Comercio electrónico sin nada que comerciar
Elías Amor Bravo, economista
Asombroso. Ha habido que esperar al ya lejano en el tiempo,
“Lineamiento 108 de la Política Económica y Social del Partido y
la Revolución”, aprobado en abril de 2016, para que los cubanos
puedan empezar a realizar operaciones de comercio electrónico, en
línea con el proceso de informatización de la sociedad. No deja de
ser curioso que unos “lineamientos” de un partido político marquen las condiciones de
vida de los cubanos. Destacar, por otra parte, que el comercio
electrónico es una actividad que se encuentra ampliamente extendida
en el mundo actualmente, incluso en países con más bajo nivel de
desarrollo que Cuba. Sin embargo, su aplicación en la isla
merece para Granma un artículo en el que se enaltece esta práctica
y se estimula la misma.
En tales condiciones, la pregunta inmediata es, “Comercio
electrónico, pá qué? Tal y como dijo Fidel Castro de las
elecciones en pleno fervor revolucionario. El comercio electrónico
está ampliamente extendido allí donde hay algo que comerciar, donde
la población puede apreciar sus beneficios y mejorar su calidad de
vida. ¿Me quieren explicar cómo pueden los cubanos practicar el
comercio electrónico cuando rara vez encuentran en las viejas y
desvencijadas bodegas lo que desean comprar? ¿Cómo pueden acceder a
las ventajas de esta práctica cuando todavía existen trabas y el
racionamiento aparece cuando menos se le espera? ¿A quién pretenden
engañar en Granma?
La realidad es que los cubanos cuentan con un sistema comercial
pobre, poco eficiente, desorganizado y envejecido, carente de
suministros, en el que se hace muy difícil ejercer el derecho a la
libre elección de los bienes y servicios que se desean. El comercio,
la logística, la distribución, los “intermediarios” fueron
víctimas tempranas de la represión comunista, y sus negocios y
empresas confiscados violenta e injustamente por los milicianos, condenando a muchos de los antiguos titulares de estas
empresas, en su día, prósperas, a una existencia miserable dentro
de la isla, o la huida al exilio para salvar sus vidas. Decisiones de
este calibre, impulsadas con vehemencia por el Che Guevara, con la
aprobación de Fidel Castro, están en el origen del desastre
económico de Cuba y lo que es peor, las escasas posibilidades de
superar el atraso y la pobreza generalizada en que viven los cubanos.
Por eso, dan ganas de reír que Granma hable, y muy bien, del
comercio electrónico. Esta debe ser la consigna del “Lineamiento”.
Sin embargo, me temo que pinchan en hueso. Es posible que algunos
cubanos puedan tener algún interés en la fórmula, pero no
consigo ver a quién gana unos 30 dólares al mes comprando por
comercio electrónico, y mucho menos en las condiciones actuales. Y
no es una cuestión de práctica o de interés, porque el cubano
cuando abandona la isla y se instala en cualquier otro país del
mundo abraza estas técnicas y las valora de forma positiva. El
problema es cómo hacerlo en el desierto de la economía castrista.
Descontando la ausencia de productos para comprar y la falta de
libertad de elección, el cubano que quiera realizar comercio
electrónico tendrá que tener una cuenta en un banco, en la que
ingresar o bien su mísero sueldo mensual, que da para muy poco, o
recibir la remesa que le envía algún familiar del exterior y que
debe obligatoriamente pasar por banco. Además, no veo a muchos cuenta
propistas colocando el dinero que ganan en sus negocios en los bancos
estatales cubanos, porque saben que eso es dar información de manera
inmediata a la seguridad del estado, que pasará a controlar sus
negocios. En ausencia de oportunidades de inversión, el dinero ganado en divisa fuerte, mejor bajo la cama o escondido en la tierra,
como en los tiempos de la colonia. La confianza de los cubanos en sus
bancos es mínima. No se tienen estadísticas del grado de desarrollo
bancario y financiero de la sociedad cubana, pero es uno de los sistemas más atrasados e ineficientes del mundo, como
consecuencia de su pertenencia exclusiva al estado.
Por eso, si no existen cuentas bancarias, difícilmente se podrá disponer
de la tarjeta magnética que se debe pasar por los terminales del
establecimiento para realizar la operación de comercio electrónico
que quieren promover los comunistas de Granma. Además, existe otro
problema, mucho más complicado aún, ¿cuántos establecimientos
comerciales, las viejas bodegas, por ejemplo, cuentan con los
terminales en los puntos de venta para el pago de los productos?
Ninguna. Según datos de Granma, en todo el país hay solamente 12.462, 1 por cada 950
habitantes. Una de los ratios más bajos del mundo. Además, la
mayoría concentrados en zonas urbanas. El acceso de
la población, limitado y complicado.
