Economía cubana: a vueltas con un plan económico que no funciona

Elías Amor Bravo, economista
 
¿A quién se le ocurrió decir que “es meritorio el resultado de la economía, porque sin llegar al plan se alcanza en medio de la política de recrudecimiento del bloqueo”? La respuesta es sencilla. No es otro que el ministro de economía castrista en declaraciones a “Trabajadores”, al responder a la pregunta por qué se considera un mérito el crecimiento ligeramente superior al 1% de la economía cubana. Ante una pregunta como esa, la respuesta no podría ser otra que la ofrecida por el ministro. Y como el argumento se repite, vale la pena desmitificarlo.

Bloqueo, huracanes, turismo de EEUU, la zafra, inversiones extranjeras, exportaciones, etc, nada que no se pueda atribuir en términos de responsabilidad a otros, puede entrar a formar parte del análisis político del bajo e insuficiente crecimiento de una economía que precisa alcanzar cifras superiores al 5% y durante varios años seguidos, para superar su atraso y subdesarrollo.

En Cuba, cuando lo planificado no se cumple, la responsabilidad no es del burócrata de turno, sino de otros. Por ejemplo, el turismo, si no se llega a lo previsto en el plan es porque las normas del embargo han supuesto un retroceso. Los huracanes siempre llegan antes de la temporada alta. La planificación de la zafra también se vio afectada por la climatología y la sequía, y así sucesivamente. Todas las fuerzas del universo se aliaron para que la economía castrista se mantuviera en cifras muy similares de 2017 a 2018, lo que implica un estancamiento con respecto a 2016, que igualmente fue un año malo. Lo peor viene todavía, y siguen sin tomar las decisiones necesarias para cambiar el estado de las cosas.

¿Por qué decimos que lo peor todavía no ha ocurrido? Porque el régimen ha formalizado unas previsiones para 2019, un 1,5%, mediocres, insuficientes, que no son adecuadas para hacer frente a la grave situación de la economía. No basta con reconocer que los resultados no han sido adecuados, ni respaldan las demandas de la población, sin garantizar el desarrollo del país. Eso es el pasado. Lo difícil es asumir que con el modelo basado en el plan central de la economía y la ausencia de derechos de propiedad, libre empresa y mercado como instrumento de asignación de recursos, pueda seguir funcionando la maltrecha economía castrista.

No es, como dice el ministro, “hacer mejor las cosas y trabajar más organizados” como se sale del agujero, ni tampoco con “mayor rigor y disciplina”, como decía Raúl Castro. Eso ya pasó, y dejó el balance por todos conocidos. Lo que la economía cubana necesita para sacar lo mejor de su potencial es flexibilidad, imaginación, creatividad, libertad de empresa y propiedad privada, nada que ya no se hubiera testado antes, con gran éxito para el país. Organización, disciplina y falso rigor consignas de viejo comunista son cosas del pasado.

Porque realmente bajo el modelo actual, ni los fundamentales de la economía son comparables con los de la región en que se inserta, véase por ejemplo la República Dominicana con un 6,2% de crecimiento en 2018; ni tampoco a nivel internacional si se presta atención a lo ocurrido en otros países de hegemonía comunista, como China o Vietnam, que han dado la patada a un modelo que frenaba sus potencialidades de desarrollo. Seguir apostando por bajos crecimientos económicos, utilizando falsos argumentos de equidad o igualdad, vacíos de contenido, es engañar al pueblo cubano. Sentirse satisfecho de esos resultados, como el ministro del régimen, es un grave error, porque la capacidad de aguante de la población es limitada, y ya llueve sobre mojado.

