¿Es viable el modelo de educación superior actual de Cuba?
Elías Amor Bravo, economista
El acceso a la educación superior es uno de las aspiraciones más
importantes para la mayoría de la gente. Particularmente, de los
padres, para que sus hijos tengan una vida más próspera y disfruten
de la esperada movilidad social ascendente, y en general, de todas
las personas sin formación o con bajo nivel de cualificación
deseosas de acceder a mejores puestos. Invertir en formación tiene
muchas ventajas, eso es incuestionable. Existe una rama de la
economía que versa sobre la construcción y desarrollo del capital
humano, que no es otra cosa que el aprendizaje a lo largo de la vida
y la aplicación de conocimientos y habilidades al desempeño
profesional.
Además,
los países que apuestan por la educación superior, mediante
programas de becas y ayudas al estudio, o préstamos a devolver en
favorables condiciones, presentan las mejores y más estables tasas
de crecimiento económico, son más innovadores y justos, y sus
niveles de renta per cápita son superiores a la media. El esfuerzo
que una sociedad dedica, colectivamente, a la educación superior
compensa. Por ello, invertir en estos estudios es una prioridad para
muchos, gobiernos, familias y personas, en general.
El
régimen comunista cubano suele alardear de sus estadísticas de
educación superior. Y ahora vuelve a las andadas. Una nota reciente
de Granma del ministerio de educación superior, señala que “este
año todo alumno que curse el 12º grado tendrá asegurado su acceso
a la Universidad, con la oferta de 91.609 plazas”. Además, como
aspecto destacable, la mayor parte del incremento de plazas tiene
lugar en el nivel de educación superior de ciclo corto, “modalidad
a la que se le está dando un gran impulso y que responde a las
necesidades territoriales en la economía”.
El
acceso universal a la educación superior, que está detrás de esta
afirmación de que el estado cubano ofrece “por primera vez una
plaza para cada bachiller que se gradúe”, tiene sus ventajas pero
igualmente, presenta inconvenientes. Basta observar la realidad
económica y social de Cuba en 2020 para constatar que la elevada
inversión en educación realizada por el régimen con cargo a los
presupuestos del estado, los ingresos de todos los cubanos, no tiene
su traslado en magnitudes económicas asociadas a eficiencia,
prosperidad, desarrollo y calidad de vida.
En
Cuba, la teoría económica del capital humano ha fracasado de forma
estrepitosa cuando un aparcacoches de turistas en el parque central
de La Habana puede llegar a ingresar 15 o 20 euros diarios, mientras
que un profesional médico al frente de un hospital difícilmente
ganará más de 1.500 pesos mensuales, unos 3 euros diarios. Estas
diferencias salariales son fáciles de constatar, de la misma forma
que cuando empezó el fenómeno del turismo en la isla, en la década
de los años 90 del siglo pasado, los cubanos que tenían estudios
superiores y trabajaban en el sector presupuestado, con sueldos muy
bajos, no podían entender como la mayor parte de los turistas
españoles e italianos eran trabajadores de nivel medio o bajo de
cualificación en sus países, que podían permitirse estancias de 15
días en la isla con sus sueldos. La teoría del capital humano no
funcionaba, pero tampoco las enseñanzas marxistas del capital daban
explicación a lo que estaban viendo.
De
pronto, algunos cubanos empezaron a pensar que el gran esfuerzo
realizado colectivamente para financiar la educación gratis y
universal para todos, tal vez no compensaba. Nada es gratis, además,
y destinar el 8% del PIB de la economía cubana a una actividad que,
a la postre, no permite alcanzar niveles de vida superiores, tenía
poco sentido. Y así empezaron a surgir dudas. De modo que ahora, en
2020, el régimen quiere superar el escenario y anuncia, como un gran
logro de la revolución, “que todo egresado de bachillerato este
año en Cuba pueda tener una plaza segura, numéricamente hablando,
en la Educación Superior”.
El
por qué se ha llegado a esta situación, además, puede servir para
orientar la discusión.
La
reducción de la demografía beneficia. Ya no hacen falta tantas
plazas como hace diez o veinte años, porque la disminución de la
natalidad implica que las cohortes de jóvenes que acceden a la
universidad se estrechan. De hecho, la matrícula de universitarios
en Cuba ha seguido una evolución errática desde el curso 2013/14
que tenía 207.337 alumnos, cayendo a una cifra de 165.926 en el
curso 2015/16, para volver a aumentar a 240.813 en el curso 2017/18,
según datos oficiales de ONEI.
Hay
mucha gente que no desea estudiar, por los motivos expuestos, ni
siquiera carreras de ciclo corto y se descuelga del sistema educativo
en cuanto pueden para acceder a otras oportunidades laborales, para
las que no existe una exigencia de cualificación y que en Cuba están
mejor remuneradas. En el curso 2018/19 la matrícula inicial por
10.000 habitantes en educación primaria alcanzaba un ratio de 740,
en tanto que la enseñanza superior apenas era 215. Mucha gente había
quedado por el camino. Lo más grave es que la educación técnica y
profesional registraba un ratio incluso menor, 171 a pesar de que
esta es la especialidad más necesitada por las empresas.
La
productividad del sistema de educación superior, medida por el
número de alumnos que finalizan los estudios, es muy baja, si se
compara el número de graduados con respecto a los que estudian. En
el curso 2012/13 se graduaron en la educación superior en Cuba
70.341 personas. Por el contrario, en el curso 2017/18 el número de
graduados se redujo a 22.344, un descenso del 68% en esos años.
No
hay una expansión de graduados superiores en las especialidades que
mayor demanda tienen del tejido productivo. En concreto, los
graduados en las disciplinas técnicas que se canalizan hacia las
empresas, disminuyen de 5.360 en el curso 2012/13 a 4.176 en el curso
2017/18, un -22%. En ciencias médicas, la caída es de 24.889 a
8.098, un -67%.
La
búsqueda de talento emprendida por el ministerio tendrá poco
recorrido, porque esa no es la vía. Han anunciado que los mejores graduados de la educación
técnico-profesional a nivel provincial, podrán realizar estudios
superiores de forma directa, que se van a convocar eventos
provinciales, regionales y nacionales de cualquier carrera
deficitaria en los territorios impulsando la búsqueda de talentos, y
que se ofertan nuevos programas de formación de nivel superior de
ciclo corto.
No se si tendrán éxito con estas actuaciones, mientras que las
diferencias salariales expuestas se mantengan. En todo caso, la
búsqueda de empleo en el exterior para los más cualificados sigue siendo
una ventaja. Pero esta es la pérdida de recursos más lamentable del
régimen, y así llevan 61 años.
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