Reservas internas, sobreendeudamiento y sustitución de importaciones: la receta económica del caos en Cuba

Elías Amor Bravo, economista
El ministro de economía castrista ha dicho en declaraciones a “Trabajadores” que la receta para incrementar el PIB consiste en “potenciar nuestras reservas internas, no sobreendeudarse, trabajar por incrementar las exportaciones y sustituir las importaciones de forma que el dinero rinda más”.

La receta económica del caos. Un enunciado que explicita un planteamiento para la economía que se puede calificar de autárquico, trasnochado, más propio de mediados del siglo XX cuando arrancó la llamada revolución castrista, que está completamente alejado de los tiempos que corren, tiempos dominados por las fuerzas tecnológicas disruptivas de la cuarta revolución industrial y la globalización. ¿A dónde va el régimen comunista con esta política económica?

Lo peor es que este planteamiento no corresponde solo al ministro, sino que forma parte de una herencia destructiva que arranca de los viejos discursos atropellados de Fidel Castro, que después tuvo continuidad con las enseñanzas de su hermano Raúl y que parece querer arraigarse con el sucesor, Díaz-Canel. La pregunta es ¿por qué se empeñan en destruir la economía cubana? ¿Lo hacen ex profeso, a sabiendas? ¿O acaso la ignorancia, combinada con absurdas posiciones ideológicas, es lo que impide que atiendan a lo que realmente se tiene que hacer?

Desde el punto de vista práctico, la frase del ministro no tiene desperdicio, y como enunciado de una política económica, es más una pesadilla que una posición basada en hechos reales. Vamos a destripar en este post su contenido, y comprobar si realmente estamos ante un ejercicio de realismo o más bien ante un despropósito procedente de la noche de los tiempos de fatales consecuencias para la economía.

Potenciar nuestras reservas internas”. Para poder potenciar algo, habrá que saber primero qué es aquello sobre lo que se quiere actuar. En concreto, este concepto utilizado por los responsables castristas denominado “reservas internas”, se ha convertido en una especie de cajón de sastre en el que cabe todo aquello que no saben donde asignar, básicamente reservas asociadas a la implementación de los principales factores productivos, tierra, capital, trabajo. Suponiendo que tales reservas existan en una economía absolutamente depauperada por seis décadas de fracasos, la mera disponibilidad de las mismas implica que los factores productivos no se están utilizando plenamente. Es decir, hay factores que están ociosos y no se emplean al máximo.

La pregunta es ¿a qué se debe que existan factores productivos que no se utilicen plenamente? La respuesta es sencilla: el plan central de la economía no sustituye jamás al mercado a la hora de asignar los recursos. El mercado, por medio de los precios, ajusta demanda y oferta al equilibrio de manera instantánea, provocando que productores y consumidores vean realizadas sus aspiraciones y además consigue que los factores se utilicen plenamente. En las economías mixtas, como ocurre en casi todos los países del mundo, cuando el mercado “falla” en su proceso de asignación, el estado interviene para cumplir esta función, pero solo de forma subsidiaria, nunca asume el máximo protagonismo, como en Cuba, donde se adjudica hasta los alimentos que se pueden consumir o la ropa que vestir.

Así de claro. Si lo que se quiere es potenciar las reservas internas, la planificación central debe ser reemplazada por el mercado como instrumento de asignación para todos los factores productivos de la economía. Además, si los factores dejan de ser de titularidad estatal, como ocurre actualmente, y pasan a ser de propiedad privada, estableciéndose un marco jurídico estable para su respeto y defensa en los tribunales, los propietarios de los factores productivos tendrían la motivación necesaria para obtener lo máximo de la implementación de los mismos en el tejido productivo, desapareciendo las “reservas” y la infrautilización. Por desgracia, como estas decisiones están fuera del ámbito competencial del ministro, puede seguir hablando de potenciar “reservas internas”, que no lo logrará por el camino actual.

Pero sigamos, el ministro dice que para crecer más “no hay que sobreendeudarse”. Otra afirmación que se tiene que situar en un contexto de racionalidad económica, y no de ideología comunista trasnochada. Y como siempre, habría que preguntarse, ¿dónde y quién es el mayor endeudado de la economía cubana? Y la respuesta nos lleva al agente económico principal, el que ostenta la propiedad de más del 90% de los medios de producción y controla la economía.

Si, ya se sabe quién es; no es otro que el estado comunista el principal endeudado, yo diría que el único, ya que las familias cubanas se mueven a unos niveles tan bajos de poder adquisitivo y el sistema bancario tiene un funcionamiento tan obsoleto y marginal, que apenas existe deuda privada. Dicho lo anterior, sí, se debe estar de acuerdo en la necesidad de evitar que el estado comunista siga sobreendeudándose. Eso sería muy positivo, pero una cosa es predicar y la otra producir trigo. La realidad es que año tras año el régimen presenta unos presupuestos del estado en déficit, por más del 11% del PIB, que además se financia de la peor forma posible, con la emisión de bonos soberanos que se colocan en el Banco central de Cuba.