Por complicado que parezca, no es difícil lograr que la economía cubana vuelva a funcionar. Sobre todo, si se tiene en cuenta las expectativas del pueblo cubano. Cómo si no valorar el auge experimentado por el trabajo por cuenta propia, sometido a una férrea regulación y control, tras décadas de propaganda de un régimen que convertía al emprendedor en una “oveja negra” digna de todo rechazo social. Los cubanos han comprobado que es mucho mejor poner en marcha un negocio, por pequeño que sea, que malgastar su vida en empleos en el sector presupuestado por sueldos miserables que no llegan a 30 dólares al mes.

El deseo de toda sociedad, y por supuesto de los cubanos, es mejorar su calidad de vida y para lograrlo trabajan en lo que sea, en las difíciles condiciones de las “mulas”, se sacrifican con horarios difíciles, roturan tierras afectadas por la plaga del marabú, pagan impuestos excesivos y se someten a inspecciones discrecionales de todo tipo, contratan a otros trabajadores a los que pagan salarios más elevados que el sector presupuestado, y crean renta y riqueza, que luego el régimen en su “proyecto de constitución”, no quiere que crezca. Eso es contemplar la economía de manera limitada, uno de los males del régimen. Y en contra de lo que piensa el ministro, por supuesto que existe “paralelismo entre el PIB y el plato de comida”. Aunque el ministro crea que no, y así lo expresa en “Trabajadores”, los cubanos saben que detrás del PIB está la comida, y por supuesto, sus aspiraciones de vivir mejor, de crear riqueza, invertir, ahorrar y hacer con su dinero aquello que deseen. Esa es la base de la motivación humana, lo que explica por qué unos países van hacia delante, y otros, como Cuba, se hunden en el desastre.

La economía no exige batalla ninguna. Este es otro argumento falaz de un ministro que parece que se va a mantener fiel a los principios ideológicos del comunismo y sus secuelas fatales sobre la economía. Mediante ajustes parciales y decisiones demagógicas, van a ir intentando afrontar las tensiones que el auge del sector privado pueda ir planteando, y poco más. La seguridad del poder político reside en la empresa estatal controlada por los grupos de poder económico dependientes del ejército y la seguridad del estado. Los cubanos, los 4,5 millones que dependen del estado, seguirán viviendo de proclamas demagógicas y vacías de contenido sobre la productividad, la eficiencia, el control, etc. Con eso no se va a ningún sitio. El sistema socialista y la empresa estatal, que son el empeño obcecado del régimen castrista, no puede garantizar la sostenibilidad ni la prosperidad de la economía cubana. Ni lo ha hecho, ni lo hará.

Dice el ministro que “si no se genera la riqueza no se puede distribuir”. Esta es una aparente contradicción ideológica. La riqueza privada en Cuba es imposible con el modelo actual, se conculca a nivel constitucional, se persigue y se destruye con impuestos y cargas fiscales, para que el pueblo siga malviviendo y padeciendo las mayores insatisfacciones, escaseces y limitaciones que la economía no tendría por qué producir. La riqueza "estatal" es imposible, por incapacidad manifiesta del sistema que lo sustente. ¿Qué queda entonces?

La responsabilidad está en un plan que no se cumple, ni a corto ni medio ni largo plazo. Un estado ineficiente y paquidérmico en sus estructuras que es incapaz de generar riqueza. Una ausencia de libertad de elección por parte de los consumidores, que se ven obligados a aceptar la oferta normada del gobierno o pagar precios imposibles en las tiendas del sector abierto de la economía. Todo ello aderezado con dos monedas en circulación que son el obstáculo más importante al despliegue productivo de las fuerzas de la economía y que generan profundas y lamentables desigualdades sociales. Si, es posible que haya educación y sanidad gratis, pero esos servicios existen en otros muchos países del mundo, donde el pueblo puede participar activamente en la creación de renta y riqueza, con libertad económica plena. Entre cálculos absurdos de lo que se pierde a diario con el bloqueo, planes que nunca se cumplen y la posibilidad de incorporar a la academia a la gestión de la economía, el ministro se pierde en un laberinto que no ayuda a resolver los problemas. Mal asunto.


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