¿Qué queda del embargo?
Elías Amor Bravo, economista
Aprovechando la visita
del Papa a Cuba, la Administración Obama ha querido dar pasos decisivos
para derribar el embargo comercial de Estados Unidos, vigente durante
medio siglo. Ha elegido un buen momento. Incluso, algunos analistas han señalado que la posible
decisión de Estados Unidos de no oponerse a una posible condena de
Naciones Unidas, durante la próxima Asamblea de principios de
octubre, sería un poderoso argumento para reforzar las últimas
medidas liberalizadoras que entraron en vigor el pasado lunes 21 de
septiembre.En La Habana, hay malestar.
Conviene tener
presente que las leyes que sustentan el llamado embargo de EEUU al
régimen castrista pertenecen al ámbito parlamentario, y por tanto,
de la mayoría Republicana en el Congreso, poco favorable a las tesis
del presidente. Sin embargo, a la vista de lo sucedido, parece que la
diplomacia de Obama está convencida de la necesidad de suprimir las
históricas prohibiciones a la isla, un guión liberalizador que
continúa a la espera de que el régimen haga lo suyo, con algún
gesto de apertura.
Si la diplomacia
norteamericana en el seno de la Asamblea de Naciones Unidas apostara
por rechazar una nueva iniciativa de condena del embargo, por medio de
la abstención, aprovechando la anunciada visita de Raúl Castro a la
sede de esta organización, estaríamos sin duda ante un escenario
nuevo en el deshielo en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos,
que tuvo su primer desarrollo con la reapertura de ambas embajadas en
Washington y La Habana.
El paquete
liberalizador aprobado por el gobierno de Obama es aún más
ambicioso que el adoptado durante el pasado mes de enero. A partir de
ya mismo, ciertas empresas norteamericanas podrán iniciar negocios
en Cuba, en sectores que incluyen los servicios empresariales, los
viajes, las telecomunicaciones, la banca y las remesas; se han
retirado los límites a las remesas de dinero enviadas a la isla;
igualmente se ha autorizado a familiares de cubanos a viajar a la
isla con mayor libertad; también la contratación de cubanos por
parte de empresas tecnológicas estadounidenses en el desarrollo de
aplicaciones para móviles. Primera vez que esto ocurre desde los
años 60.
Algunos analistas como
el presidente del Consejo Económico y Comercial Estados Unidos-Cuba,
John S. Kavulich, destacan que "con estas nuevas medidas se ha
neutralizado un 40% del embargo". Sin embargo, han recibido duras
críticas de los republicanos, y en especial del aspirante a la
carrera presidencial. hijo de cubanos, Marco Rubio, quien ha señalado
que no sólo perjudican a la causa de una Cuba libre, sino que
plantean serias dudas sobre la legalidad de algunas de las
regulaciones de la Administración Obama.
En cualquier caso, al
lanzar la piedra sobre el tejado de los Castro, las medidas del
gobierno de Obama vuelven a poner presión sobre la dictadura comunista, cuyo
régimen continúa enrocado, sin mover ficha, a pesar de las opciones
que el nuevo entorno le permiten. Ahora debe ser el régimen quien
autorice la concreción de las nuevas medidas, y dado el control
absoluto que se ejerce sobre la economía no parece que se vayan a producir cambios significativos.
Desde hace tiempo, los
Castro desconfían de una relación fuerte y abierta entre Estados
Unidos y Cuba. Saben que ello tiene un potencial muy poderoso para
derribar los obstáculos creados por el régimen para conseguir su
supervivencia. Por ello, a pesar de la voluntad del gobierno Obama
por normalizar las relaciones, el régimen se resiste y busca en la
propaganda los instrumentos necesarios para ganar una batalla que ya
tiene perdida.
Porque la realidad es
que cuanto más tarden en aceptar que han perdido y en la medida que
retrasen lo inevitable, y absolutamente necesario, que es el regreso
de Cuba a la sociedad occidental, más dura y difícil será la caída
de este régimen y más problemática la transición a la democracia.
Al tiempo, son muchos los que empiezan a pensar que todo el esfuerzo
de Obama por normalizar las relaciones económicas, no encuentra
respuesta en los Castro, que se reservan siempre la última palabra,
en un ejercicio poco democrático de diálogo y negociación.
La sorpresa no tardó
en saltar.
El diario Granma,
periódico oficialista del único partido autorizado en la Isla,
calificó con un tono de cierto desprecio, de “novedoso” el permiso a empresas de EEUU para abrir
oficinas en la Isla, al tiempo que mostraba sus duda sobre la
viabilidad.,y calificó de “mínimas e insuficientes”
las medidas.
Ciertamente, nadie en
la administración Obama esperaba una reacción de este calibre.
