Mincex con
Díaz-Canel, para analizar la inversión extranjera. Se dijeron cosas
sorprendentes, pero como siempre, faltó la clave de bóveda para
conseguir que el edificio no se venga abajo.
Para
empezar, es bueno que los dirigentes comunistas reconozcan “el
carácter prioritario de la inversión extranjera para el desarrollo
del país”. Eso supone, de largo, dar la espalda a varios miles de
horas de discursos absurdos de Fidel Castro en los que abordaba esta
materia. Solo por eso, ya vale la pena seguir.
¿Qué
son los atavismos que quieren eliminar? En la información de Granma
se alude, entre otros, a “las falencias en la capacitación del
personal, la lentitud y complejidad de los trámites, demoras en la
obtención de financiamientos, falta de incentivos en las empresas
estatales para desarrollar negocios con capital foráneo”. También
se incluye “la ausencia de integración, a nivel de territorio, de
los proyectos de exportación y los negocios con inversión
extranjera, lo cual debe surgir desde su propio diseño”. Para
continuar con otros como “la falta sistematicidad, seguimiento a los negocios
para su concreción; incumplimiento de cronogramas y no ser
objetivos. Hay que trascender el discurso y eliminar los obstáculos
que limitan las inversiones", pasando por algunos como “la obtención de créditos
para inversiones sin que la economía esté preparada para
emplearlos, aprobación de estudios de factibilidad con condiciones
financieras que no existen en el mercado, atrasos en la ejecución de
inversiones, etc”. También hicieron referencia a “actuar con
transparencia, ética, en estrecha vinculación con la base,
potenciando, cada vez más, las investigaciones científicas, la
comunicación social y el empleo de la informatización en pos de la
eficiencia”. En fin, para qué más. No les quiero aburrir.
Tampoco
sé si me dejo algún atavismo por el camino.
Lo
que más me interesa es destacar cómo los comunistas quieren
resolver estos problemas. Díaz-Canel parece tenerlo claro, cuando se dedica a alabar los 10 años de existencia del Mincex, un organismo
que se encarga de las inversiones extranjeras, y que en base
a los resultados obtenidos y los que se esperan, bien podría ser
clausurado y dedicado a otras funciones. Este Mincex castrista actúa
como una especie de “gran hermano” comunista que entra en todos
los proyectos que se pongan en marcha en la materia. Gran error.
De
ese modo, si se pretende atraer capital extranjero no basta como dice el régimen con “desarrollar
un ambiente más favorable para los inversionistas extranjeros,
mejorar las estrategias de superación de los grupos negociadores,
acompañar, desde el punto de vista legislativo, todo lo diseñado,
acelerar la entrada en funcionamiento de la ventanilla única, diversificar los rubros exportables y los mercados, extender las
ofertas para cruceros y cruceristas, así como profundizar los
estudios de mercado y los mecanismos de seguimiento a los negocios en
proceso”. Todo eso puede servir, pero Díaz-Canel se olvida de lo
esencial.
No
sé cuándo se darán cuenta que el éxito de las inversiones
extranjeras reside en el empresario privado e independiente, que es
capaz de saber mejor que nadie lo que es mejor para su negocio o su
proyecto. Precisamente, el empresario que en Cuba sigue proscrito y que, sin embargo, es esencial para sacar adelante la economía nacional. Las autoridades comunistas no lo quieren reconocer, pero saben que si se facilitaran relaciones directas entre empresarios
privados cubanos y capital extranjero, los resultados serían mucho
mejores. De eso, no cabe la menor duda.
Con
una economía estatal, planificada centralmente y sin derechos de
propiedad privada, los cubanos no van a poder beneficiarse de las
oportunidades de la inversión extranjera, las exportaciones y del
crédito externo, porque la iniciativa privada es la única que puede
combinar esas variables con eficiencia y superar la eterna
dependencia de fuentes externas que tiene la economía cubana. Los
agentes económicos privados son capaces de desarrollar relaciones
económicas y comerciales externas, y llevar a término acuerdos
productivos y competitivos, lo que es imposible por los “atavismos”
del estado. Un ejemplo, si los pequeños establecimientos que ofertan alojamiento
o los restaurantes pudieran acordar con los extranjeros proyectos de
inversión en tecnología y capitalización libremente, el desarrollo del sector
turismo sería mucho más sostenible. Si los cubanos de la isla, con
sus empresas privadas e independientes del estado, pudieran hacer
negocios libremente con la diáspora, extendida por todos los
continentes, la diversificación del comercio y las inversiones sería
máxima.
Todos los problemas fundamentales para Díaz-Canel, como "la obsolescencia tecnológica y
la infraestructura de la industria nacional, acumulación de cuentas
por cobrar vencidas, insuficiente incentivo a las entidades e
individuos que participan en la exportación, así como poca
diversificación de mercados y rubros exportables” se podrían
corregir con un sistema privado de comercio exterior en el que
empresas cubanas privadas pudieran importar y exportar libremente y
desarrollar acuerdos con empresas extranjeras sin más límites que
la ley.
Los
datos ofrecidos por Malmierca en materia de inversión extranjera dan
una idea de lo que ocurre en una economía cuando todo pasa por el
control de la burocracia estatal: “38 nuevos proyectos aprobados y
10 prórrogas a negocios establecidos”. ¿Es este un balance
razonable por unas autoridades de una nación de 11 millones de
almas? Por mucho que el régimen anuncie 2.000 millones de dólares
en proyectos aprobados de inversión extranjera, con 271 negocios
establecidos en turismo (49%) y electro-energético (10%), los
resultados dejan mucho que desear y confirman que por no dar entrada
al sector privado en la inversión extranjera, Cuba está perdiendo
muchas oportunidades, prácticamente todas. Háganme caso, promuevan los derechos de propiedad privada, la libre empresa, el mercado y la independencia económica del estado en el sector externo de la economía, y verán.
Dicho
de otro modo. Desde la perspectiva económica, la receta de Malmierca
“cumplir el plan de la economía, atraer inversión extranjera
suficiente y de calidad que se encadene con la industria nacional y
dar un salto real y sostenido en las exportaciones, sin descuidar la
diversificación de los vínculos con el exterior” tiene buena
letra, pero la música, sinceramente, desentona. Parece mentira que
esto ocurra en Cuba, una gran potencia musical.
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