¿Podrá la economía castrista ser competitiva y exportar?
Elías Amor Bravo, economista
Grandes expectativas tienen las autoridades castristas con la celebración de la Feria Internacional de La Habana en su trigésima edición. Uno de los escasos encuentros en los que se intenta propiciar una apertura de la economía al exterior.
Quienes se han pasado más de medio siglo utilizando el argumento del “embargo” y del “bloqueo” para justificar su inacción en materia económica, ahora se descubren como entusiastas defensores del comercio exterior, siguiendo así las enseñanzas de ese “catecismo” económico llamado “Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución”. No deberían hacerse muchas ilusiones.
Históricamente, el régimen vivió ajeno a la competitividad internacional gracias a las generosas subvenciones procedentes de la URSS que permitían mantener estructuras de funcionamiento basadas en el modelo estalinista de planificación central y ausencia de derechos de propiedad, instaurado por la fuerza a comienzos de los años 60. Con el derrumbe del muro de Berlín, aquel sueño de autarquía se perdió en la memoria y la necesidad de obtener divisas a cualquier precio, propició políticas que, en buena medida, iban dirigidas a superar el atraso de medio siglo. La llegada de los petrodólares bolivarianos contribuyó a dar un respiro a las autoridades del régimen castrista, que volvieron a lo único que sabían hacer: denunciar el bloqueo y mantener el statu quo. Desde la aprobación de los “Lineamientos”, la búsqueda de la orientación exportadora, se ha convertido en un asunto de prioridad nacional.
La nueva perspectiva de las autoridades del régimen castrista por convertir a la economía en exportadora llega con retraso, pero al final, llega.
Pero es bueno que recordemos que no se pasa, de la noche al día, de una economía ineficiente, poco competitiva y dominada por monopolios estatales, a otra de base exportadora y competitiva, capaz de generar recursos en el exterior. No es fácil. Los países que han tenido éxito en ello, como el antiguo socio ex comunista del régimen Vietnam, lo han hecho después de profundas transformaciones estructurales, que han supuesto quitarse el pesado lastre de la ideología marxista y abandonar las esencias colectivistas e igualitaristas que dominan a la mayor parte de las actividades de la economía castrista.
En Cuba, por desgracia, las autoridades no han movido ficha alguna en la dirección adecuada para mejorar la competitividad de la economía. Cabe preguntarse, qué sentido puede tener querer exportar cuando existen graves carencias e insuficiencias en la atención de las demandas internas. Mientras los cubanos se ven obligados a convivir con la escasez, no tiene sentido pretender exportar lo que no se produce. Además, quién puede exportar con estándares de calidad de mediados de los años 70, ofreciendo bienes y servicios de demanda elástica, que en cualquier caso vienen condicionados por el nivel y evolución de sus precios a corto plazo.
Para exportar hay que dominar las técnicas de negociación competitivas, el marketing, la logística comercial, disponer de infraestructuras de transporte, adecuadas así como un expertise en la gestión portuaria y aeroportuaria, conocimientos y competencias que escasean en la realidad del régimen castrista. Por no tener, ni siquiera se han explorado mercados alternativos de consumo. Obsesionados con el “embargo”, han descubierto, de pronto, que la globalización puede tener más ventajas que inconvenientes, pero entonces, la duda es ¿qué puede exportar la economía castrista al exterior?
Si, es posible que más de cien empresas cubanas se hayan dado cita en la Feria. Incluso, más de 20 empresas vascas se han acreditado en el certamen. Pero, los que conocen las reglas del comercio exterior, saben que el objetivo no es la cantidad, sino la calidad. Mientras que en Cuba, por ejemplo, no se reformen los mecanismos internos de pagos, facilitando a las empresas extranjeras un ágil retorno de beneficios a las casas matrices, por muchas que acudan a la Feria, el resultado no mejorará.
Granma se hace eco de los principales resultados de la Feria. Básicamente, el interés por el ron cubano. Nada nuevo. Los mercados mundiales de este producto presentan un indudable atractivo, pero no sólo de ron se construye un sector externo competitivo y potente. De igual modo, se ha prestado por el diario oficial del régimen a los acuerdos comerciales con México y Panamá. Una vez más el régimen regresa a los “acuerdos de pajarera”, más propios de instituciones ya desaparecidas, como el CAME durante la guerra fría, ejemplo del sometimiento de unos países al dominio soviético. La historia ha pasado, pero no existe la menor duda que el “Acuerdo de Complementación económica 51” con México, es un ejemplo de lo que estamos haciendo referencia. Su recorrido, en tales condiciones, es limitado. Con Panamá, otro tanto.
Cabe preguntarse qué queda de toda esta fanfarria. Me gustaría referirme a unas palabras de la viceministra cubana de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, Ileana Núñez, pronunciadas durante alguno de los actos celebrados. Esta responsable del régimen dijo, y cito textualmente, “que la Isla posee una economía abierta, regida bajo las normas y principios internacionales y exteriorizando, además, que mostramos amplias potencialidades para la inversión en sectores como el turismo, la minería, la metalmecánica y el petróleo”. ¿Ustedes qué quieren que les diga? Saquen sus propias conclusiones.
Tomado de Misceláneas de Cuba, 6 de noviembre 2012
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