Las autoridades tienen que tomarse el COVID19 en serio, y cuanto antes
Elías Amor Bravo, economista
No es el momento de enunciados
grandilocuentes, sino de ser prácticos. No es el momento de andar pidiendo “trabajar
con serenidad, seguridad y disciplina para enfrentar con éxito al nuevo
coronavirus”, como acaba de decir Díaz-Canel, porque el virus avanza, no se
detiene ante colectivo alguno y sus daños sobre la economía y sociedad son
formidables. Los países que ya lo están sufriendo indican la gravedad del
momento.
No es cuestión de ir preparando o
presentando más planes para la prevención y el control de la COVID19, porque
la actuación es urgente, y no admite dilación. Desconfiemos de estos planes que
se pretenden implementar contra un enemigo fatal. Aunque la información oficial
trate de minimizar la pandemia informando los casos positivos del nuevo
coronavirus en Cuba, lo cierto es que la expansión de la infección se realiza
en progresión geométrica si no se adoptan medidas concretas, y los casos pueden
ir aumentando de forma espectacular, desbordando la capacidad de reacción del
sistema en muy poco tiempo.
Según el sitio de la Presidencia,
están ingresados para vigilancia epidemiológica 389 pacientes, de ellos 147
extranjeros y 242 cubanos. Además, se encuentran bajo chequeo por la atención
primaria de salud 24.853 personas en todo el país.
La experiencia de otros países,
China incluida, es que el virus no aparece como un fenómeno importado, sino que
arraiga rápido en las comunidades. Muy pronto, los casos de extranjeros que
entran en la isla serán marginales comparados con los cubanos infectados. Por
eso, el cierre de fronteras es prioridad absoluta, ya se llega tarde a esta
decisión crucial, pero cuanto antes se adopte, mayores serán las ventajas
derivadas de la insularidad. Los turistas no van a viajar cuando las compañías
aéreas dejen de prestar servicios. Mantener las puertas abiertas cuando todo el
mundo cierra las suyas es un acto imprudente que puede poner en grave peligro
la vida de mucha gente en Cuba.
Además, conviene tener en cuenta que en la isla se presentan una
serie de aspectos en la estructura social y económica que pueden disparar los
efectos dañinos de COVID19.
En primer lugar, el elevado
porcentaje de población en edad avanzada, con una amplia participación de
mayores de 65 años que están siendo el principal grupo afectado por la
mortalidad del virus.
En ese sentido, las medidas adoptadas
en las entidades que prestan la atención social a las personas mayores son
claramente insuficientes, y lo que es peor, no aprovechan las ventajas
derivadas de la experiencia de otros países. Limitarse a pesquisas a los
trabajadores de las casas de abuelos y hogares de ancianos no es suficiente, y
por ello, se emplaza a las autoridades a que revisen estos procedimientos
cuanto antes.
Segundo, la estructura de la economía
y su incapacidad para producir, que en una situación de cuarentena obligada
puede acabar generando situaciones de grave escasez. Está bien que desde el
Ministerio de Comercio Interior se implementen acciones para garantizar la
higiene y el acceso a soluciones cloradas para el lavado de manos y la limpieza
de superficies en centros laborales y educativos, pero, la pregunta es cuánto
tiempo podrá mantenerse esta acción, con los estrechos márgenes de la política
de gasto público.
Esto nos lleva al tercer problema
diferencial que presenta Cuba, los límites de la política presupuestaria, que
no puede crecer de forma indefinida porque el crédito internacional escasea,
muchos países intentarán acceder al mismo, y Cuba no está en las mejores
condiciones para acceder a esa financiación. Además, la capacidad de
recuperación de la economía cubana, cuando transcurran los efectos de la
pandemia, nunca será tan intensa como la de otros países teniendo en cuenta sus
deficiencias.
Cuarto, la información que están ofreciendo
las autoridades no está en sintonía con la que aportan los distintos países
siguiendo recomendaciones de la OMS. Las autoridades deben ser conscientes del
grave riesgo en que incurren al actuar de este modo por la pérdida de credibilidad
y confianza que ello puede suponer en momentos especialmente difíciles.
No es momento de actuar con parches
preventivos; la decisión de suspender, posponer o realizar, en composición más
reducida, actos, eventos y conmemoraciones, tanto a nivel nacional como
territorial no será suficiente. Se impone la necesidad del aislamiento
social, la cuarentena, con los costes económicos y sociales que supone y que en
la economía cubana serán letales por no estar debidamente preparada para ello.
Por último, la actuación del
gobierno con relación al crucero Braemar, de la línea Fred Olsen, permitiendo su
acceso a las aguas territoriales cubanas y atracar en el puerto del Mariel es,
cuanto menos, una imprudencia cuyas consecuencias no se pueden evaluar en este
momento. La operación diseñada por las autoridades para trasladar lo antes
posible a los cruceristas de regreso a sus países, tal vez trata de lograr una
imagen internacional para el régimen, cuyos objetivos no están claros. Por
mucho que se hayan adoptado medidas de traslado seguro, hospitalario y expedito
de los pasajeros y tripulantes de la embarcación, ya se verá qué consecuencias
tiene. El COVID19 no admite discusión.
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