Cuba necesita otro modelo de Correos
Elías Amor Bravo, economista
Otro Grupo Empresarial, de esos que se ha creado
con los llamados “lineamientos”, que anda trasnochado. Me refiero
a Correos de Cuba (GECC), al que Granma ha dedicado una breve nota
informativa sobre sus planes y objetivos. Básicamente, y cito
textualmente, “busca ampliar la cartera de productos con alto
impacto social, asegurando una adecuada gestión comercial, de
atención y protección al cliente”. Objetivo importante, sin duda.
Pero desfasado, y si se quiere, anacrónico, para momentos como los
que corren y, sobre todo, los que van a llegar.
La experiencia de varias generaciones de cubanos
sobre el funcionamiento de su Correo a partir de 1959 es cuanto
menos, escabrosa. Muchos recuerdan aún aquellos años
“revolucionarios” en los que se violaba de forma sistemática la
correspondencia privada entre las familias que habían optado por el exilio y las quedaban en la isla,
ante la falta de libertades que existía. Se abrían las
cartas y los paquetes postales, en ocasiones se tachaban párrafos
concretos que hacían muy difícil entender los contenidos. Sobre
todo, aquellos que hacían referencia a una rápida mejora de las
condiciones de vida en el vecino del norte o en España. Incluso, un
gran número de misivas, simplemente, desaparecían. Eran los tiempos
del “cerrojazo” comunista a la sociedad cubana para tratar de
domesticarla con una propaganda vacía de contenido que, muy pronto
se supo que era una falacia. El Correo, por mucho que se diga lo
contrario, jugó un papel clave en el proceso lamentable de ruptura
de las familias cubanas.
El Correo de Cuba, que había funcionado de forma
razonable antes de 1959, entró en barrena como otras muchas
actividades que fueron sometidas a control comunista y
revolucionario. En este caso, no fue como consecuencia de las
expropiaciones sin pago, porque el Correo ya era de propiedad
estatal. Lo que ocurrió fue peor. La “revolución” provocó que la personalidad del servicio desapareciera, y con ello, se convirtió en un
aparato más de control de la población, proporcionando información
de primera mano a los delatores agazapados en los comités de defensa
y resto de organizaciones creadas por el régimen para controlar y
someter a la población. Un monopolio estatal, financiado con los
impuestos del estado, con un pésimo servicio, feroz en el papel delator, que se mantuvo durante
décadas como un ejemplo de lo que no debe ser un servicio de
mensajería público a la población.
Y ahora, casi 60 años después, ese Grupo
Empresarial anuncia a bombo y platillo que quiere este año 2018 “continuar la
ejecución del plan de acción para las mejoras de las operaciones y
la calidad”. Pasar de un aparato de control totalitario en régimen
de monopolio al servicio del poder político, a una organización
orientada por la calidad del servicio prestado a la población, es
mucho más que un cambio de cultura empresarial. Es un salto en el
vacío que tengo serias dudas que este Grupo pueda acometer, sobre todo si se piensa que muchos de los que se desempeñaron en aquellos tiempos oscuros continúan haciéndolo en la actualidad.
Algunas de las iniciativas son curiosas.
Un buen ejemplo es la “apuesta anunciada por la
filatelia como actividad inherente al correo”. A ver si acaban
creando una estructura piramidal de esas que provocan la bancarrota
de los pequeños inversores en sellos. Experiencias de este calibre
han existido en numerosos países. Dado el atraso mercantil de Cuba,
no es extraño que la invada una ola de esas características. En
todo caso, que Correos apueste por la filatelia es como poner al
zorro a cuidar de las gallinas. Una independencia entre ambas
actividades sería mucho más racional.
Anuncian, igualmente, que “desean implementar el
servicio de pago por remesas”. El Grupo quiere tomar tajada en uno
de los negocios más importantes controlados por el ejército y la
seguridad del estado: las remesas que envían las familias del
exterior. En vez de canalizar esta actividad hacia entidades
financieras independientes del estado, en Cuba, el Grupo de Correos
dependiente del estado y controlado por él, se lanza a la actividad
de las remesas, los corretajes, los porcentajes y, sobre todo, el
control e identificación de quiénes las reciben.
Aspiran también a “aprobar las propuestas de
modificación de la política del agente postal”, vamos, del
cartero tradicional, cuando en la mayor parte de los países estas
actividades se desconcentran de los entidades dependientes del estado
a empresas privadas, que son las que finalmente prestan el servicio a
domicilio. No creo que el raulismo, o lo que venga después, autorice
la actividad de transportista de mercancías por cuenta propia. Por
lo tanto, Correos anuncia más plantilla de trabajadores estatales,
justo lo contrario que dicen en los llamados “lineamientos”.
Finalmente, quieren “consolidar el uso del
módulo de incidencias del sistema integrado postal para el registro
y control de quejas y reclamaciones”, lo que demuestra la escasa
atención que han prestado, y que de buen seguro tendrán en el
futuro, hacia las quejas de los consumidores. Los consumidores no se
quejan o lo hacen poco, porque saben que puede ser peor. Un monopolio
estatal con poder coercitivo, y que se dispone a entrar en
actividades y negocios de gran impacto sobre la población,
simplemente da miedo.
Todos estos planes pertenecen a lo que el GECC ya
debería haber estado haciendo desde hace décadas. Nada nuevo bajo
el sol. Los cambios que en otros países llegaron hace más de 20 años
se asoman de forma tímida en Cuba.
Más interés, por su actualidad, tiene la apuesta
de las autoridades del Grupo por la informatización de servicios, y
el comercio electrónico, que definen como “un reto a enfrentar de
inmediato”. Realmente asombroso este objetivo en uno de los países
en que la informática y el internet, correo electrónico y redes sociales presentan
los índices más bajos del mundo. Y cierto es que aun cuando los
cubanos se han mostrado muy favorables a las nuevas tecnologías, el
poder adquisitivo que tienen como consecuencia de los bajos salarios
reales y nominales, frena cualquier acción de comercio electrónico.
No hay que preocuparse demasiado. De momento
han anunciado que solamente van a “evaluar con objetividad los servicios
que se pudieran comenzar a prestar sobre la base de las fortalezas
existentes (como la expedición de giros nacionales a través de la
página web de la empresa y la conexión automática a la pasarela de
pago, o el servicio de rastreo de bultos personales mediante envíos
de SMS, etc.) y que no impliquen por el momento la transportación de
envíos”. Otro experimento más. O sea, nada.
Al final, la cruda realidad se impone. Los dirigentes del Grupo reconocen “insatisfacciones entre los clientes por las
demoras o cambios en los contenidos de los bultos postales
nacionales, la pérdida y expoliación de la correspondencia, la no
entrega a domicilio de facturas telefónicas y la distribución
irregular de la prensa”. La pregunta entonces es ¿a qué se
dedican? Y también, se reconoce por los dirigentes del Grupo “que
tanto la cantidad de medios de transporte, como su disponibilidad
real, no permiten asegurar el volumen de operaciones que se requiere
para la prestación de los servicios con los niveles de calidad
establecidos”.
Ahí está el núcleo del problema. Estructuras
obsoletas e ineficientes que no pueden atender las demandas de una
sociedad. Otra estructura, esta de Correos de Cuba, que está a años
luz de distancia de lo que realmente se necesita. Un giro de 180º.
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