Castro y la "economia política"
Elías Amor Bravo, economista
Granma, recogiendo una nota del rotativo Revolución, dice que Fidel
Castro, como presidente del INRA “dio una clase de Economía
Política comprensible para todos un ya lejano 16 de septiembre de
1959”, y después “dio un cheque por valor de un millón de pesos
con destino al fomento turístico”. Y se quedan tan frescos.
Al parecer, aquel ya lejano día Castro andaba envalentonado porque
se había difundido la noticia relativa a su asesinato. Una de
tantas. Y entonces, mostrando que era dueño de todo, se presentó
esa misma noche en un programa de la entonces libre CMQ-TV, conocido
como “Ante la Prensa”, donde no solo mostró que estaba vivo,
sino que anunció una serie de medidas “revolucionarias” en
aquellos momentos de fulgor, como “1) el establecimiento de la
celebración de las oposiciones de maestros y la creación para el
curso escolar que se inicia de 10 000 aulas, con maestros que van a
dar clases casi semivoluntarios, por el sueldo que van a empezar a
ganar, 2) la entrega de la Ciudad Libertad al Ministro de Educación
y 3) el impuesto a las bebidas alcohólicas”. En fin, no es este el
asunto que nos interesa.
A mí lo que personalmente me llama más la atención son las
palabras dedicadas a lo que Granma califica como “clase de Economía
Política comprensible para todos”.
Al parecer, en su intervención, Castro reiteró “la necesidad de
la educación económica de la población”, como si los cubanos de
1959 fueran inexpertos en esta materia. Precisamente, Cuba aquel año
había alcanzado un nivel de renta per cápita superior a la media
regional de América Latina, e igualmente más elevado que países
europeos como España o Italia. La posición competitiva de la
economía cubana era de vanguardia en el sector del azúcar mundial y
sus instituciones dedicadas a regular el sector arrancaban con buen
pie. Castro, un ignorante de los conceptos económicos básicos,
tenía ciertamente poco que hablar de “educación económica”.
Pero es que hay más. Aquella noche, en esa “clase de Economía
Política comprensible para todos” que dice Granma, Castro se
enredó y confundió conceptos que deberían estar claros para
cualquier gobernante de un país. Por ejemplo, Castro no supo definir
el concepto de “reservas” del país, al establecer una identidad
entre oro y reservas, excluyendo la moneda extranjera. Se le puede
perdonar este error conceptual, porque aún no había llegado la
década de los años 70, cuando EEUU anunció la libre flotación del
dólar poniendo fin al patrón oro. Para un comunista como Castro, de
ideales revolucionarios, aceptar sin más y seguir las directrices
del patrón oro, tendría que haber sido todo un reconocimiento, sino
fuera porque años después se olvidó del oro y de la moneda
extranjera guardada en un Banco nacional, que puso a su servicio como
todo el capital productivo e institucional de la nación.
Y entonces, es cuando viene el otro error conceptual más grave de
Castro. Precisamente cuando defiende la “importancia de la reserva
es que, por ejemplo, cuando un país tiene que importar más un
artículo determinado o tiene un déficit de producción de alimentos
un año determinado, o necesita importar maquinaria, usa esa moneda
que tiene en el Banco Nacional. (…) Todos los años el país gasta
una cantidad de divisas adquiriendo productos de importación que no
produce el país”.
La importancia de la reserva precisamente no es para eso. Al menos
que yo recuerde, el patrón oro estaba para asegurar la credibilidad
y el respaldo de una moneda, y lo que un país tenía que hacer era
no malgastar las reservas para asegurar la fortaleza de su unidad de
cuenta. Justo en la década de los años 50, la economía cubana fue
tan competitiva y generó tal volumen de ingresos en sus relaciones
comerciales con el exterior que sus reservas fueron guardadas en los
depósitos de seguridad del banco de la reserva federa de EEUU. La
paridad del peso cubano con el dólar estaba conseguida. Las reservas
en Cuba, lejos de disminuir, iban en aumento de año en año, y Cuba
importaba todos los bienes, servicios y tecnologías que necesitaba,
sin límite alguno.
