A vueltas con el "embargo", ¿punto y final?
Elías Amor Bravo, economista
El famoso culebrón del “embargo” viene siendo
utilizado por el régimen castrista cada vez que los acontecimientos internos le
resultan desfavorables.
En los últimos días, una ola de represión sin
precedentes se ha desencadenado contra varios representantes de las
organizaciones disidentes de la sociedad civil, como Antonio Rodiles, Ángel
Santiesteban o la bloguera Yoani Sánchez, a la que han convertido en blanco de
ataques en el diario oficial, Granma.
Cada vez que el régimen comunista siente que la
sociedad civil de la Isla acreciente sus protestas contra la ineficiencia de su
gestión y la represión permanente, lanza el argumento propagandístico del “embargo”.
Ahora, en Naciones Unidas, nuevamente, donde Bruno Rodríguez, con un guión
cocinado en los departamentos de la seguridad del estado castrista, ha dicho
que “el bloqueo económico de EE.UU le ha ocasionado al país daños por más de un
billón de dólares a lo largo de medio siglo” y se ha quedado tan fresco.
El dato tiene juego. Para empezar, es
complicada su estimación con cierto rigor. El valor del comercio que realizaba
Cuba en los años 50 con EEUU debidamente actualizado, ni se aproxima a la mitad
de la cifra. Ni siquiera actualizando el valor del PIB de la economía
castrista, que figura en los datos de la Oficina Nacional de Estadística de
Cuba, en dólares corrientes, se alcanza una cifra de esas dimensiones. La idea
de que “un billón 66 mil millones de dólares en daños económicos, afectaciones
humanas invaluables y una feroz persecución de nuestras transacciones por todo
el planeta”, es una cifra y un argumento que pertenecen a la imaginación y los
dossiers de propaganda castrista con los que se intoxica a los observadores y
analistas de una compleja realidad.
La realidad es que el único bloqueo que
afecta a la economía castrista es interno, y viene justificado por el modelo
económico que establecieron los revolucionarios a comienzos de los años 60, y
que en contra de lo sucedido en otras naciones del bloque soviético y
comunista, que han despertado a la realidad, se niegan a alterar.
Un bloqueo interno sobre la sociedad y sus
estructuras económicas, que supuso la confiscación de los derechos de propiedad
a sus legítimos propietarios, sin compensación alguna, y la eliminación del
mercado como instrumento de asignación de los recursos. A cambio, el
colectivismo, de base estalinista, fijó al estado castrista como el único capaz
de acometer las decisiones económicas de producción, consumo e inversión, a la
vez que toda la propiedad y riqueza acumulada con el trabajo, el esfuerzo y el
tesón de varias generaciones de cubanos, pasaba a las manos muertas e
ineficientes del mismo estado totalitario.
El “embargo” que ahora el régimen trata de
explicar en la Asamblea General de Naciones Unidas, para conseguir el apoyo de
un conjunto de países beneficiados del petróleo chavista, es una mentira
histórica y un argumento que va quedando como uno de los pocos que sobreviven a
la dialéctica trasnochada de la guerra fría.
Varios pasajes de este Informe que el
régimen castrista quiere presentar a Naciones Unidas, no tienen desperdicio.
Por ejemplo, culpan al “embargo de EEUU” de los problemas financieros de la
economía castrista. Falso. Las dificultades de financiación de una economía
ineficiente e improductiva tienen su origen en el incumplimiento de los compromisos
de deuda con el Club de París, lo que supone el veto a la financiación regular
en los mercados de capitales, y al saldo negativo de las cuentas externas y los
bajos ritmos de crecimiento de la economía, entre otros. Si en las condiciones
actuales, la economía mantuviera, por ejemplo, los niveles de producción de
azúcar, no existiría problema alguno para pre financiar la misma en condiciones
muy favorables, dados los precios. Cuando Fidel Castro ordenó el cierre de los
ingenios en 2002 estaba cerrando la vía de financiación exterior. Embargo
interno, evidentemente.
No deja de ser lamentable que el Informe
presente daños del “embargo” sobre la alimentación, por ejemplo, cuando es
sabido que el régimen castrista ha tenido en los agricultores y ganaderos del
medio Oeste de los EEUU a proveedores cualificados para atender a las
permanentes crisis de alimentación de la improductiva e ineficiente agricultura
castrista, al igual que las medicinas y otras rúbricas para las que el embargo
apenas ha tenido vigencia. Y qué decir de las remesas enviadas por los
exiliados a sus familias, calculadas en más de 1.000 millones de dólares
anuales, procedentes prácticamente al 100% de EEUU, o el creciente número de
viajeros, más de medio millón al año, de ese mismo país. ¿Dónde está realmente
el bloqueo?
El ejemplo más evidente de que el Informe
es un documento de propaganda es observar los epítetos con los que se califica
el “embargo”, sin duda un cántico a la búsqueda de apoyo entre los enemigos de
EEUU. Allí se presenta el “embargo” como “genocida, violatorio y fracasado”,
“anacronismo”, “rémora de un pasado”, “reliquia de la guerra fría” y “crimen de
lesa humanidad”, entre otras lindezas.
En mi opinión, este tipo de acciones
propagandísticas del régimen castrista tienen un recorrido de medio y largo
plazo. Sabido es que, por desgracia, la represión interna del régimen contra
los disidentes no es objeto de atención en Naciones Unidas, salvo en las
organizaciones de derechos humanos, pero aún está por verse que algún enunciado
haya servido para sacar los colores al castrismo. En tales condiciones, cabe
preguntarse a qué obedece la reiterada presentación del argumento en Naciones
Unidas. No me cabe duda que, en el régimen castrista, se quiere forzar a EEUU a
no modificar la “ley de ajuste” que facilita notablemente la emigración de
cubanos en su territorio. Tal vez, las reformas recientes de Raúl Castro para
dejar salir del país mano de obra tropiecen con los requisitos que establecen
los países para regular los movimientos migratorios. Si ese es el caso, ¿qué
nos puede esperar en los próximos años del “embargo”?
Tomado de: Cubaencuentro, 14 de noviembre de 2012
Tomado de: Cubaencuentro, 14 de noviembre de 2012
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