Una economía que no mejora sus cifras, y que va a peor
Elías Amor Bravo, economista
El
programa televisivo Mesa
Redonda del pasado 26 de diciembre, se dedicó al análisis de la
situación.
y
previsiones de la economía. Y en vez de contar con un cuadro
macroeconómico cerrado, los espectadores debieron conformarse con
explicaciones parciales y fragmentarias ofrecidas por el ministro del
ramo, Alejandro
Gil Fernández, al que compete la endiablada planificación de la
economía castrista, que rara vez acierta en sus previsiones.
Ante
los espectadores del programa, el ministro afirmó, una vez más, que
el crecimiento de la economía nacional de un 1,2% durante el año
2018 como cifra prácticamente cerrada. Además, calificó la cifra
como “un resultado meritorio”. Las dos cosas, en mi opinión, no
son ciertas. Ni acabará siendo el 1,2% sino mucho menos, y es un
fracaso rotundo de las políticas económicas en curso, que supone la
exigencia de un giro de 180º en la línea seguida por los comunistas
cubanos.
No
es que se trate de un crecimiento insuficiente, es que además, es
desequilibrado, porque genera distorsiones en los procesos de toma de
decisiones de los agentes económicos, sobre todo los estatales, y
tiene lugar en un contexto en que, por mucho que lo intenten
justificar, es favorable1.
Por comparación, la República Dominicana, con una población
similar y situada en la misma zona del planeta, registró un
crecimiento superior al 6,3% en 2018. Las cifras lo dicen, algo
funciona mal, y cada vez peor, en la maquinaria obsoleta de la
economía castrista. Lo malo de los dirigentes comunistas es que
nunca aceptan el fracaso, y siempre encuentran en otros la
responsabilidad de su incompetencia. El ministro aprovechó el
espacio de la Mesa redonda para enunciar, entre otros, “las
circunstancias complejas, debido a diversos factores como el azote
del huracán Irma”, que se tradujo en 13 mil millones de pesos
perdidos, o al bloqueo impuesto por los Estados Unidos”, el eterno
discurso.
En
suma, el responsable de la planificación central de la economía
castrista reconoció la imposibilidad de “alcanzar la meta del Plan
de la Economía, que era crecer un 2 por ciento”. Razones más que
objetivas para presentar su dimisión e irse a casa. Y ello, porque
en este contexto, como él afirma, “ni se lograron los niveles
previstos de ingresos por las exportaciones y como consecuencia de
ello tampoco se pudo importar todo lo que estaba en el Plan y eso
afectó a determinadas actividades”.
La
dependencia externa de la economía cubana, y su escasa
competitividad en la economía mundial, está en el origen de este
fracaso anticipado. Décadas de subvenciones soviéticas gratuitas y
de petróleo venezolano a bajo precio, han creado, junto al
predominio de la empresa estatal burocrática, unas condiciones
fatales para la expansión del comercio exterior. A todo ello, se une
el cerrojazo de Fidel Castro a comienzos de siglo a la industria
azucarera, base para la financiación de la economía. Todo un
despropósito histórico, cuyas consecuencias se están pagando ya.
A
resultas de ese profundo desequilibrio externo, el ministro dijo que
“las inversiones se quedaron un 15% por debajo de lo esperado”,
es decir, la clave del desarrollo de las infraestructuras que
necesita el país, vuelve a quedar paralizada, y Cuba sigue siendo
uno de los países del mundo con más bajo porcentaje de formación
bruta de capital fijo en el PIB.
Con
estos dos parámetros, el ministro se lanzó a realizar previsiones,
“para el curso venidero, en el que será imprescindible obtener una
mayor renta de las inversiones que se realizaron”. Muy bien, la
cuestión es cómo conseguir esa mayor renta en un sistema económico
que, a nivel constitucional, hace alarde de penalizar y castigar la
acumulación de capital. O los comunistas se aclaran, lo que parece
difícil a estas alturas, o los resultados del año 2019 pueden
acabar siendo mucho peores.
Y
en este punto, es cuando el ministro dejó de ver los árboles del
bosque y se dedicó a saltar de rama en rama, sin tener una idea
clara de lo que decía, ni por qué. Por ejemplo, él consideró “un
tema preocupante el gasto de combustible y el desvío ilícito del
mismo”. No creo que el gasto de combustible deba preocupar al
responsable de la economía más de lo justo, porque de hecho es
posible que un mayor crecimiento económico, lo que es bueno para la
economía, esté relacionado con un mayor gasto de combustible que,
eso sí, se tiene que pagar. Y mucho menos, con lo que él calificó
como “desvío ilícito del mismo”, que muchos cubanos saben lo
que es, y no es otra cosa que luchar contra el muro de indiferencia y
el bloqueo interno que el régimen aplica a los ciudadanos para
lograr que su existencia sea lo más angustiosa posible. Si en lugar
de realizar cálculos absurdos sobre “un nivel de combustible en el
Plan y su índice de intensidad energética” se dedicaran a buscar
recursos con los que financiar mayores importaciones de petróleo
dejarían de perder el tiempo en majaderías y ayudarían más y
mejor a la economía a funcionar. Pero este no parece el problema.
