El gobierno cubano empieza a adoptar medidas contra la crisis económica: el comercio
Elías Amor Bravo, economista
En cuanto a las medidas adoptadas por el régimen en Cuba,
Granma dedica un espacio a las publicadas por el Ministerio del Comercio
Interior para prevenir y enfrentar al COVID19. Hay de todo, pero si se busca un
titular, está claro: los cubanos lo van a pasar muy mal.
Es encomiable que el régimen haya decidido que la higiene y
la protección personal en los servicios que manipulan alimentos sea la
prioridad a atender, pero esto, siendo importante, en Cuba tiene una segunda
derivada que es quién se preocupa previamente de producir los alimentos, llevarlos a las tiendas y establecimientos, para que no
escaseen y sean suficientes durante el tiempo que dure la pandemia y después. Y creo que aquí es donde las medidas del régimen no están atinadas.
La crisis sanitaria va a traer consigo una paralización de
las actividades productivas. Este debería ser el principal reto para las autoridades
económicas. Por ello, estas medidas del ministerio de comercio se dirigen tan solo a regular las actividades de venta de mercancías, las prestaciones de gastronomía y de
alojamiento hotelero, así como los servicios personales y técnicos, durante la
etapa de lucha contra el COVID 19. Pero no entran en las consideraciones técnico productivas, y
ante una alarma como la que nos encontramos, con una economía de planificación
central y base estatal, tiene poco sentido aprobar medidas en materia de comercio,
de discutible impacto, como las que anuncia Granma, sin resolver primero la cuestión productiva.
Si el régimen quiere afrontar
la grave situación que tiene por delante, tendría que poner, primero, a todos
los ministerios con competencias productivas, o a las OSDEs, a generar bienes y
servicios en grandes cantidades, y además de forma rápida y urgente, si no
quiere que la pandemia acabe en penuria.
Considero que este asunto tiene suficiente importancia para
que merezca algo más que una simple consideración de tipo general, como “asegurar,
en correspondencia con la disponibilidad de productos de primera necesidad, el
reaprovisionamiento de la red. Evitar la concentración de ofertas, a fin de
disminuir las aglomeraciones de personas y los traslados”.
Por desgracia, los cubanos saben por propia experiencia, que
ese reaprovisionamiento a veces tarda en llegar y en el peor de los casos,
nunca llega. Habría que haber definido más y mejor las actuaciones a realizar
en esta materia productiva y logística, sin agredir los derechos de quienes
trabajan, para dar solución a las necesidades de la población.
Granma se hace eco de declaraciones de Díaz-Canel sobre este
punto señalando que “se hará un balance de abastecimientos, tomando en cuenta
lo que se puede usar de las actividades que ahora se detendrán. Indicó realizar
ventas normadas, regular colas, evitar desórdenes e incentivar las comidas y
servicios a domicilio”.
Para añadir a continuación, que “debe definirse de inmediato
las actividades productivas y de servicio que se van a mantener y las que no;
así como la importación rápida de determinados productos. A la par, se
intensificará la producción de alimentos y se congelará el uso de insumos en
los procesos que ante esta situación se paralizan y se destinarán a la
circulación mercantil minorista”.
Es decir, todos estos enunciados de Díaz-Canel confirman que las
autoridades económicas se encuentran todavía en una fase muy inicial, y
ciertamente atrasada, para abordar los problemas de la economía que van a tener
lugar, así que cabe esperar que pueda ocurrir cualquier cosa. A la burocracia estatista le cuesta mucho ponerse a funcionar.
De las medidas relativas al comercio, algunas proponen que
“se otorgue prioridad a la comercialización de productos agropecuarios a través
de la red minorista de mercados estatales, de oferta y demanda, de quioscos, de
carretillas y de placitas. Evitar la utilización de la modalidad de ferias, con
el objetivo de minimizar los riesgos por la concentración de personas”.
En ese sentido, considero positivo que el régimen haya
decidido mantener todas las formas comerciales de productos agropecuarios,
incluyendo los carretilleros. Ellos, hasta que sean inmovilizados, si el avance
de la pandemia lo exige, van a resolver muchos problemas de alimentación, sobre
todo a personas de mayor edad, con dificultades de movilidad. Bien estaría que
el régimen rebajase la represión contra los carretilleros y que les permitiera
una mayor libertad en los aprovisionamientos para atender sus funciones.
Sinceramente, tan solo con estas dos medidas generales poco
se puede resolver con relación a los abastecimientos. Y me preocupa la medida
de “crear condiciones en todas las unidades de venta de mercancías para que el
acceso al público sea escalonado (en correspondencia con la capacidad de la
unidad)” y la de “reducir la participación de los concurrentes
(trabajadores-vendedores por cuenta propia) al 50%, en los centros, áreas
comerciales y de servicios de alta concentración, alternando su participación
en la semana”.
Se trata de medidas que buscan un confinamiento parcial y
reducir los intercambios y provocar compras medias superiores a lo habitual,
que pueden acabar creando problemas de oferta, colas, racionamiento y protestas
airadas de los ciudadanos si no aparecen los productos.
Por lo que respecta a las medidas relativas a los
restaurantes estatales, unidades de carretera y comedores de obreros, sinceramente
creo que se equivocan. En concreto, “se permite la apertura de estos
establecimientos, y aplicar solamente medidas de reorganización de las mesas
que se utilizan para la prestación de servicios, ubicándolas con una separación
de dos metros (limitar al 50% las capacidades) y la recomendación de evitar
aglomeraciones”.
Si la pandemia avanza, lo más probable es que esta actividad
restauradora decaiga totalmente, básicamente por temor de la población, y se
incremente la venta a domicilio, si hay algo que llevar porque no conviene
olvidar que el problema continúa siendo el mismo: que los bienes y servicios se
obtengan por el sistema productivo.
Tan solo han otorgado cierta prioridad al sistema de atención
a la familia, “con la entrega de almuerzo y comida, ya sea a domicilio, o
recogido por un familiar del beneficiado, o un representante autorizado por el trabajador
social”. Sin embargo, es sabido que todas las gratuidades del régimen han
experimentado un notable declive en los últimos años, y nada hace suponer que
esto haya cambiado respecto a estas modalidades.
Destacar que las medidas han sido más contundentes con la
actividad hotelera (incluye recreación, turismo y esparcimiento) tal vez teniendo
en cuenta que las previsiones del turismo irán claramente a la baja a corto
plazo. En ese sentido, “se han suspendido las actividades del trabajo por
cuenta propia con objetivos turísticos y de recreación de arrendamiento de
viviendas, habitaciones y espacios, a personas procedentes del exterior,
extranjeros o cubanos”. Se excluyen de esta suspensión los técnicos o
extranjeros residentes temporales que habitan en viviendas que prestan estos
servicios.
Por lo que respecta a bares y cafeterías, se ha suspendido el
alojamiento estatal en el sistema de comercio Interior con objetivos turísticos
y de recreación a personas procedentes del exterior, extranjeros o cubanos. Igualmente
se han suspendido las actividades que generen concentración de personas, como
el campismo popular, y todas las que se realizan en parques temáticos, ocio
club, palacios de matrimonios, pistas bailables, círculos sociales obreros,
cines, teatros, cabaret, eventos deportivos y otros. No obstante, se mantiene
la gastronomía y la venta de mercancías cumpliendo las indicaciones
establecidas para estas actividades.
También han previsto el incremento de los servicios a
domicilio para la reparación y mantenimiento de equipos y enseres menores.
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