El dinero de plástico no llega en el mejor momento
Elías Amor Bravo, economista
En medio de la grave crisis sanitaria y económica hacia la
que se ve abocada a pasos gigantes la economía y sociedad cubanas, a los dirigentes no se les ocurre otra cosa que dar un apretón al control que tienen de las transacciones que se
realizan en el país por los agentes privados. De ese modo, han anunciado que
partir del 1 de abril próximo las compras de combustible en las gasolineras
pertenecientes a la corporación estatal CIMEX tendrán que realizarse con
tarjetas magnéticas.
La noticia ha llegado de sorpresa. Hasta ahora, esta exigencia solo se había estado aplicando a
los transportistas privados, pero a partir de la fecha (con una ampliación de 120 días, hasta agosto) todas las personas solo
podrán acceder al combustible por medio de este medio de pago, manteniéndose la compra en efectivo hasta agosto, para dar tiempo a que
los clientes acceden a sus tarjetas expedidas en los bancos del estado. Mal momento el elegido. Sin duda, el peor, porque cabe suponer que los agentes implicados en este asunto, en lo que menos piensan en este momento es en ello, dada la grave situación de crisis. Un ejemplo más que evidente de como la planificación comunista de la economía va por un sitio, y la sociedad cubana por otro. Como este, sobran.
Como no podría ser de otro modo, la medida anunciada en Granma, se ha justificado porque forma
parte del proceso de informatización de la corporación CIMEX, para aumentar el
uso de las tarjetas magnéticas en el comercio minorista.
Realmente, el adiós al dinero en efectivo es una estrategia que los
comunistas cubanos han ido desplegando en sucesivas fases. Detrás de esta
iniciativa que duda cabe, hay numerosos motivos. Por ejemplo, puede ser un
intento más de cercar la economía informal, que en Cuba crece a dos dígitos
mientras la real está estancada. Si este fuera el objetivo de la medida, creo
que podrían estar perdiendo el tiempo porque es probable que muchos agentes
traten de salvar este requisito por otras vías.
Igualmente puede existir un afán de recaudación sobre todo de
los fondos que tienen su origen en divisas (extranjeros) o nacionales, como ocurre
en las tiendas de electrodomésticos.
Y también, por qué no, se puede suponer incluso una manera
más de avanzar hacia la unificación monetaria, al eliminar el papel de la
economía. No conviene olvidar que as tasas de expansión de la cantidad de
dinero en relación con el PIB en la economía cubana es insostenible.
Cualquiera que sea el objetivo, está claro que en cuatro
meses los cubanos no podrán pagar en efectivo el combustible. La nota informativa explica que lo primero que deben
hacer es habilitar sus tarjetas electrónicas en los bancos que colaboran con la
entidad FINCIMEX, encargada de extender la red de POS colocados en estos
lugares, para facilitar el uso de cualquier tipo de tarjeta, ya sea prepagadas
o de bandas nacionales, en la compra de los carburantes. La iniciativa que
arrancó a comienzos de este año ha sido concluida en un tiempo récord, lo que
indica el interés de las autoridades en el asunto.
En principio, se podrán utilizar todas las tarjetas que emite
el sistema bancario cubano (BANDEC, BPA o BANMET), empleadas para el salario o
como cuentas de ahorro en ambas monedas. De igual modo, se autoriza que las
tarjetas de FINCIMEX también podrán ser solicitadas por la población.
Esta obsesión comunista con el dinero de plástico llama la
atención. Se anuncia, por ejemplo, que en el curso del año otras opciones para
el pago serán incorporadas, como el uso de tarjetas scratch (similares a la que
utiliza ETECSA para el proceso de recarga en la telefonía celular) con un monto
de 1 a 20 CUC. También, tarjetas CHIP recargables, que se ofertarán en los
establecimientos comerciales, excepto en los servicentros. Los servicios de
renta de vehículos en el sector del turismo podrán realizar las compras de las
tarjetas scratch en las propias agencias especializadas.
La eliminación del uso de efectivo en los pagos de
carburantes y el uso de tarjetas magnéticas afectarán lógicamente a un segmento
muy reducido de la población, casi marginal, ya que la tenencia y disfrute de
automóvil en Cuba es prácticamente inaccesible para la totalidad de la
población. Por eso, cabría pensar que esta medida va dirigida a altos
funcionarios y directivos, así como técnicos y profesionales extranjeros, que
tienen mayores posibilidades de utilizar un vehículo propio en sus
desplazamientos. Segmentos sociales de mayor poder adquisitivo y vinculados en
buena medida al manejo de las divisas extranjeras que el gobierno quiere controlar.
La amplia mayoría de cubanos seguirán al margen, porque
salvo contadas excepciones, el uso de los vehículos es prohibitivo más aun
cuando los precios de compra son muy elevados al margen del presupuesto del
ciudadano medio. Los bancos serán los principales beneficiados, porque harán negocio con esto, dirigiendo ofertas a estos clientes que consumen la gasolina y que tendrán que respaldar
las tarjetas con sus depósitos. De todas formas, el proceso es bastante
primitivo ya que se exige al cliente que paga con su tarjeta que presente el
carnet de identidad, como en la red de comercio en CUC, una medida que se
justifica de seguridad pero que está muy atrasada respecto de las tendencias
que existen en otros países.
La dirección comunista de la economía cubana apuesta por el
dinero de plástico. Actualmente, según fuentes oficiales, circulan en la isla
en total, 6.217.000 tarjetas bancarias, cifra que apenas representa 1 por cada
dos habitantes, cuando esta ratio, en otros países como España, por ejemplo, es
de 5 tarjetas por persona. Lo sorprendente es la velocidad que está teniendo
este proceso, empujado por las autoridades, y que empezó con la obligación a
los transportistas privados y continúa ahora con el resto. En todo caso, llegan
tarde. El dinero de plástico está en retirada como medio de pago en muchos
países, y otras fórmulas, como el pago por móvil, van aumentando rápido. Lo que
llama la atención es que, además, las autoridades comunistas lo impongan en
pleno proceso de crisis sanitaria. Algo hay detrás. Seguro
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