Análisis de la visita de la señora Mogherini a La Habana
Elías Amor Bravo, economista
Mogherini, alta representante de la Unión Europea para la política
exterior, ha dicho durante el II Consejo Conjunto Cuba-UE celebrado
en La Habana, que confía en que Cuba “amplíe su hasta ahora
limitada apertura económica, al tiempo que ofreció más apoyo
financiero para apoyar las necesarias reformas que agilicen la
inversión extranjera”.
Esta
frase resume el sentido actual de las relaciones de la Unión Europea
con Cuba.
Primero,
porque solo se habla de apertura económica. Y se olvida de las
transformaciones democráticas que hagan que Cuba se convierta en una
democracia más, como las que existen en Europa. Lamentable.
Mogherini piensa en Cuba como “democracia de partido único”, y
poco le importa que el régimen, coincidiendo con su visita a La
Habana, aumente la represión a los opositores demócratas cubanos,
que están luchando porque en Cuba exista un sistema político como
el que funciona en Europa. Más contradicciones no pueden haber.
Al
anteponer la apertura económica a la democrática, Mogherini da la
espalda a un amplio sector de la sociedad cubana, pero deja claras
las cartas encima de la mesa. Ella representa a una Unión Europea
que solo quiere hablar de temas económicos con los dirigentes del
régimen castrista. No les da repugnancia sentarse en la mesa con
aquellos que pisotean los derechos de las Damas de Blanco a
manifestarse pacíficamente, o que nunca han aclarado las
circunstancias de la muerte de Paya y Cepero, premios Sajarov del
Parlamento europeo.
Que
Mogherini sitúe la apertura económica como prioridad en las
relaciones con la dictadura castrista es barato y fácil de
gestionar. No es extraño que haya observado una clara decisión por
la parte cubana de actualizar el desarrollo del país. Llevan en ello
desde que Raúl Castro se hizo con las riendas del poder y los
resultados están ahí por si ella quiere confirmar sus peores
expectativas. La situación, lejos de mejorar, ha ido a peor, porque
a cada paso que se da en una dirección, siguen dos en la contraria,
y así no hay quien avance.
Lo
que Mogherini dice con relación a que se tienen que eliminar las
“medidas destinadas a eliminar el bloqueo interno”, es algo en lo
que lleva Marino Murillo un montón de años, y sigue en lo mismo.
Rodeado de un complejo entramado de trabas y prohibiciones que frenan
la iniciativa privada, las inversiones y el progreso económico. Poco
puede hacer la Unión Europea cuando los que se encargan del asunto
en Cuba, no dan pie con bola.
Al
final, Mogherini ofrece una especie de consultoría externa basada en
compartir experiencias y ofrecer apoyo financiero que es lo único
que interesa al régimen de La Habana para despedirse de su cargo
como alta representante de la Unión, pero mucho me temo que en Cuba
será olvidada muy pronto. Más o menos lo mismo que Obama, de cuya
apertura ya no se habla apenas, o casi nada.
Aún
no había acabado su intervención Mogherini, el ministro de
exteriores Rodríguez le ajustó cuentas, echándole en cara que no
se necesitan nuevas medidas de apertura en la economía, limitándose
a exponer lo que él consideraba “avances de los últimos años
como la autorización de algunas actividades privadas, la creación
de una zona económica especial o la nueva constitución que reconoce
explícitamente la propiedad privada y la inversión extranjera”.
Precisamente las medidas que no han servido para nada. Fue el único
momento de la almibarada visita de Mogherini al régimen castrista en
que los focos periodísticos se encendieron, por si se producía
algún enfrentamiento. Nada de eso. Las aguas volvieron a su cauce,
cuando alguien del equipo de la Unión Europea desgranó las cifras
económicas aportadas por los europeos en forma de cooperación para
el desarrollo, más de 200 millones de euros desde 2008, destinados a
agricultura sostenible y seguridad alimentaria, medio ambiente y
cambio climático, y ayuda a la modernización del país.
Al
ministro de exteriores castrista le taparon la boca con dinero. No en
vano la Unión Europea es el primer socio comercial e inversor del
país, a pesar del temido embargo o bloqueo de EEUU, y actualmente
operan en la isla empresas hoteleras españolas, gigantes de la
construcción francesa y otras grandes corporaciones holandesas e
italianas.
Los
representantes europeos y cubanos se dedicaron a fortalecer lo que
llaman “diálogo político de alto nivel” en este II Consejo
Conjunto Cuba-UE, pero no conviene engañarse. Este diálogo tiene
poco de político, casi todo es economía e intereses económicos de
las dos partes. El texto final así lo dice: más fondos para una
presunta cooperación bilateral del desarrollo, la prevención del
cambio climático y la lucha contra el crimen hasta la protección de
los derechos humanos. Estos últimos limitados a un pequeño párrafo
que casi pasa desapercibido.
Así
que Mogherini dio por finalizada su visita a La Habana entre condenas
a la Ley Helms Burton y al embargo de EEUU, extrañas coincidencias
entre la Unión Europea y Cuba en la forma de abordar la crisis de
Venezuela, al tiempo que se restó importancia a las diferencias a la
hora de valorar la autoridad de Maduro o Guaidó, y alguna foto de
recuerdo con Díaz-Canel. Dejó su lujoso alojamiento del Packard
para dirigirse a México, su siguiente escala, en la gira de final de
mandato. Su paso por La Habana ha sido sin pena ni gloria, tan solo
otorgando al régimen castrista un trato de igual (que no merece) y
un espacio gratuito en la prensa internacional que tampoco le
corresponde, a la vez que deja sin solución la mayor parte de los
asuntos que se someten a estos diálogos, o como se les quiera
llamar. Esperemos que el nuevo representante de la Unión Europea no
cometa estos mismos errores e imprudencias.
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