Castro era incapaz de entender ese círculo virtuoso, y por eso, ya
en 1959 andaba equivocado con las cuentas nacionales en horario
nocturno. Granma cita textualmente sus palabras “cuando un país
tiene reservas determinadas y gasta más de lo que produce, la
reserva va disminuyendo, como una familia que tiene 5 000 pesos en el
banco, todos los años gana 3 000 y gasta 4 000 y cuando gasta 4 000
tiene que sacar mil pesos de los 5 000 que ingresó, y al año
siguiente vuelve a ganar 3 000 pesos y a gastar 4 000, tiene que
sacar de sus reservas otros mil pesos y entonces le van quedando 3
000 pesos y así sucesivamente. Cuando haya agotado todas sus
reservas, se queda sin reserva, y entonces si va a gastar 4 000, no
puede, tiene que ceñirse estrictamente por lo que gastó. Puede
llegar un momento, incluso, que se endeude. (…)”.
Un argumento simple, pero bobalicón, en términos económicos. Aquel
Castro de 1959 no podía entender que las reservas pueden disminuir,
pero también crecer. Que existen políticas económicas eficaces
para ello, y no necesariamente pasan por apretar el cinturón. Y la
razón es sencilla, en su análisis de la “economía política”
no estaba la posibilidad de generar reservas, pese a que esa era la
experiencia que había vivido en Cuba desde que nació. En su simple
análisis de la “economía política”, el país se descapitaliza
progresivamente de sus reservas porque vive por encima de sus
posibilidades, es decir, gasta más de lo que produce.
Decir esto a los cubanos suena a un insulto, una broma de muy mal
gusto, porque si algo precisamente han hecho los cubanos en los
últimos 60 años es gastar muy por debajo de lo producido,
mantenerse a un nivel de racionamiento estructural, con carestías
continuas, apagones y una deficiente estructura sectorial en la que
no existen encadenamientos productivos entre los sectores. ¿De qué
“economía política” hablaba Castro?
Pues de otro grave error, que raya en la más absoluta ignorancia
sobre materias económicas, y que Granma cita, “lo primero que debe
aspirar un país es a no importar más de lo que exporta, porque
cuando importa más de lo que exporta, exporta 500 millones, importa
600 millones, ¿con qué los paga? “. Otra vez la visión de corto
plazo. No es así, el problema no es importar más de lo que exporta
sino lograr que lo que importa contribuya a crecer más, a ensanchar
la base de la economía nacional y atender las necesidades de toda la
población. Cuando este modelo se establece, la economía del país
se beneficia de las importaciones y salta del subdesarrollo al
desarrollo. España lo hizo, Chile también, Vietnam lo está
haciendo. Cuba con Castro, nunca.
No contento con banalizar el análisis de la “economía política”,
Castro acabó diciendo aquella noche de autos una barbaridad en
términos económicos, trasnochada, irresponsable y procedente de
otro tiempo y lugar. Y cito como Granma sus palabras, “así que la
primera aspiración seria de un país es mantener sus reservas. Lo
ideal es exportar más de lo que se importa; es decir, producir en el
país todo lo que se pueda producir, y cuando importe poder disponer
de una cantidad determinada para invertirla en lo que más le
convenga al país. Una vez logrado el ideal ese de equilibrar las
importaciones, ¿cuál es el ideal? gastar ese dinero en lo que más
le convenga”.
Ni lo uno ni lo otro. Por lo expuesto antes, ni exportar más de lo
que se importa, ni tampoco producir en el país todo lo que se pueda
producir son decisiones racionales de “economía política”. La
experiencia muestra que se puede mejorar la situación económica de
un país con unas importaciones superiores a las exportaciones,
porque existe un crédito internacional que apuesta por el
crecimiento económico estable, la seguridad jurídica y las
instituciones con credibilidad. Nada que haya tenido Cuba en 60 años.
Pero es que la obsesión de Castro con el mantenimiento de las
reservas, realmente le duró menos de 5 años, porque Che Guevara en
ese corto período de tiempo acabó finiquitando el saldo positivo de
las cuentas externas de la nación. Qué pronto se olvidaron las
ideas de “economía política” a Castro.
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