Hay que limitar el déficit y la deuda del estado por el bien de la economía. Por supuesto que sí, pero tampoco concedo muchas capacidades al ministro de economía para lograr este objetivo en presencia de asociaciones y organizaciones de masas que cada año reclaman subsidios importantes del presupuesto, al igual que las empresas estatales ineficientes para controlar sus precios y abultadas plantillas, o los gastos corrientes del presupuesto que los cubanos no se pueden permitir. Esa deuda estatal, descontrolada y en crecimiento, es nociva, detrae recursos que se podrían destinar a otros fines productivos, y por ello, se tiene que cortar en seco, para que los que prestan dinero a la economía, que están fuera de la misma, tengan confianza y credibilidad para otorgar sus fondos.

Además, como el ministro debe saber, no toda la deuda es mala. De hecho, hay deudas, incluso estatales, que son muy buenas, porque permiten a una economía desarrollarse. Por desgracia, el estado castrista no dedica a la inversión en infraestructuras ni el 10% del PIB, uno de los porcentajes más bajos del mundo. Nuestra propuesta es aumentar ese porcentaje, incluso a costa de endeudarse a medio y largo plazo, y se podrá comprobar como será muy bien recibido por los prestamistas internacionales. Esa es la única deuda estatal que conviene asumir en estos momentos. Y la otra, la deuda del despilfarro estatal, del gasto corriente, se debe reducir a cero, para que las fuerzas productivas de la economía sean las que asuman el funcionamiento real de la misma.

Por último, la receta para crecer del ministro dice, y cito textualmente, “trabajar por incrementar las exportaciones y sustituir las importaciones de forma que el dinero rinda más”, es incuestionable, al menos en la primera parte de la frase. La posición de Cuba en la economía mundial exige exportar bienes y servicios para obtener ingresos que den solidez a la posición exterior y la balanza de pagos. Por desgracia, algo que durante décadas de subsidios soviéticos o bolivarianos ni se prestó la debida atención. No hay otra vía para crecer, pero cuidado.

Sin embargo, un consejo. Antes de volcarse a exportar cualquier cosa, se tienen que satisfacer primero las necesidades internas. El ministro no debería olvidarse del potencial que tiene el crecimiento del consumo sobre el PIB. En todos los países es el principal componente de la demanda interna, que hace crecer la producción. Esto lo hicieron muy bien los vietnamitas con el Doi Moi; antes de las reformas padecían hambrunas periódicas y ahora son exportadores netos de arroz y café a nivel mundial. Fidel Castro hizo justo lo contrario cuando ordenó a comienzos de siglo XXI el cierre y reconversión del sector del azúcar. Menos mal que no le dio por hacerlo con las minas o el tabaco. Incrementar las exportaciones es una buena estrategia, pero no como se está haciendo actualmente con la venta forzosa de servicios médicos y profesionales, una actuación que deja en pésimo lugar las prácticas del régimen comunista, como se ha visto en Brasil. 

Y la segunda parte de la frase, desde luego, habría que borrarla del recetario, ya que es un reflejo totalitario de una trasnochada posición autárquica, nociva y perjudicial para la economía. Nadie cree que el modelo de sustitución de importaciones tenga sentido en la globalización del siglo XXI. Los que apuestan por él, acaban en la UCI de los “corralitos” financieros, la bancarrota y la recesión. Además, no está claro lo que dice el ministro que sustituyendo importaciones el dinero rinda más, ¿qué dinero, tal vez el del estado, porque no se me ocurre otro? Cuando un país importa lo necesario para promover su transformación económica hacia el desarrollo, el dinero invertido renta y mucho, porque permite aumentar la renta percápita, los beneficios empresariales y la riqueza nacional. Esa deuda provocada por importaciones en tecnología, bienes de equipo, know how empresarial, etc, es fundamental para superar el atraso económico.

Toda la agenda reformista del ministro se resume en este recetario de despropósitos que se encuentra alejado de sus competencias políticas, y por ello, a tenor de lo expuesto, bien poco va a poder hacer por el bien de la economía. Pero no conviene olvidar que la veda de altos dirigentes ya se levantó con crudeza (Adel Yzquierdo y Lina Pedraza), y el ministro debe dar por seguro, que cuando la situación de la economía se haga insoportable, que no tardará en llegar, podrán prescindir de sus servicios y pasarlo a la reserva.Y volver a empezar.

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