Granma lamentó que "las medidas están enfocadas en sectores
específicos, y no en beneficio de toda la sociedad, con un evidente
objetivo político" al tiempo que señaló que permanecen
intactos los principales "obstáculos". En este sentido,
subrayó que "el uso del dólar en las transacciones
internacionales continúa bloqueado para Cuba, aunque se
sobreentiende que será posible utilizarlo en los intercambios
bilaterales". Sin duda, la parte más sensible de la Ley.
Granma aprovechó
igualmente para denunciar que "nuestro país continúa sometido
a una medida discriminatoria respecto a la principal divisa
internacional y se ve obligado a gastar cuantiosas sumas en cambios
de divisas para las compras internacionales", y al mismo tiempo,
criticó que sigan "totalmente cerradas las posibilidades de
acceso a créditos privados para comerciar con Estados Unidos,
obligando al pago por adelantado y en efectivo, unas condiciones que
no tienen referentes en el mundo de los negocios del siglo XXI".
En un ejercicio de
funambulismo político, el periódico del régimen calificó las
medidas como carentes de reciprocidad, insistiendo que, por ejemplo,
"se limitan casi por completo las exportaciones cubanas a
Estados Unidos y no se permite que las entidades y empresas cubanas
puedan abrir cuentas en bancos estadounidenses, ni abrir oficinas,
como se ha aprobado en la dirección contraria".
El artículo añadió
que "también existe un desconocimiento del ordenamiento interno
del país y no se abren posibilidades para que las empresas de
propiedad social en Cuba, que constituyen la base de la economía
nacional y en las que trabaja el mayor por ciento de ciudadanos,
participen en los espacios abiertos en la nueva política".
Según Granma, "todo
parece indicar que el ambiente derivado de la política de bloqueo no
ofrece las garantías suficientes a las instituciones financieras
norteamericanas para involucrarse en este negocio" y señaló
igualmente que "también pesan en ese sentido las millonarias
multas impuestas a varios bancos internacionales y la carga
burocrática que implica cumplir con las regulaciones norteamericanas
respecto a Cuba".
Finalmente, el
periódico calificó de "área novedosa pero de aplicación poco
clara, dadas las limitaciones del bloqueo y las características del
ordenamiento interno cubano", la posibilidad de abrir
representaciones físicas de instituciones y empresas estadounidenses
en Cuba.
Esta reacción de
Granma ha venido a poner de manifiesto que el camino está todavía muy
lejos de haber alcanzado el final. Las autoridades de La Habana,
sobre todo el sector más duro del régimen, están convencidos que
las medidas de Obama pueden hacer daño.
La secretaria de
Comercio, Penny Pritzker ha contribuido al debate con sus
declaraciones, al señalar que “estas regulaciones están
destinadas a apoyar al sector privado cubano emergente (y) tienen el
potencial de estimular reformas económicas en el país largamente
pendientes”. En la misma línea se posicionó, el secretario del
Tesoro, Jacob Lew, señalando que “al relajar más las sanciones,
EE UU está ayudando a apoyar al pueblo cubano en sus esfuerzos para
lograr la libertad política y económica necesaria para construir
una Cuba democrática, próspera y estable”. Finalmente, James
Williams, que dirige Engage Cuba, una organización de
empresas y asociaciones que abogan por poner fin al embargo contra la
isla indicó que estas medidas “ayudan a apoyar al pueblo cubano y
a promover los intereses de EE UU”. Aspectos que, evidentemente, no
son de interés para el régimen castrista, que ve con recelo un auge
de la sociedad civil que suponga una pérdida del control que
mantienen sobre la población.
Todo ello, eso sí,
dentro siempre de los límites del embargo impuesto desde hace más
de medio siglo contra la isla, y cuyo levantamiento total solo puede
decidirlo un Congreso que hasta ahora no ha dado este paso. Aun así,
según el Consejo Económico Cuba-EEUU, se trata de los “cambios
más profundos en materia de comercio e inversiones entre EE UU y
Cuba en décadas”.
Los viajes, el
comercio, las actividades financieras, las remesas, los transportes,
las telecomunicaciones e internet son la avanzadilla de la presencia
de EEUU en la isla que los Castro temen. Ningún otro país del mundo
con los que comercia el régimen castrista de forma habitual, Canadá,
España, Francia, Italia, la misma Venezuela, pueden tener un impacto
tan determinante sobre la organización económica de la Isla, como
Estados Unidos. Al final, se cumplen nuevamente las previsiones del
gran Arango y Parreño que en pleno siglo XVIII y bajo el dominio
colonial español, siempre tuvo claro que el horizonte económico de
Cuba estaba en aquellas colonias que iniciaban su vida independiente
de Inglaterra. La historia se repite. Esta vez, si cabe, más aún.
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