Sobre el viaje del presidente Sánchez a Cuba (1ª parte)
Elías Amor Bravo, economista
El
presidente Sánchez dirige sus pasos hacia Cuba, donde llegará los
próximos 22 y 23 de noviembre, en una visita que va a dar mucho que
hablar, sobre todo, tras los graves incidentes que se produjeron ayer
en Naciones Unidas, cuando un grupo de militantes comunistas del
régimen de La Habana organizó un alboroto nunca antes visto en el
Foro de las naciones, alterando la convivencia y el diálogo pacífico
que cabe esperar en estos espacios de convivencia.
Es
evidente que Sánchez va a tener delante, en cuanto baje del avión
presidencial español, a personas de este tipo, que si bien se
cuidarán muy mucho de mostrarse como realmente son, es de suponer
que en determinados momentos saquen a relucir ese talante poco
democrático al que los españoles no están acostumbrados porque,
afortunadamente, disfrutan de un sistema político de libertades y
pluralismo desde hace 40 años, curiosamente un sistema que en Cuba
es visto por las autoridades como el anatema, o el peor de los males.
Y en cuanto algún cubano lucha por instaurar en su país un sistema
parecido, lo reprimen, lo acosan e incluso, lo detienen con graves penas de
prisión. Esta animadversión del neocastrismo hacia el sistema
democrático plural es tan enfermiza, que me cuesta creer que en
algún momento el presidente Sánchez no reciba alguna crítica o sugerencia. No
en vano, en la reforma de la constitución que se está moviendo actualmente por Cuba se
establece la “inamovilidad del sistema socialista” y “el rango
de institución para el único partido autorizado, el Comunista”,
lo que a Pablo Iglesias, sin duda gustaría, pero no creo que a un
socialdemócrata español le parezca adecuado.
En
democracia se tienen que respetar las decisiones políticas. Y tengo alguna objeción con el viaje de Sánchez a Cuba. No está bien pensado, ni es oportuno, ni va a beneficiar los intereses de España.
Y sobre todo, porque entiendo que España debería ejercer un liderazgo
internacional a favor de las libertades, la democracia y la
transición en Cuba, como el que otros países realizaron cuando
España era todavía una dictadura. Sin embargo, las cosas son como
son, y las decisiones políticas en democracia se ventilan en votos,
y ya se verá.
Sin
embargo, conviene detenerse unos instantes para reflexionar qué Cuba
se va a encontrar el presidente Sánchez. Algunos datos le van a
llamar la atención, si es que no los tiene. Este blog puede servir
para ello, con toda modestia.
Para
empezar va a visitar a uno de los países del mundo con mayor número
de residentes españoles en el exterior. Cuba con 134.677 españoles
ocupa el sexto puesto justo detrás de Estados Unidos, que tiene 136
mil. La cuestión es que el porcentaje con relación a la población
total no admite discusión. En Cuba, los españoles alcanzan el 1,2%
del total de la población del país, cosa que en EEUU es mucho más
bajo, apenas inapreciable.
No
obstante, la cifra de españoles que viven en Cuba merece un poco más
de análisis. En efecto, si se toma en consideración el lugar de
nacimiento, resulta que de ese total tan solo 2.010 son nacidos en
España, en tanto que el resto (Ley del abuelo) 132.501 son nacidos
en la isla que han accedido a la nacionalidad española. Es decir,
que el presidente Sánchez se va a encontrar apenas con el 1,5% de
sus paisanos en el colectivo de españoles que residen en Cuba, y
además, muchos de ellos de edad avanzada o con dificultades de
desplazamiento por motivos de salud. Por ello no
creo que vayan a visitarle o mostrar su apoyo porque sus prioridades
van por otro camino.
Si. Es cierto que hay españoles al frente de
los negocios y empresas que se abren en el turismo, pero ¿cuántos son
realmente y qué peso relativo representan? Por el contrario, si nos
fijamos en la cifra de españoles residentes en EEUU, del total antes
citado, son 55 mil españoles nacidos en España, que representan el
40% del total de los residentes en el país. La fotografía no deja lugar a dudas: una población joven,
altamente cualificada y con proyectos de realización profesional de
alcance. ¿Comparar más? No vale la pena.
Además, alguien
le podrá facilitar al presidente Sánchez que en España actualmente
viven otros 144.957 ciudadanos cubanos, de los cuales solamente 51.576 mantienen y conservan su nacionalidad cubana. Por el contrario, el
resto, 93.381 han accedido a otra nacionalidad, lógicamente la
española. Me parece que este dato lo debería trasladar a sus interlocutores en La
Habana como un simple ejercicio de contraste entre las dos
poblaciones: los españoles en Cuba y los cubanos en España. Seguro
que a los neocastristas se les ocurre alguna idea disparatada para
explicar tan destacadas diferencias y continuarán bloqueando reconocimiento de seguridad social, cualificaciones y acreditaciones profesionales, permisos de conducción de vehículos, y todo aquello que pueda hacer inviable el proyecto de vida de esos cubanos en la diáspora.
No
se si fue Manuel Fraga quien dijo una vez, hace bastante tiempo, que
las relaciones entre Cuba y España tendrían que ser “de familia”.
Lo deberían ser. Yo mismo formo parte de esa familia, y me siento
orgulloso de ello. El problema es sin realmente los dirigentes del
régimen político que existe en Cuba entienden y desean esas relaciones, o tal vez están interesados en otra cosa bien distinta. Me temo que poderoso caballero es don dinero.
Y que esa percepción de relaciones de familia está mucho más
extendida entre los miles de cubanos que han adoptado la nacionalidad
española que sus dirigentes que disfrutan de un nivel de vida muy superior y del acceso a las prebendas y beneficios de las relaciones internacionales. No sería bueno que el presidente Sánchez solo viera y hablara con estas gentes, sino que debería recorrer las calles de La Habana, saltarse el protocolo y hablar con la gente. Se encontraría dos análisis muy distintos.
Por
otra parte, si Sánchez preguntase a las autoridades por los miles de compatriotas
suyos que después de una larga vida de trabajo y esfuerzo se vieron
obligados a la repatriación sin tener acceso a sus patrimonios o los
bienes que fueron confiscados por Fidel Castro, y que siguen esperando justicia; o por los sacerdotes y monjas
que fueron expulsados del país por el simple hecho de defender sus
creencias frente a la presión de la llamada "revolución", seguro que no tendría una respuesta franca y todo serían
evasivas. Felipe González tampoco preguntó por estas cosas. Solchaga tampoco. Aunque
a los socialistas les puedan parecer naderías, o que no tienen que
ver con sus prioridades, nada de eso. Que reflexione.
Finalmente,
pero no por ello menos importante, pienso que podría enfurecer a sus
interlocutores si pregunta por las Damas de Blanco o los artistas que
no tienen libertad para expresar su obra, o los disidentes del
régimen que luchan por instaurar en Cuba una democracia equivalente
a la española. Debería preguntar, pero mucho me temo que la señora
Mogherini ya le otorgó una coartada a los neocastristas cuando
definió a Cuba para justificar un acuerdo que sigue parado, porque nadie tiene voluntad de tirar adelante, como “democracia de partido único”. Pienso que sería triste, como demócrata, que
el presidente Sánchez también tuviera que decir este mismo tipo de cosas. La cuestión es si le sirve de algo.
Seguiremos
con estos artículos.
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