Previsiones de la economía cubana en 2019: un brindis al sol

Elías Amor Bravo, economista

El ex ministro de economía castrista, José Luis Rodríguez, ha dado cuenta en un artículo publicado en Cubadebate, de las previsiones del plan económico de las autoridades para 2019, no sin antes reconocer que “este año la economía mundial enfrentará una situación más compleja aún que la que estuvo presente en el 2018”. Y tiene razón. Ya lo hemos dicho en varias ocasiones. La economía cubana en 2019 se puede encontrar ante un ejercicio muy difícil en el que puede ocurrir cualquier cosa.

Por ello, y en contra de lo que dice Rodríguez, que “esta situación incidirá en el desempeño económico de nuestro país, a lo que se añade el previsible incremento del impacto negativo del bloqueo de EEUU, tomando en cuenta las nuevas medidas adoptadas por el gobierno de Donald Trump ya en los primeros meses de este año, incluyendo la aplicación del Título III de la Ley Helms Burton”, me propongo mostrar en este post que buena culpa de la responsabilidad de un deficiente ejercicio lo tienen las autoridades encargadas de “planificar” la economía cubana.

Nos podemos orientar con el cuadro de las previsiones.

Por ejemplo, para las exportaciones de bienes estima un crecimiento del 6%. Una cifra a todas luces excesiva, si se tiene en cuenta ese entorno de menor crecimiento de la economía mundial. Y excesiva si se compara con la evolución experimentada por esta variable desde 2012 a 2017. En esos años, y con datos de ONEI, las exportaciones han disminuido a una tasa media de -3,5%, con algún año desplomándose un -19,7% como ocurrió en 2016. No sé por tanto de donde los planificadores de la economía se inventan ese 6% en 2019 que, como todos los años, acabará siendo incumplido, con los efectos negativos que ello tiene sobre otras variables de la economía.

Otra previsión optimista en exceso, la que se hace de los ingresos turísticos que según los dirigentes del régimen deben crecer un 17,6% Otro dato incongruente, por cuanto el menor crecimiento de la economía mundial ejercerá una influencia sobre la demanda de viajes de turismo, sobre todo más acentuada en los países europeos, que constituyen los principales mercados. Pensar en ese 17,6% es un brindis al sol para calmar a los hoteleros españoles, que saben que eso no se puede alcanzar. Más prudencia habría sido lo correcto.Y seguimos.

Por cuanto atañe a las inversiones totales, tan necesarias en una economía descapitalizada que tiene una obsesión enfermiza por priorizar el gasto corriente, se planifica un crecimiento del 20,1% , hasta alcanzar 11.300 millones de pesos. Una vez más, la ONEI impone la razón. En ninguno de los 6 años transcurridos entre 2012 y 2017 la inversión superó el límite de 10.000 millones de pesos, siendo el saldo medio 7.751 millones de pesos. Pensar que pueda alcanzar 11.000 millones de pesos en 2019, con las dificultades existentes, es otro brindis al sol que resta credibilidad al diseño de la política económica castrista. Además, ese nivel de inversión de por sí elevado, continúa limitando por debajo del 10% la participación de la formación bruta de capital en el PIB, con sus efectos negativos sobre el potencial de crecimiento.

Es lo mismo que apuntan con relación a la inversión extranjera directa cuyo crecimiento se estima en un 6,2% de ese total, hasta alcanzar 700 millones de pesos, por supuesto muy lejos del objetivo de 2.000 millones de pesos que se viene señalando desde hace años para justificar el engendro de la Ley 119. Dudo mucho que se alcancen estas cifras con las previsiones de movimientos de capital a nivel internacional asociadas a un menor crecimiento global y el escaso atractivo de invertir en Cuba.