La
intensidad energética es un invento de los comunistas cuya
interpretación deja mucho que desear. Al parecer es un indicador del
Plan estatal que mide “la cantidad de toneladas de combustible que
se utilizan para producir un millón de pesos de Producto Interno
Bruto (PIB)”. Es petróleo como factor de producción, al mismo
nivel que el trabajo, el capital, la tierra, o sus distintas
versiones. Nadie puede entender muy bien cuál es la base micro o
macroeconómica para medir la elasticidad de demanda de energía de
la economía con este modelo. Al parecer, “en el Plan de 2018
estaba previsto gastar 91,2 toneladas de combustible por cada millón
de pesos del PIB. Se pretende terminar 2018 en 89. Para el año
próximo se pronostica un 84,5”. Y para concluir dice que “debemos
aumentar el control porque con menos combustible tendremos que hacer
más”. Este tipo de planteamiento recuerda mucho al adoptado por
los países desarrollados en las sendas crisis energéticas de 1973 y
1979 provocadas por la OPEP, pero actualmente no se presentan esas
mismas condiciones e, incluso, el petróleo ha estado bajando de
precio en los mercados mundiales. Nada que el ministro de economía
castrista no sepa.
Es
entonces cuando llega el momento estelar de la noche y se anuncia a
los cubanos que este fin de año no han tenido abastecimiento de pan,
que para el “2019 la meta de crecimiento económico trazada en Cuba
es de 1,5%”, nada más y nada menos que la tercera parte de lo que
debe crecer la economía para salir del estado de postración y
subdesarrollo en que se encuentra. Y los responsables económicos
castristas se quedan tan tranquilos.
Al
parecer, han llegado a la conclusión, errónea, que este resultado
se puede lograr gracias a la interacción de “tres elementos
cualitativos que marcarán el devenir de la progresión en la mayor
de las Antillas: 1- El crecimiento estará ajustado a nuestros
recursos 2- Sin incrementar el endeudamiento externo del país 3- Sin
renunciar al desarrollo”. Pues bien, ya de antemano podemos afirmar
que nada de eso se va a conseguir y que, en los primeros tres meses
de 2019, la situación de la economía cubana va a ser muy grave, y
cabe esperar cualquier efecto derivado de ese proceso.
¿Por
qué decimos esto?
Primero,
porque no se puede aceptar un crecimiento tan escaso. No estoy de
acuerdo con el ministro comunista que se podría alcanzar una tasa de
crecimiento superior, “pero ello estaría basada en incrementar el
endeudamiento”. ¿De qué endeudamiento estamos hablando? Tal vez
el ministro piense en el improductivo, en el gasto corriente que de
año en año revienta las cifras del gasto público sin mejorar las
infraestructuras. El sabe bien de qué estamos hablando. Si no se
controla el gasto improductivo del sector estatal, es evidente que
habrá endeudamiento. Pero si se fomenta el crecimiento de la
actividad privada, la situación puede ser distinta.
El
crecimiento en las divisas que necesita la economía cubana exige un
replanteamiento de la oferta productiva interna, para exportar más y
mejor, una vez satisfechas las necesidades internas de la población.
Pero si se mejoran los ingresos del exterior, entonces se podrá
importar más productos, sin necesidad de deudas crecientes. Los
prestamistas están dispuestos a prestar a quiénes se someten a las
normas internacionales de los mercados de capitales. Quien no honra
los préstamos o los cancela o exige su condonación, tiene que
buscar financiación por vías más heterodoxas.
Cuba
tiene que mejorar su credibilidad y reputación internacional para
obtener financiación para su desarrollo en infraestructuras y
empresas, pero nadie le prestará para gasto público corriente. Esa
historia ya es del pasado. Por supuesto que los préstamos se
devuelven con intereses, por ello resulta fundamental crecer más, y
hacerlo de forma sostenida, para poder devolver los intereses en los
plazos establecidos y obtener más financiación. El ministro de
economía comunista debería saber que esa es la clave del éxito de
China o Vietnam. Nada cae del cielo gratis, y nadie hipotecar el
futuro de la nación, sino poner en funcionamiento la economía de 11
millones de cubanos.
Y
por eso, habría que preguntar al ministro cómo piensa incrementar
la inversión en la economía en un 20% en 2019 con respecto al 2018
para alcanzar un total superior a más de 11.300 millones de pesos,
algo menos del 10% del PIB, cuando la media de América Latina está
por encima del 22%. En vez de tanto compromiso en el cumplimiento del
Plan, el ministro lo tiene más fácil, dar por finalizada la etapa
de la planificación estatal comunista, y abrir plenamente la
economía al mercado y la libertad. Ya verá los cambios, y además,
rápido.
Insisto,
la receta para crecer del ministro comunista cubano es un grave
error, y puede acarrear problemas muy graves. Es falso que en las
condiciones actuales, la economía cubana cuente con las presuntas
“potencialidades para crecer” que dice el ministro, y lo que es
peor aún, hacerlo “ajustando los recursos disponibles, sin
aumentar el endeudamiento externo y sin renunciar al desarrollo”,
simplemente es imposible, y lo único que va a provocar son tensiones
y desequilibrios mayores que podrán terminar en un estallido social.
1 Cómo
si no interpretar la escasa relación que existe entre las
actividades que se han mostrado más dinámicas, transporte y
comunicaciones (5,7%), manufactura (3,7%), comercio (2%) y cultura y
deporte (2,3%) y salud pública (1,3%).
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