Entendiendo una crisis grave de la economía cubana
Elías Amor Bravo, economista
Pues
claro que no estamos ante un nuevo “período especial”. El
derrumbe del muro de Berlín, la desaparición de la URSS y sus
aliados, con el fin del llamado “socialismo real”, fue un episodio
que tuvo unas graves consecuencias sobre la economía cubana, al
desplomar su PIB en más de un 50% en el curso de dos años, y
después, iniciar un lento despegue que, en muchos casos, supuso más
de una década para alcanzar los niveles anteriores de la economía.
Ahora
la situación es bien distinta. Pero las autoridades no dicen la
verdad cuando insisten que se trata de un problema energético
“coyuntural” que afrenta el país. El escenario abierto en la
Mesa redonda de ayer no es nuevo, viene cebándose lentamente desde
2016 y obedece a profundas causas estructurales y, sobre todo, a la
definición del modelo económico e institucional de la economía
castrista, y el fracaso absoluto de las medidas de política económica
denominadas “Lineamientos”.
La
“estrategia de desarrollo económico y social” aprobada en los
dos últimos congresos del partido único es un documento hueco,
carente de concreciones y de propuestas eficaces para mejorar la
eficiencia del funcionamiento de la economía. No introduce las
reformas necesarias para flexibilizar la actividad económica y
“destrabar” las instituciones jurídicas. De igual modo, eso que
denominan “Conceptualización del Modelo y las bases para la
elaboración del Plan Nacional hasta 2030” no deja de ser más que
un diccionario de términos, una propuesta genérica, que en absoluto
se corresponde con un programa al uso de política económica en el
que se identifiquen objetivos e instrumentos. Todo lo que han hecho
es dar vueltas y vueltas, sin agarrar el toro por los cuernos. La
pérdida de tiempo se nota. Y la parálisis actual tiene mucho que
ver con ello.
Y
ya me dirán de qué sirve la nueva “constitución” para mejorar
en funcionamiento de la economía. Precisamente un texto legal que
sanciona los principios comunistas e intervencionistas sobre la
actividad económica que están en el origen del actual desastre del
modelo, prohibiendo el enriquecimiento y la empresa privada libre. Quizás otra constitución, con otro diseño alternativo, al
menos habría jugado con las expectativas de mucha gente, pero lo que
salió de la asamblea comunista no es más que un refrito de lo que
ya había antes. Poco que rascar.
En
cuanto a los aspectos sectoriales, es todo un querer y no poder. Que
la industria nacional garantice el 40% del combustible del país con
las termoeléctricas de la Isla es un ejemplo de la escasa atención
a estas cuestiones, ya que el otro 60% depende de un recurso externo
que no se tiene y al que ni siquiera se dedica un stock de seguridad
para afrontar situaciones como la actual. Las termoeléctricas,
además, usan combustible, así que al final estamos en las mismas.
La inversión en energía en Cuba ha sido deficiente, como el resto
de capítulos de la formación bruta de capital fijo, que no acaba de
superar el 10% de su participación en el PIB, uno de los porcentajes
más bajos del mundo.
En
cuanto al turismo, poco hay que celebrar. Los datos lo confirman. La
entrada de viajeros en el período enero a julio de este año, según ONEI, ha
descendido un 1,1% con respecto al ejercicio anterior. Y no deja de
ser curioso que sean los turistas de EEUU los que más aumentan, un
20% en el mismo período. Los viajeros que se alojen en viviendas que
ofrecen habitaciones en alquiler y decidan comer en los paladares se
verán afectados por los ajustes y apagones. Tendrán difícil encontrar transporte. La experiencia de la estancia resultará
poco satisfactoria y por ello, muchos no volverán. Sin duda, una
magnífica política de promoción turística de Marrero.
Otro
tanto se podría afirmar de los inversores extranjeros, molestos por
la falta de servicios de transporte o los apagones que igualmente les
afectarán en sus residencias de Miramar, pero a ellos lo que más
les preocupa e inquieta es la repatriación de beneficios a sus casas
matrices, y no tener que esperar autorizaciones del banco central
para poder realizar las transferencias de divisas. También les
preocupan las trabas de la economía, que frenan la capacidad para
hacer negocios dentro de la isla, y la excesiva dependencia del
aparato del estado para cualquier cosa, incluso para contratar
trabajadores. La inversión extranjera sigue sin alcanzar los
objetivos de 2.000 millones de dólares año y será difícil que lo
alcance en las condiciones actuales.
