Díaz-Canel y el Minal: el gran objetivo de producir 5.300 toneladas de embutidos en 2019
Elías Amor Bravo, economista
En varias ocasiones, he destacado que por medio de consignas políticas poco se puede hacer en materia de economía y empresa. Pero Díaz-Canel sigue empeñado en ello, y así, durante la reunión del balance anual del ministerio de la industria alimentaria, Minal, lo ha vuelto a hacer, y ha dicho “es preciso lograr un incremento sostenido de todas las producciones lácteas, cárnicas, en conservas, confiteras... Y hay que pensar en el mercado interno, en todo lo que se necesita, con líneas más o menos económicas, pero siempre de calidad”. Ni más ni menos.
Para empezar, no se puede confiar en un ministerio para lograr esos objetivos. Los ministerios no están para producir, ni para obtener calidad de la producción, ni para distribuir mercancías en el mercado. Estas actividades pertenecen al ámbito de las empresas, de las unidades de producción y comercialización que guiadas por criterios distintos a los políticos o burocráticos, cumplen con esos fines, sin necesidad de “consignas presidenciales”. Si no se reconoce esta realidad, no hay mucho que hacer.
Luego está lo de siempre: “la atención sobre el desempeño eficaz de los cuadros”, lo que en un sector como el alimentario resulta fundamental. Pues bien, si Díaz-Canel quiere que los directivos del sector no dejen de tener sensibilidad con los problemas de la gente y que se molesten con las cosas no estén bien o estén detenidas, la solución es fácil: empresas privadas, independientes y orientadas por la lógica del beneficio. Esos “emprendedores, con empuje, con poder de convocatoria y capaces de buscar soluciones de manera ágil e inteligente” a los que hizo referencia, son los empresarios privados que, en Cuba, siguen proscritos. Mira tú que cosas.
Empresarios privados capaces de “promover encadenamientos con la inversión extranjera; con la industria nacional, fundamentalmente la agricultura, con las exportaciones y con el turismo”. Los empresarios, sobre todo privados, saben identificar las oportunidades de negocio, y al hacerlo así, generan esos vínculos y encadenamientos que el sistema de planificación central e intervención del estado en la economía cubana no ha conseguido producir en 60 años.
Con empresarios privados al frente de la producción del país, Díaz-Canel podría conseguir esas mejores experiencias en materia de producción y diversificación de las ofertas, y podría evitar las limitaciones que todavía frenan los procesos de inversión. Nadie mejor que los empresarios para identificar oportunidades y llevarlas a la realidad por medio de recursos financieros. De paso, esa “chapucería” a la que se refiere el dirigente castrista también desaparecería, porque a los empresarios no les interesa hacer mal las cosas, ya que ello va siempre acompañado de castigo por parte de los consumidores.
Con empresarios privados al frente de la industria nacional Díaz-Canel podría entender realmente eso que llama “valor de la comunicación social, tanto hacia la población como hacia los trabajadores” porque los empresarios están mucho más cerca de la realidad técnico productiva que los burócratas planificadores de los ministerios. De igual modo, los empresarios saben como digitalizar sus empresas, como trasladar los resultados de la investigación de base en forma de innovaciones vía patentes y aprovechar las oportunidades que les ofrece el mercado. Y por supuesto, sin necesidad de bobaliconas “consignas políticas”.
Lo más grave es que Díaz-Canel no se entera ni tampoco está en condiciones de reorientar el rumbo de la nave. Solo así se puede comprender sus expectativas con la aprobación de la nueva constitución y lo que ello representa para el futuro de la industria. Gran error, pensar que el “reconocimiento de la autonomía municipal” servirá para definir el tipo de industria alimentaria que se necesita y los encadenamientos productivos que se pueden generar. No es así. A nadie se le ocurre que la escala municipal sea la más adecuada para proponer empresas con rendimientos crecientes que alcancen dimensiones de rentabilidad y productividad. Por medio del control y minifundismo municipal, las empresas no podrán crecer y su dependencia ministerial las mantendrá como focos de corrupción y de ilegalidades, por mucho que se planteen el perfeccionamiento de los sistemas de control interno. Ya lo hemos dicho en varias ocasiones, las estrategias de reanimación de los territorios basadas en el desarrollo local, van por un camino diferente.
Al final, todo se reduce al eterno problema de siempre en los últimos 60 años: ¿Qué se tiene que hacer para aumentar la producción de alimentos para todos los cubanos?
Tras reconocer, la ministra del ramo que los resultados de 2018 han supuesto, “el incumplimiento de diez producciones seleccionadas, entre ellas carne de res deshuesada, carnes en conservas, leche en polvo, yogur de soya, café torrefaccionado, harina de trigo, aceite vegetal refinado, y harina de soya para pienso y cerveza”, con las correspondientes insatisfacciones para la población (nunca emplean el término cliente), tan solo es capaz de añadir que “las metas para el 2019 siguen siendo tensas, pero alcanzables” en capítulos como pesca, la producción industrial de alimentos y bebidas y lo relativo a la importación de alimentos industrializados.
Un buen ejemplo son los 500 millones de dólares anuales de las importaciones de alimentos (las exportaciones son de unos 213 millones, prácticamente la mitad) lo que genera un importante desequilibrio en las cuentas externas. Nadie comprende como es posible que solo una pequeña parte de ese volumen pueda ser producida por la industria nacional, como aguas, jugos, mariscos, instantáneos y refrescos. Por mucho que se empeñan en sustituir las importaciones, la industria nacional es incapaz de resolver esta deficiencia. Es obvio que la vía elegida no es correcta.
Se presentó como un éxito “las 11 empresas mixtas del sector y los 7 contratos de asociación económica que se encuentran en proceso de negociación” en actividades de escaso impacto para el consumo interno, como “la camaronicultura o el desarrollo de otros fondos exportables de la rama pesquera”. Tan solo la producción de harina de trigo o los servicios de refrigeración y electrónicos parecen ir dirigidos al mercado nacional. La inversión extranjera se interesa poco o nada por un mercado de bajo poder adquisitivo. Los indicadores son decepcionantes.
Al final vuelven a lo mismo de siempre. Las estrategias planteadas para aumentar la alimentación se basan en “incorporar nuevos productos normados, pero no subsidiados, en las bodegas; diseñar productos destinados a los adultos mayores de 65 años; aumentar y diversificar los surtidos para la población con enfermedades de regímenes especiales, y crecer en la utilización de los subproductos de la industria”. ¿De verdad creen que es la solución? Y lo mejor de todo: producir 5.300 toneladas de embutidos. Este si que es un gran objetivo para el Minal castrista.
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