¿Qué turismo conviene desarrollar en Cuba?
Elías Amor Bravo, economista
No tenemos inconveniente alguno en
reconocer al ministro de turismo castrista, Manuel Marrero, que el
sector turístico en Cuba está creciendo este año a un buen ritmo,
cerca del 17 % con respecto al ejercicio anterior, como consecuencia
de la evolución, igualmente, positiva de los principales mercados
emisores de visitantes. Nada nuevo. Otros países que dependen del
turismo como actividad principal, el caso de España, se encuentran
experimentando un ejercicio record, tanto en visitas como en ingresos
y, lo que es más importante, en rentabilidad.
Los países que continúan enviando más
turistas a Cuba son Canadá, que se distancia de forma muy
significativa del resto, y a continuación, Reino Unido, España,
México, Francia e Italia. En el caso de los países europeos, no
cabe duda que la salida de la recesión está contribuyendo a
incrementar el número de viajeros.
Los datos se encuentran disponibles en
un reciente informe de la Oficina Nacional de Estadística e
Información (ONEI), que señala que en el primer semestre del 2015
llegaron a Cuba 2.194.134 personas, con un incremento del 17 % en
relación con el pasado año.
Ante estas cifras, las autoridades del
régimen piensan que el éxito conseguido depende, en buena medida,
de “los esfuerzos que hace la nación por mejorar la oferta en los
polos más importantes de este destino caribeño”. En estos
términos concluye una nota publicada en el diario Granma de hoy.
No conviene lanzar las campanas al vuelo
tan pronto. Es cierto que el incremento del turismo puede suponer un
estímulo para la actividad de los cuenta propistas, vinculados a
este sector. Pero no existe la menor duda que el gran beneficiario es
el conglomerado estatal de empresas pertenecientes al grupo Gaviota y
similares, que poseen un alto grado de monopolio en el sector
turístico de la isla.
Los monopolios, rara vez, se interesan
por actuar de forma eficiente. Los objetivos de elevar la calidad de
servicio o mejorar la relación calidad/precio quedan en un segundo
plano, gracias a la posición de dominio que poseen en el mercado. En
Cuba, las autoridades no se percatan que, mientras siga existiendo
este bloqueo interno de la actividad económica privada, el efecto
benéfico de más turistas no servirá para beneficiar al conjunto de
la sociedad y mejorar las condiciones de vida de los cubanos.
En ese sentido, como otras tantas
aventuras económicas, parece que el régimen pretende, aprovechando
este pequeño boom turístico, “implementar una estrategia de
desarrollo, que incluya la construcción de varios hoteles y el
mantenimiento de otros”, por supuesto que todos bajo el absoluto
control del estado.
Más aun, cuando la participación
extranjera queda relegada, casi siempre, a fórmulas de gestión de
los establecimientos, donde la “acción de oro” permanece para el
régimen y sus gestores institucionales.No tiene
sentido alguno que el estado se encargue de la prestación y
organización de los servicios turísticos de un país. En el caso de
Cuba es aún, si cabe, más lamentable,porque se frena la participación
privada en los proyectos y se impide, por ejemplo, que los cuenta
propistas que se están especializando en este sector, puedan
formalizar acuerdos con inversores extranjeros que permitan aumentar
el tamaño de sus empresas y alcanzar escalas de producción más
eficientes. Sinceramente, si el futuro del turismo en Cuba depende de
la actuación del estado, no hay mucho que esperar. Este es un sector
en el que la iniciativa privada y emprendedora puede y debe
desempeñar un papel mucho más relevante del que ha tenido hasta
ahora en la isla.
Como ocurre en otros países, el estado en materia de política turística,
debe quedar como un instrumento encargado de facilitar las
condiciones del entorno para la actividad privada y proponer el
conjunto de normas que permitan la regulación del sector, en
condiciones similares a otros países. El resto de la actividad del turismo debe
pasar, necesariamente, a la iniciativa privada de los cubanos.
Entonces, 3 millones de turistas podría quedar como un triste
recuerdo de un pasado en blanco y negro. En todo caso, convendría detenerse a reflexionar sobre si el futuro del
turismo en Cuba está en alcanzar cifras espectaculares, en vez de
mejorar ingresos y márgenes de rentabilidad de las empresas
y los servicios, y en ello, una vez más, el estado castrista, deja
mucho que desear.
Parafraseando a Marrero, sin duda
“sabemos que quedan muchas cosas por hacer” como él dice, pero
desgraciadamente, la dirección que han elegido dista mucho de ser la
correcta. Así llevan más de medio siglo.
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