Cierto
es que la venta de los servicios médicos continúa siendo un buen
negocio. Los datos de la ONEI confirman los 6.398 millones de pesos
que nada tienen que ver con esa “cooperación y ayuda
internacional” de la que habla el régimen, si no de un auténtico
negocio de estado que incumple buena parte de las normas
internacionales de condiciones laborales. En cuanto a la producción
de medicamentos, no hace mucho tiempo los desabastecimientos
afectaron de forma masiva a las farmacias, con productos de alto consumo para las personas con determinadas dolencias, así que no existe motivo
alguno para que no vuelvan a ocurrir en las próximas semanas o
meses.
Lo
anterior confirma que la economía cubana, a pesar de haberse
diversificado más que en los años 90 del siglo pasado, sigue
dependiendo absolutamente del estado, del partido único y de las
directrices y lineamientos, lo que impide desplegar las fortalezas
productivas de los agentes privados, que pese a su crecimiento,
continúan desempeñando sus funciones en un reducido número de
actividades “autorizadas” e intervenidas por el estado comunista.
Además, reducir la dependencia del azúcar, pese a que los
castristas lo consideran un aspecto positivo, ha sido una de las
peores decisiones adoptadas por Fidel Castro a lo largo de su vida,
porque destruyó la principal fuente de prefinanciación de la
economía cubana.
Además, reivindicar las “relaciones económicas con Venezuela, Rusia, la Unión
Europea, con varios países africanos” y, en general, “con un
buen número de naciones en el mundo”, no ha servido para mejorar
la capacidad de endeudamiento de la economía, que ha rebasado los
límites sin aprovechar las generosas condonaciones de deuda del Club
de París o de Londres, ni para facilitar el acceso a la financiación
internacional, por lo que tal vez se deberían revisar esas
relaciones.
Y
aquí viene el principal problema con esta situación “coyuntural”,
porque ya no solo es responsabilidad directa de “la falta de
gestión e incapacidad del gobierno de Díaz-Canel” y los
argumentos ofrecidos lo justifican de sobra, sino que además, y lo
que es peor, interpretar esta crisis como “coyuntural” entraña
riesgos si cabe mayores, porque al hacerlo así, no se estarán
adoptando las medidas de política económica correctas para hacer
frente a una situación de crisis institucional y estructural más
profunda.
Los
motores de la economía están paralizados. Las entradas de turismo,
las remesas de las familias, las inversiones extranjeras, los ingresos por la venta
de servicios médicos, tienen unos límites y los datos disponibles
apuntan a que se han alcanzado, al menos a corto plazo. No existen
alternativas porque el resto de sectores de la economía no están
preparados para competir a nivel internacional. La dependencia
externa, sobre todo de alimentos y energía, confirma que la
sustitución de importaciones ha sido un fracaso. El déficit comercial exterior se desbordará. A ello, se tiene
que añadir el déficit público que volverá a crecer en las
circunstancias actuales, ya que las autoridades no resistirán las
tentaciones para mantener los subsidios a los precios y los gastos
“sociales”.
Por
lo tanto, el escenario es complicado. Los desequilibrios, interno y
externo de la economía no permiten adoptar medidas más allá de un
trimestre. Conforme los distintos sectores se vayan paralizando, el
PIB de la economía decrecerá y la recesión se hará evidente. Y lo
más importante, nada, absolutamente nada de lo que se ha descrito, tiene relación alguna con EEUU, el bloqueo, el embargo o cualquier
otra circunstancia externa. El problema es interno, no es coyuntural
y exige soluciones avanzadas y huir de comportamientos reaccionarios
comunistas.
Buena prueba de ello
es que ninguna de las medidas adoptadas recientemente por el gobierno
de Díaz-Canel, y que tanto reivindican, como “el aumento salarial,
la mejoría del transporte por ferrocarril, la adopción de medidas
para evitar el aumento de precios de los productos, el aseguramiento
del inicio del curso escolar, la superación del desabastecimiento de
alimentos de los primeros meses y las afectaciones mínimas a la
generación de energía eléctrica” han dado resultados positivos. Ahora el
escenario es mucho peor que hace unos pocos meses y lo más grave no
ha llegado todavía, siendo necesario prepararse para ello.
Pensar que el barco petrolero que está por llegar va a resolver los
problemas, es una burla a la audiencia, un sinsentido destinado a
ganar tiempo. El desabastecimiento llegará, la falta de transporte
no tardará en afectar las comunicaciones, el racionamiento masivo se extenderá a todo tipo de productos, la paralización de las
fábricas creará una crisis de pagos, la falta de electricidad y los apagones enfadarán a mucha gente, la desesperación
de amplios sectores de la población no tendrá límites. Todo esto llegará. Pero no
será como en el “período especial”.
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