¿Por qué es tan mala la "inejecución" de inversiones en la economía castrista?
Elías Amor Bravo, economista
La “inejecución” del plan de inversiones es,
según el ministro de economía castrista, otro de los problemas más
graves de la economía. Todos los años los responsables se enfrentan a un incumplimiento de los planes en materia de inversiones que acaba siendo un motivo de sonrojo. Sin embargo, y como se expuso en relación
con los inventarios, una vez identificado el problema, ocurre
que la solución que se plantea en el modelo comunista no es la correcta, ni siquiera la
aproximación al mismo. Esto es lo que cabe concluir de las
afirmaciones del ministro de economía cubano en “Trabajadores”.
Ya se han glosado en este blog algunas de sus ideas. Hoy toca hablar
de las inversiones.
Coincidimos con el ministro en la importancia que
tienen las inversiones para la economía nacional. No es que la
inversión pese, es que solo cuando alcanza un nivel y crecimiento
adecuado, la economía puede crecer en sus equipamientos productivos,
infraestructuras y medios de producción, y con ello, mejorar el
nivel de vida y prosperidad de la gente. La inversión es, junto al
consumo de las familias, el motor de la demanda agregada. Sin
inversión, resta poco que hacer.
El problema es que el ministro reconoce que desde
el año 2000 “jamás hemos cumplido el plan de inversiones”, para
calificar ese otro incumplimiento de la planificación en “una
situación crónica, no coyuntural”. Pues realmente así es. Son 18
años, vamos para 19, casi dos décadas en las que las inversiones en
Cuba han sido de las más bajas del mundo, en términos de su
participación en el PIB. Y no es cierto que actualmente se sitúen
en el 11%. Los últimos datos de ONEI hablan de un porcentaje en el
límite del 10% que es absolutamente insuficiente para el desarrollo
de la economía e igualmente de los más bajos a nivel internacional.
La pregunta es ¿por qué hemos llegado a esta
situación? Y sobre todo ¿de qué modo se puede lograr un
incremento de las inversiones en su participación en el PIB, digamos
hasta un nivel cercano al 20% que el ministro estima como adecuado?.
La respuesta a la primera pregunta nos lleva a los
factores explicativos de la “brecha de inversión” en Cuba. No
basta con decir que “necesitamos incrementar inversiones” y
enfocarse de manera obtusa y lamentable una vez más en el
"cumplimiento de un plan en el que nadie cree, porque está
sólidamente vinculado al causante de esa debilidad inversora".
Porque si se quiere revertir la situación actual
en materia de inversiones, hay que reducir la acción estatal en la
economía, hay que ir olvidándose del plan y sentar
las bases para que todos los cubanos, en general, puedan invertir, generar
riqueza, acumularla y utilizarla en su propio beneficio o en el del
crecimiento de sus propios activos. La riqueza no es mala. Su acumulación, la inversión, es la base del crecimiento y la motivación que lleva a algunos a emprender, ahorrar, trabajar más. En suma, la antítesis de lo que ha buscado de forma insistente y torpe el régimen comunista durante 60 años. El ministro debe ser consciente que no
existe otra vía, y que incluso chinos o vietnamitas han asumido la
prioridad de la inversión privada como motor económico.
El estado, como eje central de la economía, rara
vez invierte, porque su objetivo es el mantenimiento de estructuras
burocráticas que necesitan funcionar de año en año con gasto corriente que se extingue en el ejercicio, y
carece de visión estratégica, como la que exige la inversión.
Además, el estado moviliza recursos sin realizar análisis de coste
beneficio, no lo necesita. Sube la presión fiscal cuando pretende conseguir
más ingresos y gasta sin límite, otorgando prioridad al gasto corriente, en
detrimento de las inversiones.
Por eso, si el ministro castrista pretende
resolver el problema actual cumpliendo el plan de 2019, a comienzos
de 2020 se va a encontrar el mismo problema. Porque la tarta del PIB
de la economía cubana la habrá vuelto a devorar, una vez más, un estado que de forma sistemática
presenta sus presupuestos con un marcado desequilibrio, superior al
11%, y que financia la deuda emitiendo bonos soberanos al Banco
central. Una absoluta irresponsabilidad fiscal y monetaria. Los objetivos planteados para la inversión, un crecimiento del 20% en 2019
con relación a 2018, van a llevar el porcentaje sobre el PIB a poco
más de un 11% si acaso, insuficiente. Además, de nada sirve invertir si no se
realiza un adecuado análisis de coste beneficio y oportunidades, que los agentes
privados ejecutan de forma más profesional que el estado, porque comprometen su dinero, sus expectativas y motivaciones.
Y queda finalmente el tema relativo a que el plan de
inversiones para 2019 se orienta a “sectores altamente priorizados
para el país”, y la pregunta aquí es ¿quién prioriza esos sectores?
¿qué es más prioritario, que un cuenta propista en su restaurante
ponga en marcha un sistema de reservas online para servicio a
domicilio, o que una empresa estatal invierta en una máquina para
producir más y acumular inventarios, como viene siendo lo habitual. ¿Quién decide sobre un
proyecto u otro? Y sobre todo, ¿en qué sector o rama de actividad? Y por lo que respecta a la inversión extranjera, ¿por qué no se abre a
todos los cubanos y no solo a las empresas estatales? ¿Por qué no se computa el saldo de la inversión extranjera en el monto total de las inversiones realizadas en el país?
Estas son oportunidades que la obcecación ideológica comunista se pierden para la economía cubana. Lo malo es que el ministro todavía anda peor, en lo que denomina una y otra vez “la batalla económica”,
cuando la economía no es eso, sino satisfacer las necesidades de los
clientes libremente expresadas en el mercado por medio de empresas
privadas y competitivas que producen aquello que se demanda. No hay nada más, ni nada menos.
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