Posiblemente haya estos terminales en las tiendas recaudadoras de
divisas, pero ya se sabe que estas representan solo una pequeña
fracción del comercio total del país, accesible solo para quienes
tienen moneda fuerte para pagar. En todo caso, las desigualdades
económicas, que tanto cuestiona el castrismo, aparecen con especial
virulencia en este ámbito en el que el desarrollo de la informatización de la
sociedad es limitado. Muchos turistas extranjeros se quejan de ello, de
la dificultad para pagar en los establecimientos con tarjeta. Qué no
dirán los cubanos.
El periódico de los comunistas enaltece al comercio electrónico y
lo define “como una modalidad de compra-venta que hace referencia a
la distribución, mercadeo e intercambio de productos y servicios
donde median sistemas de pago y recepción del dinero a través de
máquinas y redes digitales de forma rápida, segura y sin la
presencia de dinero físico, sino de la disponibilidad de saldos en
tarjetas magnéticas en ambas monedas utilizadas en Cuba”. Buena
definición, sin duda. Inaplicable en Cuba.
Porque los cubanos no solo tienen pocas posibilidades económicas
de realizar el comercio electrónico por su bajo poder adquisitivo,
sino que resulta evidente que desconfían de esta práctica dentro de
la isla. Y hacen bien. Eso es evidente. Es sorprendente que el Banco
Central, uno de los instrumentos con que cuenta el estado para el
control financiero de los cubanos, haya concedido descuentos de un 8%
en los pagos realizados por tarjeta, y sin embargo, tenga escaso
éxito en lograr que las personas tengan estímulos para efectuar
sus compras mediante este sistema. Por algún motivo será. No deja
de ser significativo que ese mismo descuento no hace falta ni en
Miami ni en Madrid, al contrario, allí los bancos cobran por el servicio. Que
tomen nota los burócratas comunistas del Banco Central.
Otro tanto cabe afirmar con relación al Transfermóvil, que es una
aplicación en Android, para dar respaldo a los servicios de red e
infraestructuras de ETECSA, la empresa que por los elevados precios
de sus servicios recibe amplias críticas de los cubanos.
Ciertamente, la banca móvil que se encuentra ampliamente extendida por todo el mundo, en Cuba se encuentra muy atrasada, y son pocos los
cubanos que la utilizan para el pago de las facturas de los servicios
de agua, gas, electricidad y teléfono; revisar el saldo de las
cuentas de tarjeta magnética y las últimas operaciones efectuadas.
¿La razón? La misma que antes. Para acceder a la banca móvil,
el cliente debe tener una cuenta soportada en tarjeta magnética
emitida por cualesquiera de los bancos (Popular de Ahorro, Crédito y
Comercio, Metropolitano) y una tarjeta de Telebanca. La desconfianza
en los bancos estatales está plenamente justificada.
Por su parte, no creo que se usen mucho las plataformas EnZona,
Compra-DTodo o Superfácil, como canales para realizar operaciones
financieras y negocios digitales por personas naturales y jurídicas.
El hecho de que sean accesibles por los buscadores en internet o
aplicaciones para dispositivos con sistema Android, en la plataforma
de Etecsa, con los precios de esta compañía no favorece su uso
principalmente por determinados sectores del trabajo por cuenta
propia, pero poco más.
Finalmente, las tiendas virtuales, como la que opera en el Centro
Comercial de 5ta. y 42, que ofrece servicio domicilio pero permite
reservar el producto y luego el cliente lo recoge cuando lo crea
conveniente, como ocurre en cualquier Zara, por la misma razón de
antes, no consiguen despegar. De hecho llegan informaciones de la
isla que confirman que la tienda escasea los productos, e incluso no
cuenta con muchos de los que oferta en los anaqueles. No me extraña
que los cubanos que se han pasado los últimos 60 años haciendo cola
para “resolver” cualquier cosa no entiendan los beneficios de
estas tiendas virtuales, salvo casos de jóvenes con recursos, lo que
apunta una vez más, al factor desigualdad, porque las transacciones
se tienen que pagar en divisa. No se admite la moneda nacional.
El panorama descrito del comercio electrónico en los tiempos de
Díaz-Canel viene a mostrar lo absurdo que es vestir un santo,
desvistiendo a otro para ello. No tiene sentido improvisar avances
tecnológicos basados en la sociedad de la información, cuando la
esencia del sistema económico no mejora. Y la esencia es el poder adquisitivo de la
población, sus ingresos reales, la desconfianza que existe en los
bancos por su pertenencia al estado represor y la falta de libertad de los cubanos para elegir lo que desean consumir. Lo demás es
marear la perdiz. Y lo peor de todo, convertir el comercio
electrónico en un espacio más para incrementar las desigualdades sociales en la
Cuba comunista. La mejor herencia de Fidel Castro. Sin duda.
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