¿Por qué no debe cambiar la Posición Común de la UE con el régimen castrista?


 

Elías Amor Bravo, economista

Las relaciones de la Unión Europea con el régimen castrista siempre han sido complicadas y difíciles. Cada vez que en La Habana han tenido ocasión de atacar a la Unión Europea lo han hecho, buscando los motivos más absurdos. La estrategia de confrontación internacional con EEUU que practica el régimen castrista y que tan buenos réditos le ha propiciado a lo largo de la historia, se ha querido extender con los 27, pero ciertamente ha tenido escaso éxito.

No en vano, varios países de la Unión Europea mantienen operaciones económicas relevantes en la Isla, en sectores estratégicos para el régimen como la minería, el turismo o la biotecnología. La presencia de empresas europeas en la economía castrista ha mostrado numerosas experiencias de éxitos y fracasos, sobre todo desde los tiempos del período especial, y la política de cooperación al desarrollo de varios países de la Unión se ha dirigido a poner en marcha proyectos en la Isla, bajo el estricto control de las autoridades comunistas.

El tema vuelve a ser de actualidad, ya que varias agencias informativas se han hecho eco de que el próximo lunes, los ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea van a discutir la posibilidad de un nuevo tipo de relación con el régimen castrista, permitiendo un mayor acercamiento entre las partes.

En la mesa de negociación existen dos opciones que la jefa de la diplomacia comunitaria, Catherine Ashton, quiere proponer a sus socios de la Unión.

De un lado, la continuidad de la Posición Común, que define el marco de las relaciones con el régimen desde mediados de los años 90 del siglo pasado, y que se ha ido prorrogando ante la falta de respuesta por parte de las autoridades a lo que en ella se contiene, básicamente,  avances en la democratización y los derechos humanos en la isla.

De otro lado, la alternativa es comenzar a estudiar un nuevo acuerdo que permita otro tipo de relación.

Como cada vez que se acerca un proceso de estas características, surgen diferencias entre los países europeos.  En efecto, todavía hay un grupo de Estados miembros que muestra recelos con el régimen castrista por la situación de los derechos humanos en el país y, por eso, son cautos a la hora de avanzar hacia una política diferente. Sin duda, en el momento actual pueden estar preocupados por la situación incierta de Antonio Rodiles, detenido y procesado penalmente por las autoridades comunistas por disentir. Redadas contra opositores y disidentes, obstáculos de todo tipo a las Damas de Blanco para realizar sus paseos pacíficos por La Habana y principales ciudades del país, y campañas de hostigamiento continuo contra los que piensan de forma diferente, configuran un escenario que para los demócratas del mundo entero produce no poca repugnancia.

Países como Suecia y la República Checa han sido reacios a una apertura mayor con La Habana, al igual que lo ha sido la mayoría conservadora del Parlamento Europeo (PE). España como interlocutor privilegiado de la Unión con América Latina lideró en tiempos de Aznar la Posición Común que Zapatero y Moratinos quisieron modificar con escaso éxito.

Sería bueno, en tales condiciones, que los gobiernos de la Unión tomaran en consideración las escasas demostraciones del régimen castrista por el cambio hacia la democracia (con elecciones falsas que son una burla para el pluralismo político) y los derechos humanos. No es momento propicio para cambio alguno en el marco de las relaciones, y en tales condiciones, es bueno continuar con las reflexiones sobre cuál debe ser el nuevo modelo, si se estima que la Posición común debe cambiar. No conviene olvidar que al tratarse de una política de los 27, cualquier modificación debe venir avalada por la unanimidad, y no parece que en este momento se presenten tales condiciones.

La alternativa, que sería impulsar algún tipo de acuerdo bilateral con el régimen castrista, tendría carácter “complementaria” y no supondría en modo alguno la eliminación de la Posición Común.   De ser así, desde La Habana, surgirían críticas hacia este planteamiento, calificándolo como en ocasiones anteriores,  de grave injerencia y obstáculo insalvable para un eventual acercamiento político.

Desde hace dos años, la diplomacia europea ha estado moviendo fichas para intentar modificar la política comunitaria hacia el régimen castrista. Protagonista principal de aquel cambio fue el binomio Zapatero Moratinos, que encontró en  Lady Ashton un interlocutor motivado a apreciar tal iniciativa. La diplomacia británica y sus servicios han mantenido encuentros con las autoridades cubanas -incluida una visita a Bruselas del canciller cubano Bruno Rodríguez-, pero los resultados no han dejado motivos para el optimismo.

No es fácil mantener relaciones con un régimen que desprecia valores compartidos- derechos humanos, pluralismo político, democracia y libertad- por las naciones democráticas de la Unión Europea. Tampoco existe motivo alguno para abrir un nuevo marco de relación cuando quién tiene la obligación de actuar a favor de unos principios que para la Unión son fundamentales, no lo hace, y se dedica a la propaganda y la demagogia para tratar de confundir y crear divisiones. Los cubanos deben ser conscientes de que la Unión Europea, con la Posición Común, defiende sus intereses presentes y de futuro, a la vez que establece un marco de relación que es compartido por otros muchos países. Tratar igual a los iguales. Sin diferencias. Las reglas de la negociación están muy claras al respecto. No aceptarlas, implica no participar. Que cada uno saque sus propias conclusiones.

Tomado de Misceláneas de Cuba, 19 de noviembre de 2012

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