Los planificadores comunistas han establecido para las importaciones un descenso del 11,2% con respecto a lo planificado para 2018, con el objetivo de frenar como sea el endeudamiento exterior del país, que condiciona el acceso a la financiación de nuevos créditos necesarios para evitar que la economía entre en bancarrota. La incautación de divisas en los hoteles que se viene practicando desde enero es solo el primer paso de todas las actuaciones que el régimen deberá implementar para evitar la quiebra internacional. Los planificadores comunistas de Cuba siguen convencidos de la necesidad de sustituir importaciones, en una economía que necesita de forma imperativa tecnología, bienes intermedios e incluso bienes de consumo del exterior, porque su oferta productiva interna es incapaz de atender las demandas de la población. Mal año a la vista para el consumidor cubano.

Lo más curioso es que este cuadro macroeconómico, se quiere alcanzar por medio de los “cuatro encadenamientos básicos con la inversión extranjera” de los que Díaz-Canel no hace más que hablar en sus habituales reuniones de balance. A saber, “los relativos al crecimiento de la producción; al turismo; las exportaciones y con el sector no estatal, que se ha estimado aporta alrededor del 20% del PIB, aunque en sectores de baja productividad, pero que ya absorbe el 31% de la ocupación”.

Con este enjuague de cifras, absolutamente increíble, los responsables de la economía estiman un crecimiento del PIB para la misma en 2019 del 1,5%, apenas 4 décimas por encima de lo alcanzado en 2018, lo que abriga pocas esperanzas de mejoría. Y se quedan tan tranquilos, porque en Cuba nadie les va a cuestionar ese escenario, ni mucho menos ofrecer otro alternativo que mejore objetivamente las condiciones de vida de la población.

Evidentemente, no puedo confiar en este diseño, como tampoco en las estimaciones cuyo rigor es cuestionable, ni mucho menos dar crédito al análisis que hacen los planificadores. Pensar que un crecimiento de las exportaciones combinado con un descenso de las importaciones puede resultar beneficioso en las actuales condiciones contractivas de la economía es un grave error. Creer que la recuperación de la agricultura o del turismo pueden incrementar la oferta y permitir el avance de las inversiones, es no entender que por las mismas razones de 2018, esas previsiones se pueden venir abajo por motivos meteorológicos o los que sea.

Otras "ideas" de los planificadores comunistas, por llamarlas de algún modo, son reducir los inventarios ociosos un 2%, para apoyar en 400 millones de dólares la producción de bienes y servicios, reducir el déficit presupuestario de un 9% con relación al PIB en el 2018 (previsiblemente superior), al 6,1% este año, con un descenso de 3.060 millones de pesos, sin afectar los servicios sociales básicos de salud pública, educación, seguridad y asistencia social, algo que es simplemente imposible y las autoridades lo saben, con lo que estrangularán más aún la liquidez interna, sobre todo para los trabajadores por cuenta propia. Financiar la construcción de 32.000 viviendas en solo un año, ciertamente complicado para la política económica, es otro brindis al sol, para no ser cumplido porque de dónde van a obtener la financiación es la pregunta. Por último, no menos importante, reducir un 2,8% el servicio de la deuda externa y un 1,5% el monto de la deuda total, es una actuación interesante, pero de efectos limitados porque el nivel de la deuda es tan elevado que su sostenibilidad es complicada. Pequeños pasos, sin compromisos ni credibilidad, no sirven de mucho.

La economía cubana no puede mejorar con este diseño de política económica castrista porque es anticuado, obsoleto, ineficiente y no va directamente al origen de sus problemas. Sin duda, se echan en falta actuaciones fundamentales como respeto máximo a los derechos de propiedad, flexibilidad y liberalización productiva, empresas privadas, inversión por parte de los cubanos y no solo por extranjeros privilegiados, libertad de elección y desarrollo de los mercados y la logística. Son tantas las cosas que se tienen que hacer, que creerse este diseño de la planificación comunista es como creer un cuento de hadas. Lo que pasa es que en Cuba, esos cuentos de hadas castristas siempre acaban mal. Muy mal.

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